Hombres de ceniza (romantasy-concurso)

Capítulo 6: La Contaminación. [Punto de Vista: Umberto Sagan]

Desperté en la pulcritud estéril de la enfermería de mi nave. El diagnóstico del sistema era claro: trauma físico menor, agotamiento de energía y una anomalía neuronal no clasificada. Pero el informe no podía medir el verdadero daño.

Mi primer pensamiento no fue sobre la misión fallida, ni sobre la máquina dañada. Fue un pánico ilógico, una oleada de emoción tan ajena y abrumadora que mi sistema la clasificó como un ataque psiónico. Era el recuerdo, vívido y punzante, del amor feroz que la Aberración sentía por su hermano. No era un dato. Era un sentimiento. Y estaba dentro de mí.

"Príncipe, ¿se encuentra bien?".

La voz de Valerius me ancló a la realidad. Me incorporé, mi cuerpo protestando débilmente. "Estoy funcional, Comandante. Informe".

Mientras Valerius detallaba la retirada caótica y el sabotaje parcial de la máquina, mi discurso fue impecable. Mi rostro, una máscara de control. Pero mi interfaz de realidad aumentada, mi HUD interno, estaba plagada de "datos corruptos". Imágenes fugaces de los ojos de Shiva, dilatados por el miedo y la furia. El eco de su grito silencioso cuando la acorralé. El sistema intentaba purgar los archivos, pero reaparecían, como un virus persistente.

Valerius me observaba. "¿Órdenes, señor?".

"Establezca un perímetro. Analice los restos de la explosión. Quiero un informe completo sobre la firma energética de la Aberración", ordené.

Noté su ligera vacilación. "Señor, con el debido respeto, su concentración parece... disminuida. Quizás debería descansar".

"Ejecute mis órdenes, Comandante", respondí, mi tono más afilado de lo necesario.

En la soledad de mi laboratorio privado, intenté hacer lo que siempre hacía: analizar, cuantificar, controlar. Proyecté los datos del encuentro en el holotanque. La energía de la Aberración danzaba frente a mí, un caos de picos y valles impredecibles. Pero cada vez que intentaba aislar una variable, cada vez que intentaba aplicar un algoritmo de clasificación, la "infección" contraatacaba.

Fui asaltado por el olor a roca húmeda y hongos. El recuerdo del tacto de su mano, no en mi mente, sino en la memoria fantasma de mi propia piel. El dolor agudo de una herida que nunca había recibido. Era como intentar analizar un virus mientras este reescribía activamente mi propio código fuente.

La lógica se desmoronó. El análisis era imposible.

Una nueva y terrible claridad se apoderó de mí. Mi objetivo había cambiado. Ya no era "estudiar al espécimen". Se había convertido en una necesidad desesperada y personal: aislar y purgar la corrupción Mae de mi sistema. Y para entender el virus, necesitaba la fuente original.

Accedí a la consola de mando, mis dedos moviéndose con una nueva urgencia.

"IA, inicia todos los protocolos de rastreo de firmas energéticas híbridas. Ignora las directivas de no-interferencia. Prioridad Alfa".

La IA respondió con su calma habitual. "Directiva en conflicto con los protocolos de contención del Alto Mando, Príncipe".

"Anula", ordené, mi voz un susurro tenso. "Encuéntrala".

Mi lógica no había sido destruida. Había sido secuestrada. Secuestrada por la necesidad primordial de curarme a mí mismo, aunque para ello tuviera que desgarrar el universo para encontrarla.




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