Hojas Amarillas

Capitulo 16: Verdades secretas

Retrocedió, riendo, cuando el agua fría tocó los dedos de sus pies. Mirando el horizonte, volvió a intentarlo, esta vez su piel no sintió rechazo. Dio unos pasos más, el agua chapoteaba a su alrededor, mojando sus tobillos, llenándolos de espuma.

Inspiró lentamente el aire de la mañana, y exhaló con la misma lentitud, sintiendo cómo su cuerpo cansado se relajaba con la brisa del mar.

Rafael sintió que tenía pegada la sonrisa en su cara, y eso era extraño. No estaba acostumbrado a sentirse bien y tranquilo. Miró a todas partes, la soledad del lugar, su nuevo lugar, era abrumadora y a la vez satisfactoria. Vio su casa a lo lejos, el viento sacudía las cortinas blancas de las ventanas y balanceaba las macetas que Patricia había colgado en el porche.

Avanzó un poco más hacia el agua, sus pantalones quedarían empapados pero, ¿qué problema era ese, cuando tenía el mundo a sus pies?

Lamentó no tener una cámara fotográfica. Las odiaba, pero tampoco tenía dotes de pintor, así que un amanecer como este sólo quedaría grabado en su memoria. Sería lo mejor, lo quería para él. Era su momento de felicidad, un pequeño instante en su vida que recordaría hasta la muerte.

Era martes. Al día siguiente, si tenía suerte, Elena Plá también estaría allí. Dudaba. ¿Por qué la quería allí? No lo sabía. Bueno, ella merecía vacaciones, y conociéndola, estaba seguro que les daría cada moneda ganada con el libro a sus nietos e hijos y no viajaría a ninguna parte.

Conociéndola, repitió en su mente. ¿Realmente la conocía? Pensaba que sí. Ella era una mujer simple, sin dobles caras, pero la vida le enseñó que las personas tenían cosas ocultas, siempre. Seguro había muchas cosas de Elena que él no sabía, pero estaba dispuesto a saberlas.

¿Por qué?

Porque la quería.

Era la verdad. La triste, o alegre verdad, aun no podía determinar eso.

Lo cierto era que no tenia sentido seguir negándolo o buscar motivos para pelear con ella. Le quedaban pocos años, pocas oportunidades, era un viejo grande que no podía estar con la cabeza en el "sí" o "no" al que se sometían tantas personas en vano. Su vida era corta ahora, el "sí" debía predominar, y él estaba dispuesto.

Por eso la llamó, y la invitó. Quería que estuviera allí, que conociera otros lugares y se sintiera bien. Quería charlar con ella, saber quién era ella.

Y si no estaba interesada, bueno, sería otra historia. Por ahora, no quería pensar en eso.

***

Estefanía puso una pila de revistas en el centro de las mesas. Luego les repartió tijeras como las que usaban los niños, y mandó al pequeño Pablo con sus vacilantes pasos a repartir pomos de pegamento en cada una de las mesas.

–Hoy haremos algo sencillo, pero que las ayudará mucho. Viendo los resultados de las dos semanas pasadas, decidí que necesitan un poco de inspiración...

–Uff, está diciéndonos que nuestros trabajos fueron terribles. –se quejó Adela–Y no la culpo.

–No se puede ser poeta cuando te enteras que el gobierno no aumentará tu jubilación. –agregó Beatriz.

–Las estoy escuchando. –Estefanía sonrió––Las entiendo, pero aún así deben darse la chance de salir de esta realidad y pensar cosas mejores.

Elena asintió lentamente. Le preocupaba su jubilación, claro, pero también hacía días que no tenía nada coherente en la cabeza y escribir para el taller había sido imposible.

Además, todas ya tenían su libro y la miraban expectantes, como esperando leer otras maravillas de ella. Sentía la presión de cada par de ojos cada vez que abría su carpeta roja.

–De todos modos sus producciones siguen siendo hermosas. –Elena sintió la mirada de Estefanía sobre ella y tragó saliva. ¿Sería así de ahora en más?

–Uf sí, y ahora lo creo y todo. –comentó Rosa–El último poema se lo dediqué a mi perro. Y ni siquiera tengo perro.

–Aún así fueron poemas muy lindos. –Estefanía siguió con su sonrisa comprensiva–Bueno chicas esta es la oportunidad. Veo que están muy estructuradas y deben soltarse un poco más. La idea es que tomen las revistas y recorten palabras que les gusten. Pueden elegirlas por su color, su tipografía, el tamaño, etc. Pueden elegir palabras que sientan que su forma se corresponde con su significado. No las elijan por lo que dicen, hágalo por lo que ven.

–Pues yo no veo nada. –rió Felicia sacudiendo sus gafas, las demás la imitaron.

–Chicas, sólo déjense llevar por lo que ven y sienten. Con las palabras que recorten harán un poema, solo con esas. Las pegarán en una hoja en blanco y será un poema dadá.

–¿Dadá? ¿Qué es eso, dedicado a algún padre?

Todas rieron con el comentario de Beatriz.

–No, viene del dadaísmo, un movimiento que se caracterizaba justamente por la falta de estructuras y la creación a partir de otras cosas como por ejemplo, el azar. Vamos, comiencen, miren atentamente las revistas y recorten lo que les parece lindo.

Todas tomaron las revistas y comenzaron a mirarlas. De lejos, Elena oía la charla entre Adela y Beatriz. Al parecer, Adela había salido con Francisco y todo fue, según ella, excelente. Sonrió para sus adentros, se llevarían bien. Adela parecía muy entusiasmada y hasta sintió un poco de envidia. Ella no se estaba dando la oportunidad de eso. No dejaba sus estructuras, no era dadá.

Era martes, y en veinticuatro horas sería miércoles. Rafael había dicho "miércoles a las 10". No tenía nada preparado, porque estaba segura que no iría. Rafael podía llegar con la Guardia Nacional que ella no iba a salir de su casa. ¿Por qué? Porque no era como Adela. No improvisaba con las revistas que la vida le estaba dando. Quería animarse, como se animaba con cada palabra que prolijamente recortaba. Pero no tenía el coraje de juntar y pegar en una hoja en blanco. Su vida no era una hoja, estaba llena de cosas, no podía pegarle otras encima.

Y sin embargo, quería hacerlo.



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En el texto hay: literatura, amor, ancianos

Editado: 15.02.2021

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