Histriónicos

Capítulo 38

Acto seguido, el niño se puso de pie y comenzó a correr sin descanso. Todo lo que había dicho esa niña no era del todo cierto; en su casa todavía lo esperaba la mujer que le dio la vida. Melinda, para bien o para mal, ha compartido cada momento junto a su hijo. Si su padre falleció como la niña afirma, entonces él se convertiría el soporte de su mamá y ocuparía la eternidad en protegerla.

Oliver tiene presente que cuando el señor Tavares fue señalado como responsable del accidente en la fábrica, perdieron amistades, conocidos y familiares. Nadie quería tener lazos con un presunto asesino ni ser relacionados a una familia caída en desgracia. Así que, si Oliver se quedaba en el mundo virtual, su madre viviría sola. Aunque volver a casa signifique regresar a lo mismo: a las exigencias, al maltrato y a la angustia, nada de eso importaba. Oliver desconocía su futuro, pero al menos deseaba vivir su presente, deseaba seguir su sexto sentido y no rendirse.

—¿Vale la pena? — le preguntó Emma a la distancia, como si supiera lo que estaba pensando.

«¿Vale la pena?», repitió en su mente.

Quizás su regreso no cambiara al hombre enviciado en el alcohol, ni a la mujer codependiente ni al niño depresivo. Tampoco ese era su objetivo, pero no estaba en sus planes vagar por una vida solitaria durante toda la eternidad.

En un punto, Oliver dejó de correr porque sintió calambres en sus piernas. Sus pulmones comenzaron a expandirse a tal grado que parecía que, en cualquier momento, iban a estallar. Entonces perdió la movilidad por completo, tropezó y cayó al suelo siendo consiente de cómo todo a su alrededor se deformaba y daba vueltas.

El tiempo se detuvo.

Sintió tensión en los hombros mientras que los músculos de brazos y piernas se contrajeron. Gritó de dolor, pidió ayuda, pero nadie acudió a su llamado; nadie fue a prestarle auxilio. Su pecho y brazo derecho dolían demasiado.

Oliver quedó recostado en la tierra con la cabeza de lado mientras se debatía entre retortijones y calambres en todo su cuerpo. Se quedó mudo. Abrió la boca, pero la voz no salió. Su respiración se ralentizó notablemente al punto de que parecía no estar respirando. En ese instante de sufrimiento, solo pudo concentrarse en las partículas de tierra sobre el aire que se quedaron inmóviles esperando a que las manecillas de algún reloj avanzaran.

La niña se arrodillo frente a Oliver cuando éste cerró los ojos, rendido y esperando el final de su tortura.

—No sufras más Oliver. Quédate conmigo, yo seré tu única amiga. Aquí nada malo nos pasará, lo prometo — dijo la niña dando unas palmaditas en el cabello de Oliver.

Pero Oliver sintió con terror la voz cálida cerca de su oído: —Necesito tu cerebro.

El niño se removió con repulsión del lugar para alejarse del ser malvado que lo acosaba.

—¡Oliver, responde! Estas muy cerca del final de tus tiempos. Puedes ser eterno, si así lo deseas —repuso la niña con una sonrisa que revelo afilados dientes parecidos a los de un delfín.

—Tú no eres real — aseguró Oliver muy despacio con su vocecilla afónica.

Sin quererlo, la siniestra niña logro que Oliver recordará los pocos, pero buenos momentos en su casa y en su escuela. En vida Oliver tenía una meta, un anhelo y una misión, y ahora quería aferrarse a eso. Si antes su vida fue un infierno, ahora estaba en sus manos un nuevo comienzo.

«Porque de todas formas no tengo nada que perder, ya estoy muerto, ¿no? Yo no hice nada malo, así que no tengo porque sufrir más».

«No estás muerto», dijo la voz cálida y fina de una mujer.

«Ella dice que sí», le respondió Oliver en su cabeza.

«Puedes ver a través de sus intenciones, ella no es quien dice ser».

«Es una niña malvada».

«No es Emma, quiere engañarte»

—Oliver, solo eres un niño, no te esfuerces y acepta mi propuesta, por favor. Aquí me quedare a esperar, tengo todo el tiempo del mundo — aseguró Emma en el preciso instante en que trababa de levantarlo. Sin embargo, Oliver la empujo y se dejó caer boca arriba al suelo.

El niño abrió los ojos y comenzó a realizar los pasos de la técnica de la mariposa, aquella que Nahla se encargó de enseñarle.

«Cuando te sientas perdido, recuerda seguir los pasos de la técnica. De esta manera no serás engañado nuevamente y podrás gestionar tus emociones antes de tomar una decisión o de enfrentar una situación difícil», había dicho Nahla.

Paso el tiempo y tras varios intentos, Oliver conectó los pulgares de ambas manos para formar el aleteo de la mariposa.

Algo en la mente del niño hiso clic.

A continuación, el dolor el dolor en las articulaciones y en el corazón desaparecieron lentamente hasta que solo quedó el hormigueo.

En ese momento, la niña limpiaba con una toallita el sudor y la tierra depositada en la frente del niño. Oliver esbozó una pequeña sonrisa poco después de que se escuchara un tronido proveniente de su corazón. La Emma falsa se incorporó sin apartar la vista del niño furibundo.

Siguiendo el vaivén de su corazón, Oliver respiró lenta y cuidadosamente, tal y como se lo aconsejaron Oriol y Nahla, cada uno en sus respectivos hogares. Observó los pucheros de la niña y sus ojitos tristes, decepcionada por la manera tan rápida en que el niño se sobreponía a su crisis. Oliver reflexionó en lo mucho que ambos compartían, pues los dos estuvieron al cuidado de padres negligentes y desalmados. Aunque Melinda también fue una víctima que sufrió maltrato y humillaciones, no dejaba de ser responsable de Oliver.

Oliver podía entender que Emma no quisiera volver a su casa si al fin y al cabo nadie la esperaba. No obstante, Oliver todavía tenía a su madre.

«No te dejes engañar, sigue adelante», escuchó la misteriosa voz soporífera en su mente.

«¿Quién eres?», preguntó Oliver en su mente.

«Soy la que ha sido traicionada», dijo la voz. Oliver le preguntó por su ubicación y ella respondió: «Aquí». Una pequeña mariposa celeste y brillosa volvió a aparecer frente al niño.




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