Esto es lo que eres: un error que respira.
La arrogancia era la corona que todos llevaban, y era pesada como una lápida. No fue un dios airado ni una estrella errante lo que nos condenó. Fue una promesa rota, susurrada en los pasillos del poder por hombres que soñaban con un mundo limpio de enemigos. Los Hombres de Polvo, se llamarían a sí mismos, como si pudieran sacudirse la sangre de las manos. Desataron un fuego que no pretendía destruir el mundo, solo a sus rivales. Qué tontos fueron al pensar que el fuego obedecería.
El cielo no estalló; se desgarró, dejando una telaraña de fuego como cicatriz permanente. El mundo se convirtió en un crisol donde la tierra, la piedra y el metal se fundieron, levantándose en una niebla gris que se asentó como un sudario. Mil metros de fracaso apilados sobre nuestras cabezas. No es polvo. Es el hueso molido de un planeta, el último aliento radiactivo de miles de millones.
Mientras su mundo ardía, ellos huyeron. Ascendieron en naves de plata, con su ciencia como única amante y su desprecio por lo que dejaban atrás como único legado. Desde la fría negrura del espacio, vieron arder su cuna y la llamaron "un mal necesario".
Los que quedaron buscaron refugio en las entrañas de la tierra, en búnkeres que prometían una salvación que nunca llegó. El calor los encontró. La radiación los reclamó. Pero no los borró. La energía no solo los fundió; catalizó una Fusión Álmica en sus núcleos. Alma con alma, miedo con hormigón, hasta que solo quedaron brasas silenciosas, corazones mágicos latiendo en la oscuridad.
De esas brasas nacimos nosotros. Los Hombres de Ceniza.
No conocimos el cielo azul. Nuestro firmamento es la opresión gris de la Ceniza. No anhelamos el sol. Nuestra vida florece en la oscuridad del Rescoldo, en cavernas alimentadas por la magia que fluye de la propia muerte del planeta. Rescoldo: brasa menuda resguardada por la ceniza. Lo que queda cuando todo parece haber ardido. Lo que aún puede arder.
Somos los hijos de la catástrofe, la prueba viviente de que la vida es más terca que el orgullo.
Pero cada don tiene su precio. La Ceniza nos dio la vida, pero también la Maldición del Alma: los Ecos de aquellos que murieron, sus miedos, sus fracasos, su arrogancia. Revivimos su final una y otra vez, una herida que nunca cicatriza.
Y ahora, las estrellas traen una nueva amenaza. Las naves de plata regresan. Los Hombres de Polvo, nuestros creadores y destructores, vuelven para reclamar su mundo perdido, para borrar la Ceniza y, con ella, a nosotros. Nos llaman una plaga, una deformación.
Pero las profecías susurradas en los Ecos hablan de algo más. Hablan de un poder que nacerá de la desesperación. De una hija de la Ceniza marcada por un don terrible. De un príncipe del Polvo forjado en sombras. Y de un vínculo prohibido que podría ser la salvación... o la extinción final.
El mundo no olvidó. Solo esperó, enterrado bajo mil metros de advertencia. Y cuando el Polvo regrese a reclamar la tierra muerta, el Rescoldo sabrá si fue engendrado solo para recordar... o para vengar.
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enemigos a amantes, romantasy, ciencia ficción post-apocalíptica
Editado: 03.10.2025