Querido lector:
He culminado este breve pero vivo relato con una mirada muy diferente a la cual lo comenzó. No pretendo llevarte una solución mágica, ni reemplazar ningún tratamiento adecuado para tu condición. Simplemente, te transmito mi ardua experiencia en este camino hacia la vida misma. Una metamorfosis del alma. Una transformación mental. Un autodescubrimiento del ser. Un cambio. Uno extraordinario.
Jamás imaginé que la frase “nunca terminas de conocer a una persona” también aplicaría para mí. Y eso fue. Conocerme. Realmente conocerme. Como si fuera una total desconocida. Entendiendo mis ideas, mis pensamientos, mis pasos, mis decisiones, mis acciones. Mis sentimientos, mis emociones. Y lo sigo haciendo.
Creía que la felicidad plena no existe. Creía que viviría aterrada por siempre. Creía que moriría sin siquiera haber vivido. Creía que ya no sentiría. Creía que no podía. Hasta que dejé de creer para pasar a confirmar y garantizar mis ideas, descartando las que no cumplían con esas improbables creencias. Puse todo mi ser en marcha y actué.
Levántate. Actúa. Pelea. Busca. Encuentra. Disfruta. Tropieza. Continúa. Piensa. Respira. Siente. Grita. Llora. Libérate. Corre. Vuela. Ama. Haz lo que tengas que hacer, pero nunca te detengas, e incluso cuando lo hagas que sea para contemplar, para reflexionar, para observar, para presenciar.
No dejes que la vida pase por un camino paralelo. Tómala y se parte. Fluyan juntos. Siempre es ahora el momento ideal para vivir.
K. R.