Hombres de ceniza (romantasy-concurso)

Capítulo 5: La Fusión Violenta. [Punto de Vista: Shiva Mae]

La alarma era un cuchillo de sonido que desgarraba el aire. Las luces blancas del complejo parpadearon, tiñéndose de un rojo intermitente.

"¡Nos han detectado! ¡Vámonos, ahora!", gritó Roric.

El caos estalló. Los soldados del Polvo emergieron de las pasarelas, sus movimientos precisos y letales. Nuestro pequeño equipo respondió con la desesperación de los acorralados. Me moví entre las sombras, Caelan a mi lado, nuestros cuchillos de obsidiana buscando la carne bajo el metal.

Pero mis ojos seguían volviendo a él. Al Príncipe del Polvo.

No se unió a la lucha. Se movía con una calma aterradora, su objetivo claro. No era mi equipo. Era yo. Su Sombra Viva se extendió, no como un arma, sino como una red, bloqueando mis rutas de escape, guiándome, acorralándome.

Finalmente, me encontré con la espalda contra un pilar de metal frío. Él estaba frente a mí, a solo unos metros de distancia. El combate a nuestro alrededor parecía desvanecerse.

"Tu firma energética es una anomalía", dijo, su voz tranquila, analítica, como si estuviera describiendo un espécimen. "Debes ser contenida".

La desesperación se apoderó de mí. No había a dónde huir. Solo quedaba una opción. La que siempre había temido.

Extendí mi mano, y en lugar de atacar, hice lo que mi naturaleza me dictaba. Tiré. Intenté absorber la esencia de su Sombra, beber de ese vacío con forma de hombre.

Fue un error catastrófico.

[Punto de Vista: Umberto Sagan]

La vi extender la mano. Un gesto primitivo, ilógico. Esperaba un ataque de energía, una explosión de Ceniza. En cambio, sentí un tirón. Un tirón en el núcleo de mi ser, en la Sombra Viva que era una extensión de mi propia voluntad.

Y entonces, el contacto.

Mi sistema, un bastión de lógica y control, fue invadido. No fue un ataque físico. Fue una corrupción de datos a nivel existencial. Un torrente de emociones caóticas inundó mis circuitos neuronales: el amor feroz y protector de la Aberración por su hermano, el miedo visceral a la Matriarca de su Consejo, el dolor agudo y punzante de mil almas muertas.

Era un virus. Un virus de sentimiento puro que mi sistema no podía purgar. Mi Sombra Viva, siempre bajo mi control absoluto, parpadeó, inestable, por primera vez en mi vida.

[Punto de Vista: Fusionado]

En el instante en que sus poderes chocaron, el mundo exterior se desvaneció. La alarma, los gritos, los disparos... todo se convirtió en un murmullo lejano. Una burbuja de silencio y distorsión nos envolvió. El tiempo se congeló.

Nos separamos, tropezando hacia atrás, jadeando.

Yo, Shiva, me llevé una mano a la cabeza. El caos de los Ecos había sido reemplazado por un zumbido de ecuaciones frías y perfectas. Por un instante, vi el mundo como lo veía él: no como un lugar de dolor y memoria, sino como un sistema de líneas de energía, probabilidades y eficiencias que debían ser optimizadas. Era sofocante.

Yo, Umberto, me agarré el pecho, una oleada de dolor que no era mía recorriéndome. Era el Eco de un soldado de Ceniza que acababa de morir cerca, su miedo a la oscuridad final inundándome. Miré a uno de mis propios soldados, y por un instante, sentí un terror irracional hacia su armadura, hacia su fría perfección. Era nauseabundo.

Este momento de desorientación duró solo unos segundos, pero fue una eternidad. Ya no éramos solo nosotros mismos. El otro estaba allí, una reverberación, un fantasma en nuestra propia conciencia.

La burbuja de silencio no pudo contener la paradoja.

Estalló.

Una explosión de energía gris y plateada, ni Ceniza ni Polvo, surgió de nosotros, no como un ataque, sino como el resultado de dos sistemas incompatibles intentando corregirse a la vez. La onda de choque nos lanzó por los aires como muñecos de trapo.

Choqué contra una pared, mi cabeza golpeando el metal. Lo último que vi antes de que la oscuridad me reclamara fue la onda de energía golpeando el corazón de la Máquina de Limpieza, que estalló en una cascada de chispas y metal fundido.

La misión había sido un éxito.

Y un fracaso catastrófico.




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