Los perritos robots autodenominados como robots de seguridad se marcharon, en sentido contrario a los histriónicos y a los niños, después de despedirse. Los histriónicos reanudaron el recorrido en dirección al manantial. Adam sostenía a Oliver mientras que Hari se adelantó a ellos. Si bien el histriónico se percató del cambio de actitud del conejo robot, supuso que se debía a que ya sospechaba sobre su identidad como ingeniero en la fábrica. Era cuestión de tiempo para que la vida de Oliver estuviera en peligro y no por el humanoide, sino por aquella niña que yacía dormida en los brazos de su protector.
Por su parte, Hari vigilaba cada uno de los movimientos de Adam, pero sobre todo del señor Tavares si acaso daba alguna orden contraria al bienestar de los niños. Desde que conoció al pequeño, jamás cuestionó su relación con el robot víbora, por eso le extrañó que lo identificará como su padre. Además, el humanoide tenía interés en el niño y seguramente sea por las razones equivocadas. De cualquier manera, Hari es un robot programado para salvar la vida de cualquier ser vivo, incluso si se trata de un asesino. Lo único cierto es que desconocía del todo su objetivo en el mundo de los histriónicos y si recordaba a la niña que lastimó en el pasado.
«¿Y si quiere usar al niño para salvarse? Es probable siendo una anomalía. Esa clase de sujetos les importa más salvar su propio pellejo, aunque se lleven de encuentro a su propia sangre».
Además, todavía estaba de por medio la reacción que tendrá Emma cuando recuerde que uno de sus verdugos es papá del niño que los acompaña. Al poco rato ingresaron a un túnel algo estrecho; los robots tuvieron que bajar a los niños de modo que pudieran caminar sujetados a los autómatas. Luego de salir, atravesaron un puente de fierro con franjas amarillas, el cual desembocaba en unas escaleras que descienden a lo que parece ser la figura de un simio. Ya desde las alturas se podía apreciar el perfil del animal gracias a misteriosas luces amarillas, las cuales procedían de hoyos situados debajo del animal.
El conejo robot continuaba cargando a la pequeña mientras avanzaba por el túnel. Emma dormía tranquila y ajena al drama. Quizás ella había olvidado su trágico pasado, pero Hari no. Se preguntó si Oliver estaba al tanto de la verdad sobre su padre y si no es así, ¿Cómo reaccionaría al conocer tan terrible secreto? En ese momento, Emma dibujó una ligera sonrisa en su rostro, la misma sonrisa que anticipaba algún desastre.
En un instante, Oliver decidió que era mejor caminar por su propia cuenta, aunque a paso lento, en lo que recuperaba la movilidad y el equilibrio. Le incomodaba ver a su padre comportarse servicial y amable cuando nunca se mostró así. A Oliver jamás le agradó la idea de depender de los demás, sin importar si son conocidos o no. Siempre se consideró un chico solitario que prefiere las actividades individuales que el trabajo en equipo.
—Oliver, sigues muy débil — objetó el señor Tavares cuando el niño se soltó de sus los brazos.
—Puedo caminar, Adam. Me siento mucho mejor.
Y no era mentira, hace rato que el hormigueo había desaparecido y como su ritmo cardiaco logró estabilizarse, no veía razón para molestar al robot.
«¿De verdad estará muerto?», se preguntó mientras observaba el holograma desaparecer y aparecer consecutivamente.
El robot víbora lo miró directamente a los ojos y Oliver tuvo que girar bruscamente la cabeza para no verlo, al saberse sorprendido.
Solo tuvieron que bajar cientos de escalones hasta llegar al siguiente salón de la galería. El conejo robot fue el primero en alcanzar la entrada a la caverna con Emma en brazos. Anteriormente, Oliver la había cachado en la mentira cuando le dedicó una sonrisa traviesa y triunfante por evitarse la fatiga de subir y bajar escaleras.
De pronto, Oliver notó que el conejo robot se detuvo en seco y retrocedió dos pasos. Sin embargo, Adam continuó el recorrido como si nada pasará. Por lo tanto, el niño decidió avanzar junto al robot víbora pese al frio húmedo que comenzaba a ingresar por la abertura en el tenis derecho que logró congelar su pie. Oliver disimuló con gran éxito el dolor que calaba hasta los huesos; se conformó con engarruñar los dedos del pie afectado.
Conforme se iba acercando, el sonido del agua que fluía desde las alturas, se intensificó. El tintineo del líquido relajó cada uno de los nudos en los hombros, cuello y cabeza del niño. Aquello envolvió cada uno de sus pensamientos desagradables y emociones negativas para enseguida liberarlo de la pesada carga que acumulaba entre la espalda y el cuello. Eventualmente, esto le brindó serenidad y le permitió estar en paz consigo mismo. Por un breve momento dejó de sentir dolor, tristeza, miedo y preocupación. La mente del pequeño dejó de navegar en el futuro incierto y se concentró en la armonía natural del sonido. Oliver dejó que la melodía lo condujera a aguas pacificas donde solo podía disfrutar del ruido de las olas, del graznido de las gaviotas que volaban en busca de alimento y del perfecto latido de su corazón. El dolor de cabeza desapareció al instante, así como el constante hormigueo en sus extremidades.
Cuando Adam y Oliver cruzaron el umbral, se reveló ante ellos una majestuosa caída de agua cristalina que provenía de un agujero en el techo de la caverna, por la cual también entraba la luz del exterior, misma que iluminaba gran parte del recinto. Alrededor del hueco había una senda circular de estalactitas y debajo se encontraba una figura geológica, similar a una mano huesuda, que apuntaba al techo. A su alrededor había estalagmitas como si la estuvieran ayudando a alcanzar la cima.
—Puedo sentirlo — advirtió Adam al detenerse poco después de ingresar al recinto, rompiendo con la frecuencia del sonido que envolvió al pequeño.
—¿De qué se trata, Adam? — pregunto Oliver con algo esfuerzo. Su voz aún se encontraba débil.
—Aquí está el portal. Puedo sentir la energía iridiscente a su alrededor — respondió el holograma del señor Tavares, embelesado. El cuerpo del robot víbora empezó a desprender su esencia transformada en luz de color verde. Entonces, su piel metálica se desprendió en pequeños trozos, revelando una nueva piel de un color más claro y brillante. Oliver observó que la cara del holograma se deformó y pasó a obtener rasgos parecidos al de un humanoide. El cabello del señor Tavares desapareció mientras que los ojos se agrandaron en desproporción.