La primera llamada, no podía ser otra que de Juliette.
Hola ex-amor.
Bien comenzamos.
Quiero verte, señor importante, ¿Cuando tienes un hueco, en tu extensa agenda?
Para ti siempre hay tiempo en mi reloj.
Bien Juliette, podemos vernos en diez minutos, ¿Te parece?
Tengo libre ahora, voy yo – dijo Juliette.
Parece que se olió el pastel, su llamada fue tan oportuna.
Esto de venir, no es que físicamente vaya a venir, porque para eso están los avatares, lo único que fija es que el entorno de la reunión lo elige León. No podía desperdiciar la ocasión.
Escogió una RV en un Starbucks de finales del SXX, ruidoso, lleno de gente entrando y saliendo con unos sillones poco cómodos y con un fuerte olor a café, justo lo que fastidia a Juliette. Obviamente su relación no pasaba por sus mejores días. Qué lejos quedaron aquellos tiempos de Nostradamus.
Hola Juliette, precioso look – Hay que reconocerlo, ella siempre tan hermosa, con su nariz redondita arrebatadora, si no fuera porque no nos entendemos, merecería un buen revolcón.
León, tus palabras llenarían mi corazón si fueran sinceras – con su buen gusto habitual, había programado su nanotraje, con un movimiento suave y sensual; al tiempo que un leve cambio de tonos de color le recorría el cuerpo al ritmo de sus palabras. Ella sabía usar sus armas de mujer y cómo las había perfeccionado.
Lo son, lo son, al menos tu avatar me las provoca – dijo León.
Sabes que nunca los mejoro, muestran lo que hay al otro lado.
Entonces insisto arrebatadora y sexy – dudaba León, si lo hacía para ganarme para su protesta habitual o por decir lo que ves no lo podrás disfrutar.
Y ese olor a café, no podías elegir algo peor, ¿Verdad?
Lo siento Juliette, se me olvidó que odias el café.
Vale gracioso, vamos al tema, ok
Ya que llamaste, tú me dirás.
No sé si darte las gracias o demandarte.
Y ¿Eso?
Lo del nombre del planeta, ¿No habrá sido por mi?
Va a ser que si. Tú rondabas mi cabeza, cuando buscaba nombre a mis nuevos amigos.
Maldito tu sentido del humor, te prohíbo que lo uses, no puedo imaginarme la eternidad, diciendo que descubriste a los Julienitas.
Justo en ese momento, en la cafetería se produjo un gran alboroto. Entraron tres chavales ruidosos, escuchando alguna música molesta (la que odiaba Juliette precisamente), bueno no es casualidad, León dominaba la RV, podía elegir
León, me hartaste, esto es cosa tuya, quieres hacerme sentir mal.
Que va, es sólo software de la RV, que se activará aleatorio, digo yo.
Mira campeón, o le quitas el nombre al planeta o te arruino en abogados.
La verdad es que dinero al menos tiene para llevar esta lucha hasta el supremo.
Juliette, deberías saber que, salvo nombres malsonantes o repetidos, no hay ninguna norma o regla, que me impida poner el nombre que yo desee, y por más que te disguste. Pensé que sería una distinción, para ti, saber que das nombre a la única especie inteligente del universo además de los humanos. Serás recordada siempre.
Y ridiculizada siempre, no pienso aceptarlo. Tendrá consecuencias, piénsalo.
Seguro que las tendrá, de momento ya están en los medios las imágenes recreadas de los primeros Julienitas que ha visto la humanidad, a ver quién cambia eso.
Cuando Américo Vespucio puso “América” a lo que era Terra incógnita, ahí quedó el nombre para la eternidad. Siendo justos debería haberse llamado Isabela, por la católica majestad, que fue la impulsora del descubrimiento; la historia no es justa, y ahora poco importa quien gane en los tribunales dentro de años, estas criaturas serán los Julienitas digan los jueces lo que digan.
De pronto se cortó la sesión RV, claramente Juliette, la había dado por concluida, muy posiblemente pronto recibiría noticias.
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