Su partida no era definitiva. Estaba segura de que volvería en cualquier momento. Pero ya no la veía como una amenaza. Su relación había cambiado y sabía que su presencia solo sería un llamado de alerta cuando sus pasos no coincidieran con su persona, con su ser. Ya no le temía, había aprendido a escucharla.
Después de aquella extensa conversación su mirada era otra. Se enfrentó al espejo de su cuarto y por primera vez en mucho tiempo se encontró. En los últimos años miraba a través de él como intentando descubrir aquella persona desconocida que la observaba superficialmente. Era una sensación extraña. Su reflejo solo mostraba un cuerpo. Un envase cansado, opacado, oscuro. Era imposible mirar a través de él. Podía quedarse minutos mirándolo como si fuera un objeto más que ocupaba un espacio como cualquier otro mueble en la habitación. Esta vez fue distinto. Se asomó sin titubear parándose firme frente a aquella mujer que renacía. << Te encontré al fin>>, se saludó a sí misma dándose la bienvenida. Diminutas gotas de emoción comenzaron a rodar por sus mejillas. Se había creído perdida para siempre. Pero allí estaba, mas fuerte que nunca. Por primera vez sintió un intenso deseo de abrazarse, de mimarse, de quererse. Por primera vez sintió admiración, esta vez de ella misma. Por seguir, por no bajar los brazos, por no rendirse, por intentarlo una y mil veces, por levantarse cada vez, por creer.
Sentir. Eso sí que era nuevo. Había pasado por muchas etapas. Había sentido tanto dolor, tanta tristeza, tanta desesperación, agotando cada rincón de su ser que simplemente había dejado de sentir. Ya todo le daba lo mismo. Pero aquella noche su cuerpo emprendió un viaje a la vida misma. Las emociones empezaron a aflorar desde su interior, encendiendo cada recoveco de su cuerpo, dándole vida a aquel envase que ahora comenzaba a traslucir su alma dormida, retomando su vida.
Salió de su dormitorio y se dirigió al comedor donde se encontraban su hijo y su marido jugando en el piso con los autitos del pequeño. No se detuvo. Se sentó y los abrazó como muchas otras veces. Esta vez sintió. El amor desbordaba de su pecho y la alegría se apoderaba de ella. Un momento mágico. Era la vida misma.