Hola, tú

III

Hola, tú. 

Que si quién soy, te preguntarás. 

¿Por dónde empiezo?

Yo soy el extraño que camina detrás de tí en los callejones abandonados, los ojos que te miran con odio cuando haces algo bien. Soy lo que te espera del otro lado de un tunel oscuro y el escalofrío que te recorre el cuerpo en las noches frías. 

Soy lo que espera detrás de la profunda negrura de una alcantarilla, el olor fétido que emana de ella, cada criatura que allí se esconde. 

Soy el crepitar del fuego de una vela, amenazando con caer sobre cualquier cosa inflamable cerca y con ello desencadenar una llamarada que consuma todo a su paso. Soy el filo de un cuchillo nuevo y brillante en las torturadas manos de un suicida. Soy el llanto de una madre sobre la tumba de su hijo y el último aliento de un soldado herido en la crudeza de la guerra. 

Yo soy los gusanos que consumírán cada parte de tus vísceras y las convertirán en parte de la tierra cuando mueras, soy la piel pegada a las costillas de un huesudo niño hambriento y el cuervo que acecha sobre su cabeza, esperando la hora para poder comer. 

Soy el león astuto y mordaz que espera el momento justo para deborar a la oveja indefensa, soy la bestia que espera bajo tus pies en la inmensidad del mar, soy la muñeca fuera del lugar donde la dejaste el día anterior, el monstruo del armario al que le temías de niño y soy lo que, aún ahora, te hace cubrirte de pies a cabeza con una manta, como si con eso pudieras mantener la conciencia y el sueño tranquilo. 

Soy la sangre que se escurre y se expande en el suelo con una lentitud exasperante a través del agujero de la bala de un asesino, soy la mano cuyos dedos esperan sobre el interruptor a encontrarse con los tuyos en una habitación oscura, soy el silbido del viento de una tormenta a través de la ventana abierta y el chirriar de la madera en los escalones de una escalera. 

Yo soy la sombra que creíste haber visto por el rabillo del ojo el otro día mientras ibas por la calle.. Soy la persona sentada en la silla de la esquina de tu habitación en la oscuridad de la madrugada. Soy la cara espeluznante que esperaste que apareciera detrás de tí en tu espejo cuando levantaste la cabeza del lavabo del baño, quien creías que estaba detrás de ti cuando cerraste los ojos en la ducha mientras enjuagabas el shampoo de tu cabello o la mano que esperabas que tirara de tus pies cuando colgaban por fuera de cama. 

Yo soy el sonido del repiqueteo de los platos de tu solitaria cocina durante la noche, el retumbar de los truenos que no te dejan dormir tranquilo. Soy el cuerpo sin rostro que creíste haber visto en la distancia y quien espera el mínimo descuido de tu parte para atacarte a tus espaldas. 

Soy la respiración que sientes en la nuca cuando no puedes dormir, soy la bestia que esperas que aparezca a la vuelta de una curva y salte sobre tu auto en una carretera o un camino sin luces ni compañía. Soy el golpe contra el cristal de la ventana de la décima planta, soy el sonido de los rasguños en la puerta, los gritos desgarradores de las tres de la mañana y ese no se qué que se aloja en las esquinas al que los perros tanto le ladran de repente. 

Y aún cuando no te identifiques con nada de lo anteriormente mencionado y creas no haberme visto nunca, no te confíes.

¿Ya te fijaste en quién está a tu alrededor? O junto a tí. ¿Estás solo? ¿Seguro? ¿Ya miraste detrás de tí? O en el techo quizá.

¿Estás seguro de la persona que te acompaña? ¿De sus ojos, de la forma en la que actúa? ¿Cómo puedes saber con certeza que se trata de él o ella? ¿Sabes sus verdaderas intenciones? Lo que sabe, lo que siente, lo que piensa, lo que podría hacerte. Tan solo es dar un paso y puff, podrías no contar la historia. Solo se necesita un segundo, una decisión, un arma, un pensamiento. 

¿Ya revisaste el armario, debajo de la cama o detrás de la puerta? Quién sabe qué podría haber ahí, te lo digo yo, que es de mis lugares favoritos. 

¿Aún no me has notado? Que lástima, porque sería mucho más placentero para mí si nuestra relación no fuese unilateral, si no huyeras cada vez que hago presencia. Te prometo no hacerte daño si me dejas ser. No puedo pelear con la muerte de todas formas, ese no es mi trabajo. Y si tanto te preocupa, ¿te has puesto a pensar que es una estupidez? No importa cuántas veces evites las calles oscuras, el estar solo, los cuchillos u objetos filosos, conducir de forma descuidada o aquella persona que te inspiraba cierta inquietud, incluso no importa que tanto mires a ambos lados antes de cruzar la calle o dejes que las llaves se deslicen entre tus dedos como arma de defensa. Te recuerdo que tu hora está escrita y sellada, así que tus esfuerzos por evitarlo fracasarán. Estás destinado.

Ah, pero no permitas que este conocimiento te controle, es mas divertido controlarte yo. Hacer que tu corazón comience a latir desbocado, que tu piel se erice, que tu respiración se vuelva irregular, hacerte sentir lo que tu raza llama miedo. Tan paralizante y agridulce, así me gusta. 

Que bien te ves hoy, por cierto. Me gusta como te queda ese color, me hace sonreír. Es una pena que no puedas verme, porque aunque creas no haberme visto jamás, yo siempre te estoy mirando a tí.

 

 

 

 



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En el texto hay: suspenso, terror, micro cuentos

Editado: 19.10.2020

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