Hojas Amarillas

Capitulo 4: Una propuesta

"And I need you now tonight

And I need you more than eveeeer

And if you only hold me tight

We'll be holding on forever

And we'll only be making it right

Cause we'll never be wroooooong!"

–Olga, ¿estás bien?

Se giró, bufando, y apagó la música que seguía sonando en su teléfono.

–Sí, Elena estoy bien, sólo cantaba. –explicó fastidiada.

–¿A eso le llamas cantar?

Olga iba a defenderse, pero se frenó cuando vio la sonrisita en la cara de Elena.

–Qué raro tú bromeando.

Se encogió de hombros.

–Estos días me han sentado bien.

–¡Ahhh al fin lo dices! ¿Viste que yo tenía razón? Seguro que ni ganas tienes de irte.

–Reconozco que esto de no tener que cocinar o hacer compras y sin embargo comer muy bien, y que te limpien la habitación y te den un rico desayuno, me gustó mucho. Una...se siente como una reina.

–La parte mala es todo lo que hemos trabajado, tú con la mente y yo con el cuerpo. Pero sí, es verdad, yo también me siento una reina. Quizás porque lo soy. –le guiñó un ojo– Supongo que esto te anima para volver el próximo año.

–Sí, creo que sí. Me gustaría volver.

–¡Já! ¡Lo sabía! Bueno ahora vamos a desayunar.

–Ya desayuné. Vengo de allí. De hecho tu "canto" –marcó las comillas con los dedos–se escuchaba desde la puerta del ascensor. Por eso calculé que recién despertabas.

–Eso para que veas que dormir más hace que te levantes de mejor humor. –agarró un suéter del suelo y comenzó a ponérselo.

–Dormir más hará que llegues tarde al desayuno. Faltan quince minutos para las diez. –Elena señaló su reloj.

–¡Maldita sea!

Olga desapareció tan rápido por la puerta como si hubiera realizado un truco de magia y Elena se quedó sola, mirando a todas partes, un poco desconcertada. La ropa de Olga estaba desperdigada por toda la habitación, junto con varios cargadores de teléfono y cámara de fotos, frascos de cremas, zapatillas. Decidió darle un agradecimiento silencioso por haberla animado a viajar hasta allí y comenzó a doblar la ropa y guardarla en la maleta. Cuando terminó, continuó con la propia aunque sus prendas estaban cuidadosamente dobladas sobre una silla, y sus pocas cremas ocupaban una esquina de la cómoda de la habitación, por lo tanto enseguida la terminó de armar, poniendo en último lugar, arriba de toda la ropa, al librito que encontró. Su presencia le volvió a recordar que luego del almuerzo se anunciarían los resultados de la competencia individual. No tenía ninguna expectativa, pero no pudo evitar sentirse inquieta.

Escuchó a Olga aproximándose porque otra vez oía Total Eclipse of The Heart cantado a los gritos en el pasillo de las habitaciones.

–¡Conseguí novio! –gritó ni bien abrió la puerta. Elena no pudo evitar agarrarse la frente con una mano. Olga se acercó mostrándole una servilleta con un número de teléfono escrito–El mesero.

–¿El mesero?

–El mesero.

–¡El mesero podría ser tu hijo!

–Pero no lo es. –rió–De todos modos...le pedí el número para contactarme con su padre. Él me dijo que es viudo y blablablá. Usé esa excusa para tener su número, pero su viejo no me importa.

–Olga, seguro que es casado, con niños pequeños. ¿Cuándo vas a usar la cabeza?

–Ay, te haces muchos problemas por todo. En cuanto le mande un par de mensajes ya me daré cuenta si es casado y lleno de hijos y dejaré de hablarle y borraré su número. ¿Contenta?

–Y yo qué sé, haz tu vida. –respondió suspirando.

–Tú tendrías que irte de este torneo con algún número también. No digo para tener novio, pero para charlar...hablar de cosas del pasado. ¿Con quién podrías hablar hoy en día de un cassette, o de las gaseosas que tomabas cuando eras pequeña? Nadie recuerda eso y si lo hacen, prefieren no decirlo para que no se les note la edad. En cambio, con algún amigo...

–No tengo ganas de recordar los cassettes ni las gaseosas de mi infancia, Olga. No tengo interés en conocer un amigo.

Le pareció remontarse a su adolescencia, cuando sus amigas también le decían cosas así y ella siempre decía "no tengo interés en conocer un amigo". Había cosas que nunca cambiarían.

–¿Hiciste mi maleta? –dijo Olga sorprendida, sacándola de sus pensamientos.

–Sí. No la ibas a armar hasta último momento y luego todos deberíamos esperarte a que termines para poder irnos.

–¡Pero Elena hubieras usado el tiempo para pasear!

–Ya te dije, era mejor que hiciera tu maleta para luego no perder tiempo esperándote...

–Lo sé, lo sé. –se acercó y le dio un breve abrazo–Lo hiciste para agradecerme. Ey, no me mires así. No soy tan despistada como parezco, puedo saber qué sienten los demás. Ahora vamos, deja este encierro, tenemos que ir hasta el salón a ver si dicen cómo nos fue en zumba.



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En el texto hay: literatura, amor, ancianos

Editado: 15.02.2021

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