La escena se desbarató y Oliver regresó a la cueva para enfrentar al holograma que, cabizbajo, evitó mirarlo a los ojos. Para el señor Tavares todo comenzó a tener sentido, más allá de su responsabilidad como trabajador o como ingeniero. Atrás quedó el hombre fanfarrón y engreído que se enarbolaba de ser un genio incomprendido. Ahora entendía la verdadera razón de tanto hermetismo y el por qué Tomas Handall estaba dispuesto a deshacerse de la mitad de su fortuna. No era por la vida de su nieta sino por el peligro que ella representaba y a la cual no podía controlar. Emma era un verdadero peligro, una bomba de tiempo como afirmó Kiba.
Si bien estuvo presente durante el desastre, por alguna razón, su mente bloqueó todos los recuerdos.
La familia Tavares salió huyendo de su ciudad natal debido al escándalo y también porque Samuel debía continuar con el proyecto encomendado por Tomas Handall. Para lograrlo debía adoptar un perfil bajo, lejos de la mirada crítica de las autoridades de su país. En los seis meses siguientes, tuvo que hacer frente a una presión descomunal, al ser señalado como autor del accidente laboral y de la muerte de tres personas. Al final salió exonerado gracias a la falta de pruebas que lo incriminaran y a las conexiones de Handall con el gobierno.
«Con dinero baila el perro», dijo el señor Tomas en una ocasión.
No obstante, transcurrido el tiempo, Samuel desquitó sus frustraciones contra su esposa e hijo cada vez que llegaba a casa. Si antes del incidente solo los ignoraba, ahora no escatimaba en culparlos de su fracaso como hombre, padre y ser humano. Naturalmente terminó por esconderse en el alcohol sin reparar en sus acciones: en las humillaciones, los señalamientos, las comparaciones, los reclamos y las culpas.
Finalmente, Araxe se transformó en Katia, la madre de Emma. Sin embargo, éste holograma fallaba todo el tiempo. Su forma se perdía y volvía a su andrógina cara. Si en vida era una mujer hermosa, ahora solo quedaba un rostro blanquecino rayando en lo inhumano, con ojeras muy marcadas y profundas.
—Ahora utilizas a tu propia hija para desquitarte por lo que sucedió — observó el holograma del señor Tavares, quien de inmediato se incorporó. Adam se había convertido en chatarra exponiendo gran parte de su exoesqueleto en la cabeza.
—Te equivocas, solo trato de hacer lo mejor para ella. Si las cosas terminaron de esta manera, ¿Por qué no hacer que la raza humana se doblegue ante su reina? — inquirió Katia con una voz mecanizada, pero ligeramente parecida a la que tuvo siendo humana.
—¡Que bajo has caído!
—No mi querido. Tomas Handall quería revolucionar el mundo de la tecnología así que yo le ayudaré a cumplir con su propósito.
—¿Y cómo lo vas a lograr? Si se puede saber.
—Solo necesito que el alter ego de la niña predomine en el plano físico tal y como se manifestó en la sala de experimentos. En esa ocasión con su ayuda se construyó el mundo virtual y con su ayuda, los atraje a esta dimensión.
Oliver comenzó a retroceder lentamente alejándose de los robots. A partir de ese momento decidió que no quería saber de su padre, incluso si llegaran a salir con bien del mundo virtual. Aún no conseguía procesar aquella revelación cuando se sintió asqueado y decepcionado de quien le dio la vida. De pronto comenzó a pensar en Emma, en el dolor que le causaron y en las palabras de Hari. Si el conejo robot hubiera querido, habría aprovechado la oportunidad para vengarse de su padre. Pero no lo hizo ni siquiera se desquitó con él. También pensó en aquellos momentos de mucha tensión, en los cuales creyó que no merecía el apellido Tavares por no alcanzar las expectativas de su progenitor. Ahora con todo gusto cedía hasta su nombre con tal de nunca ser relacionado con semejante bestia. Mientras observaba a Katia, la reconoció como la mujer que abrazaba a una niña entre las llamas que consumían la modesta casita antes de ingresar a Icamole. El nombre de Katia lo había escuchado un par de veces cuando el señor Tavares discutía con su esposa.
«¡Oliver! Estoy aquí». La mariposa celeste y brillosa descendió del techo y alcanzó al niño.
«Ahora entiendo porque Hari dijo que no podía ayudarnos, que no quería ayudarnos», comenzó Oliver furiosos consigo mismo.
—Es porque no había nada que salvar — se adelantó el humanoide mirándolo directamente a los ojos — porque aquí no hay seres humanos.
—Yo sí lo soy — corrigió el niño con su vocecilla débil y fina.
—Por supuesto que lo eres, Oliver. Sin embargo... — Katia dejó de hablar para acercarse al niño a paso lento.
El holograma del señor Tavares impidió que la mujer avanzará hacia Oliver. Entonces Katia volvió a su estado original como robot humanoide ante la mirada temerosa del niño.
—Oliver tomó la misma decisión que Emma, ¿ya lo olvidaste? — cuestionó el humanoide al holograma del señor Tavares.
—Ya no jugarás con mi mente, monstruo — aseguró Samuel Tavares.
Pero Araxe ya no lo estaba mirando.