Hola Mundo - Por fin he llegado

Salon de Crau, año 1.550

Una vez superada la crisis de los nanobots, Gaia recompuso el plan de viaje previsto para visitar a Nostradamus. César fue informado e incorporado al equipo que visitaría aquel período.

  • No es tan fácil como parece – repite la eterna retahíla Regine – bastante cansada tras un mes encerrada con León y César, ultimando los preparativos para la visita al SXVI.
  • Ya ni siquiera pienso en la dificultad. Lo que estoy es deseoso por comenzar, me consume la curiosidad y la inacción – decía César mucho más impetuoso y lanzado.
  • Hace más de 50 años que nos conocemos, cuantas decisiones críticas hemos tomado, la de miedos que hemos superado, esto es un paseo – dijo León.
  • Un paseo de cinco años, te recuerdo – respondió Regine – vamos a dormir, mañana será el gran día.

A las 7:30 comenzó la actividad en el refugio, preparativos, algo de música, movimiento de unos y otros, al poco rato estaban los tres sentados a la mesa, apurando el desayuno, con el nerviosismo propio de los aventureros, ante el nuevo mundo que se les va a abrir.

  • Buenos días – se oyó la voz cantarina de Gaia, mostraba su entusiasmo.

Con la visita al pasado se cerraba el plan trazado durante un bucle de 530 años. De estas tres personas dependía el éxito. Confianza y esperanza iban de la mano, nada debía fallar; pero todo estaba en el aire.

Intentar que un bucle en el tiempo se cumpla con exactitud, es inexplicable para el conocimiento humano; pero en el caso de Gaia era diferente. Ella jugaba con múltiples lecturas de realidades alternativas; había dedicado recursos ilimitados, ajustado incertidumbres; hizo simulaciones y tomó decisiones divergentes; hasta que las piezas encajaron. Obviamente el resultado buscado, era aquel que conducía a esta solución en particular. Ella había calculado, el momento y la forma de comenzar, así como el camino a seguir durante estos cinco años en el S XVI.

  • Por hoy no vamos a hacer nada riesgoso, llamaremos a la puerta de mayo de 1550, al llegar deben ser las cuatro de la madrugada del día 6, o sea un desfase de cinco horas. Está hecho adrede para que vuestros cuerpos puedan descansar lo máximo. En aquella época como no había luz eléctrica, al caer la noche la gente se refugiaba en sus casas. Aquí serán las doce de la noche poco más o menos, vosotros podéis volver a diario, cada mañana tendréis 4 o 5 horas aquí, para atender vuestras vidas y asuntos. Ahora al llegar saldremos de la cueva, hay que inspeccionar el estado del exterior, comprobar la hora nocturna – dijo Gaia.

Una vez desayunados, cada uno se acomodó en un contenedor largo y ovalado, con el cuerpo extendido, descansando sobre una suspensión de nanobots, que lo acogía. Proporcionaba las atenciones necesarias, iban a pasar muchas horas al día; tumbados en esa postura. Hay que prevenir la aparición de escaras, dolores musculares, tirones. Por supuesto atender cosas tan básicas como suministrar líquidos, alimentos y retirar residuos, además de mantener un alto grado de higiene. Como tenían implantes conectados a los nanobots, cualquier demanda o molestia se atendería al instante, sus cuerpos estarían supervisados cada segundo.

  • ¿Ya? – se preguntó César.
  • ¿Ya? – repitieron Regine y León.
  • Si, esto es todo, estáis en el mismo sitio; pero no en el mismo tiempo. La cueva acaba de ser terminada, vais a usar estos equipos por primera vez – dijo Gaia.
  • De pronto se encontraron de pie en la misma habitación. Todo les resultaba familiar, excepto sus propios cuerpos, salieron los tres al tiempo a buscar un espejo.
  • Qué viejo y feo, ¿Soy más bajo? – se dijo León.
  • Y a mi qué me dices, mira el pelo lleno de canas, las arrugas, qué asco mi boca, nooo – decía Regine cuanto más se examinaba, menos reconocía a aquella mujer del espejo – sí eres más pequeño, estás flaco le dijo a León según asimilaba la nueva imagen.
  • Jajaja, vaya dos viejos, miradme – gritaba alborotado César. Él tenía el aspecto de un chico de 15 años adolescente, menudo larguirucho, bigotillo incipiente, pelo alborotado, y unas ganas incontenibles de dar saltos y hacer chanzas.
  • Veo que estáis sorprendidos, lo supuse – dijo Gaia – Según lo planificado, seréis una familia. Tú León el padre con un hijo de tu primer matrimonio. Regine recién te casaste con él, has tenido tres hijos; pero murieron en una de las epidemias de peste. Poco a poco iréis asimilando vuestras historias.
  • Vuestros nombres son importantes, para ser aceptados por la comunidad. Hay que acreditar una procedencia digna y una historia familiar decente, para ser aceptable por la comunidad. He estado rebuscando en la historia local y salvo error en mis investigaciones, seréis parientes de Adam de Craponne. Concretamente el padre de León, es hermano por parte de padre del padre de Adam. Quien murió en la epidemia de peste negra del 1505 en el norte de Italia, de donde procede la familia de Craponne, los Gageyron. Tú te criaste sin padre, tu nombre será Paul de Gageyron – dijo Gaia dirigiéndose a León.
  • Y tú eres viuda, este es tu segundo matrimonio, tu primer esposo murió en el norte de Italia en una refriega callejera. Por aquel entonces conociste a Paul, cuya primera esposa había fallecido al dar a luz a César su único hijo. Te llamabas Lavinia Zappi de soltera, ahora eres Lavinia Gageyron. Tu familia paterna eran los Zappi, una noble y antigua familia italiana – explicó Gaia a Regine
  • Y en cuanto a ti, mozalbete, te vas a llamar exactamente igual, así no habrá confusiones, César Gageyron. Y más vale que te guste – le dijo Gaia al joven imberbe.

Hechas las presentaciones, César se dirigió a la roca que daba acceso a la galería de la cueva. Al momento la roca “sólida” se disolvió, dejando paso a la oscuridad más absoluta de la galería, salieron los tres en fila hasta el promontorio donde estaba la entrada a la cueva.




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