— ¿Pero y tú qué, nada?
Me paré casi molesta de la silla y atravesé con la mirada a mi compañera de clase.
— Eso a mí no me interesa.
Nadie puede creer que yo no tenga novio. Actualmente ni sé quién ha establecido que es de obligatorio cumplimiento tener pareja o dejar de ser virgen después de los quince años, aunque hay quién está más adelantado que eso. Respeto mucho la privacidad de la gente, por ende excepto a que yo lo diga detesto que me pregunten, sobre todo si es consecutivamente. Alguien como yo en la escuela es visto con muy malos ojos.
— No entiendo mucho de vuestra generación, pero si ese es el problema...–me dice riéndose en voz baja.
— No tienen dignidad, ni amor propio, están influenciadas psicológicamente por la presión del grupo, algunas por factores familiares y ¿soy la exótica en la exhibición? –hablé ametralladamente como si me viniese siguiendo alguna persona.
— Vamos, no os pongáis así –trata de calmarme– todas no deben ser iguales.
— ¡No hombre, no! –exclamé con suma ironía– Está la burguesa, la reina meretriz, la liga de ambas, la mimada con cara de beata y la preadolescente con características propias de su edad –me senté en la cama– Hay gente igual a mí, lo que me da rabia es ver como no pueden defenderse.
— Eso ya está fuera de vuestras manos –suspiró– ¿y si les contáis la verdad?
Cerré mis ojos y dejé que mi cabeza cayera en la sutileza de mi almohada. Para cuando los abrí, él estaba allí. La gente no puede imaginarse todo lo que hay dentro de mi cabeza ni cuanta fantasía puede caber dentro de ella. Soy quizás una boba enamorada.
Abundante vegetación y flores de todos los aromas, una fuente de agua cristalina, un arroyo de peces dorados, mariposas de arco iris y un columpio donde esta esa persona. Se levanta para que me siente, lo hago y me mece en este mientras el aire nos despeina a ambos. Alzo la vista y diviso un cielo feliz que refleja la paz de mi alma. Ya no estoy furiosa.
— ¿Qué les digo? –mi mirada desvorda ternura– ¿qué estoy profundamente enamorada de un chico que solo yo puedo ver?
— Creo que es más sencillo eso a que os estén importunado a cada rato –añade con una débil sonrisa.
Conocí a Kay en mi infancia. Era común para mi estar sola en el hospital porque era muy enfermiza, así que me la pasaba leyendo y no tenía amigos. Un día encontré un extraño libro y antes de darme cuenta, alguien más yacía a mi lado. Desde entonces mi "todo" gira en torno a Kay. Mi familia no cree en algo tan paranormal como esto, como resultado aseguran que estoy loca y me impusieron ir urgente con el psicólogo. Sin embargo, sigo con la idea de defender lo nuestro aunque el mundo se oponga.
Deja de columpiarme y mi espalda se recuesta en sus brazos que son mi lugar favorito en la vida.
— Poco me importa si me ven como una demente y eso lo sabes, la única a la que debía decírselo era a mi madre y está de lo más conforme –me volteo y toco su rostro– Sé que un día tendré que dejarte ir...
Kay arranca una flor, la pone en mi pelo, se aleja un poco y me aprecia como si fuese una obra de arte. Solo tiene dos motivos para hacer eso: cuando cree que necesita una cámara para plasmar mi belleza o desea alejarse de un tema que le entristece demasiado...y algo me dice que no es la primera.
Los dos lo entendemos mejor que nadie.
Él es mi soporte emocional, si estoy deprimida me consuela, compartimos nuestras alegrías y los problemas los solucionamos juntos, para todo puedo obtener su apoyo. En el fondo no quiero que nada de esto se acabe, ni siquiera creo que pueda enamorarme de un chico real. Es la primera persona con la que siento una conexión especial, sentimiento que los jóvenes de mi generación no entienden ni pueden trasmitir.
— Si ese día llegase continuaré a vuestro lado aún si no alcanzáis a verme, me notaréis en todo lugar. No pertenezco a esta realidad y lo acepto, pero eso no significa que ya no siga a vuestro lado –se encogió de hombros– No olvidéis que vos sos mi alma geme...
— ¡No me olvides! –le interrumpí aguantando fuertemente en mis manos la flor que tenía en la cabeza.
No me había fijado de que esa era el nombre de la que había puesto en el pelo. Se sonrojó un poco y mi cara se iluminó de un salto con una sonrisa que no me cabía en ella.
— Tal vez algún día logre interesarme por un chico de mi generación pero tranquilo, dudo que exista en todo el universo una persona que pueda hacer latir mi corazón como lo haces tú –le abracé repentinamente.
La alarma sonó y desperté.
Ya era hora de la cena y mi mamá estaba dando vivos para que bajara a comer. Le respondí soñolienta y me estiré adolorida.
— Kay, estoy segura de que no he hecho mi tarea –me doy dos palmaditas en el rostro y me dirijo hacia la puerta– ¿Cuándo regrese me ayudarías con Matemáticas?
Puedo verle sentado en mi cama mirando la ventana con sus ojos azules en su pálido rostro. Despeina aún más su cabellera rubia ceniza y de forma vergonzosa señala mi escritorio.
— Te esperaré con ansias.
Me río para mis adentros por lo que he acabado de ver: por fin a comenzado a tutearme. Cierro la puerta y no he bajado el primer escalón cuando pronuncio mi frase preferida.
— No puedo negar que me gustas –me muerdo con énfasis los labios.