Desperté en una de las camas de la enfermería del Rescoldo. El olor familiar a musgo medicinal y Ceniza purificada debería haberme tranquilizado, pero no lo hizo. Había un nuevo sonido en el silencio de mi mente. Un zumbido bajo y persistente, frío y ordenado. No era un Eco. Era él. Un fantasma de lógica pura que se había instalado en mi alma.
Caelan estaba a mi lado, su rostro una mezcla de alivio y preocupación. "Shiva... volviste".
Asentí, pero mi atención estaba dividida. Mientras una parte de mí se anclaba a la presencia de mi hermano, otra parte estaba lidiando con el "huésped" en mi cabeza.
La puerta se abrió y entraron. La Matriarca Elara, con su serenidad venenosa, y el General Kaelen, su rostro una máscara de impaciencia.
"La misión fue un fracaso, Mae", dijo Kaelen sin preámbulos. "La máquina está dañada, pero no destruida. Y perdimos a dos soldados".
Intenté responder, explicar el caos, la aparición del Príncipe. Pero mientras buscaba las palabras, la voz en mi cabeza susurró, fría y analítica: Respuesta emocional. Ineficiente. Presenta los datos objetivos.
"Nos tendieron una emboscada", dije, mi propia voz sonando extraña, demasiado controlada. "El Príncipe del Polvo estaba esperando".
Elara sonrió, una curva cruel en sus labios. "¿O te estaba esperando a ti, niña? Los informes dicen que te enfrentaste a él. Sola".
El miedo me recorrió, pero la voz interna volvió a la carga: Acusación sin pruebas. Explota su falta de información. Contrapunto: cuestiona su liderazgo.
"Sus informes son incompletos", respondí, sorprendiéndome a mí misma por la audacia. "¿O es que sus vigías no pudieron seguir el ritmo?".
La sonrisa de Elara se desvaneció. Kaelen dio un paso al frente. "¡Basta! Lo que importa es lo que sucedió después. La explosión. Una firma energética que nunca hemos visto".
El estrés del interrogatorio, la presión de sus miradas acusadoras, la lucha constante con la voz en mi cabeza... fue demasiado. Sentí un pico de ansiedad, un deseo desesperado de que se callaran, de que me dejaran en paz.
Y el poder respondió.
No fue mi poder. No del todo. Una mancha de Sombra Viva, del tamaño de un puño, se materializó en la pared de roca detrás de mi cama. Absorbió la luz y el sonido durante un segundo que se sintió como una eternidad, un parche de vacío absoluto, antes de desvanecerse.
El silencio en la habitación fue total.
Caelan dio un paso atrás, su rostro una máscara de incredulidad y horror. "Shiva... ¿qué has hecho?".
Elara, sin embargo, no parecía sorprendida. Parecía... validada. Su sonrisa regresó, triunfante. "No es suficiente con absorber sus almas, ¿verdad? Ahora debes convertirte en ellos. Eres una profanación andante".
Se giró hacia Kaelen, su decisión final. "Esta contaminación no puede permitirse. Será sometida al Ritual de la Llama Blanca. El Polvo será purgado de su ser".
Kaelen, pragmático como siempre, asintió. Para él, era una solución. Eliminar la variable incontrolable.
"¡No!", gritó Caelan, interponiéndose. "¡No pueden hacerle esto!".
Pero los guardias ya estaban entrando. Mientras me agarraban, mi propio miedo luchaba contra la fría lógica del huésped en mi mente.
Miedo: Reacción primaria. Inútil. Lógica: El ritual es una solución terminal. Probabilidad de supervivencia: 3.4%. La única acción lógica es la evasión.
Me llevaron a la fuerza, arrastrándome fuera de la enfermería. La voz en mi cabeza era clara, desapasionada, aterradora. Y por primera vez, mi propio instinto de supervivencia y su fría lógica estaban de acuerdo en una cosa.
Debía escapar.
#5432 en Novela romántica
#1577 en Fantasía
enemigos a amantes, romantasy, ciencia ficción post-apocalíptica
Editado: 26.10.2025