Holster: Testimony

Cartuchera

—Y bien ¿qué lo trae tan… Decaído?

—Nada.

—Algo debe ser. Cuénteme si le apetece, pero aquí nadie lo obliga.

—Bueno, ya que quieres escuchar: empiezo a reconocer que esto de ser la cartuchera de una niña es más complicado que pagarle a la cajera del supermercado chino de la esquina.

—¿Por qué?

—¿Tengo que explicarlo? Bueno, mi argumento es que a ella no le importa lo más mínimo mi bienestar.

—¿Por qué lo dice? ¿Lo trata mal?

—Sí —se encoge de hombros y en su semblante se dibuja enojo, visible para el Ken uniformado—. Cree que todo gira alrededor de ella.

—Lo ha estado ignorando, ¿no es así?

—A todos. No le importa nuestro sentir, le da igual, aquí solo manda ella.

—¿Y qué le hizo para que esté tan molesto con ella?

—Siempre me llena la boca de cosas…

—Porque para eso sirve —aclara sin querer para luego retractarse—: Oh, discúlpeme. No volveré a interrumpirlo.

—¡Pues bien, porque aún no he terminado! Nunca pregunta antes de actuar. Y Abby tampoco sabe escuchar, le gusta todo masticado.

—¿Quién es Abby?

—Mi dueña, por supuesto. ¿Quién más?

—¿Alguna vez le explicó —hace una pausa breve para continuar correctamente. Tiene que haber una solución— cómo se siente.

Basta, ya más de mil veces, pero me encaja todavía más que antes. Cada que puede, me ignora, y ya me rendí de intentar que abra los ojos.

—¿Y si sigue intentando? Trate de hablar seriamente con ella al respecto.

—No serviría de nada. Ella siempre tiene la razón, la opinión de los demás no es relevante en su «pequeño mundo».

—Bueno… —piensa un rato en una pregunta coherente—. ¿Pero sabe si lo hace a propósito? Lo más probable es que no sea su intención y que esté tan concentrada en otras cosas que no se da cuenta de que hiere a los demás.

—No me caben dudas de ese no es la raíz del problema.

—Pero ¿realmente está seguro?

—Totalmente. Y si es así, significa que no le importa lo que sentimos, lo que concuerda con lo que ya te he dicho. Encima se queja porque su amigo no le da bola; a nosotros, ¡polilla muerta!

—¿Polilla muerta?

—Quiero decir que no hace caso. Antes de andarse quejando por Fernando, primero debe darse cuenta de que ella comete el mismo error. Pero no parece que quiera enterarse de la verdad. Mira, te cuento: toda la semana voy a la escuela como un bus, cargado de materiales. Todos viajan dentro de mí como si fueran sardinas enlatadas, y ni hablar de si llega a haber una turbulencia: solo se la agarran conmigo ¡cuando Abby es la verdadera culpable! Y es una auténtica tortura cuando se trata de las tijeras.

—¿Y ha pensado en que, solo quizás, no es el único que está pasando por lo mismo.

—¡Por supuesto! Por ejemplo, he visto que a las hojas las tatúan a cada rato. ¡Pobres, ni les da tiempo de gritar! —se lamenta la cartuchera—. Pero todos estamos en las mismas, supongo.

—Si solo viven para sufrir, ¿por qué no les da una mano? Sería como si se estuviera ayudando a usted mismo, claro que de forma indirecta; al implementar este método, estaría evitando lo que le sucede. Puede poner su granito de arena, eso no le costaría nada si se lo propusiera. Después de todo, la ayuda es gratis —señala con la lapicera que sostiene en alto, como para seguir defendiendo su argumento. Aquel sí que es uno de los sujetos más difíciles con los que tiene que tratar a lo largo de su carrera.

—Pero el tiempo sí. Y tengo mis propios problemas como para estar ocupándome del los suyos.

—¡Ahí está! —se le prende el foco.

—¿Eh? —se confundé el otro.

—Así como usted dice «tener preocupaciones», ella también. Hay que entenderla, no puede estar pendiente de todo lo que pasa a su alrededor. Aunque también hay que admitir que probablemente los dos están mal, tango Abby como usted. Viven tan concentrados en sus vidas, dentro de una burbuja impenetrable, que no comprueban si sus conocidos y seres queridos están tan mal como ustedes. Tienen que poner más en práctica la solidaridad, eso les vendría bien. Pero si, en todo caso, no dan abasto con tanto peso, nadie los obliga a cargarlo. Eso ya quedaría del lado de ustedes.

»Dígale a Abigail esta semana, o cuando le parezca mejor, cómo se siente, pero no se lo guarde por mucho tiempo, ¿sí? O podría explotar inevitablemente y herir a quienes más ama, y que seguramente no tienen culpa de su dura situación.

—Claro, entiendo… —Asiente—. Lo intentaré.

—No lo intentes —lo penetra con la mirada y dice una palabra que ha salido por su boca ya más de mil veces—, hazlo. Tenga por seguro que cuando terminen de aclarar sus diferencias, todo mejorará. Aunque sea un poco. —Le sonrié abiertamente al notar que está algo nervioso e indeciso. Eso suele ser de lo más normal cuando ponen un pie dentro de aquella habitación amueblada, y como ya está acostumbrado a ello no le cuesta mucho hacerlos sentir a gusto.

—¿Y si no quiere escucharme?



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En el texto hay: humor básico

Editado: 26.01.2025

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