"Señor, hemos perdido su firma energética. Se ha adentrado en el Rescoldo Profundo. Los sensores no pueden penetrar más allá de ese punto".
La voz del técnico del puente de mando era un zumbido distante. Mi atención estaba fija en el holotanque, donde el archivo corrupto del Protocolo Quimera parpadeaba en mi mente una y otra vez. Sagan y Mae. Linajes fundacionales separados.
No éramos enemigos. Éramos un experimento fallido. Una ecuación deliberadamente desequilibrada.
"Príncipe", la voz de Valerius me sacó de mi ensimismamiento. Estaba a mi lado, su rostro una máscara de preocupación controlada. "El Alto Mando ha respondido. Su orden es clara: abortar la persecución individual. Consideran a la Aberración una pérdida aceptable. Debemos reagruparnos y reevaluar la estrategia de purga".
Asentí lentamente, mi mente procesando las implicaciones. Me estaban ordenando que la abandonara. Que la dejara morir en la oscuridad, llevándose con ella la única clave para entender la "contaminación" que ahora corría por mis venas.
Desde la Fusión Violenta, había estado luchando contra ello. Oleadas de emociones que no eran mías. El recuerdo de una risa bajo un cielo de hongos. El dolor fantasma de una rodilla raspada. Eran fragmentos de ella, incrustados en mi conciencia como metralla. Mi sistema intentaba purgarlos, catalogarlos como datos corruptos, pero era inútil. Eran parte de mí.
"Prepara mi caza personal, Comandante", dije, mi voz sonando extrañamente tranquila.
Valerius se tensó. "Señor, la orden del Alto Mando..."
"La orden del Alto Mando es irrelevante", lo interrumpí, girándome para enfrentarlo. "No entienden la naturaleza de la amenaza. O del activo. Yo sí".
Vi la duda en sus ojos, la misma que había visto años atrás en la simulación. La lealtad al protocolo luchando contra la lealtad al hombre.
"Esto no es una desobediencia, Valerius", mentí, aunque quizás no del todo. "Es una misión de reconocimiento de alto riesgo. Iré solo. Si no regreso en doce ciclos, asuma el mando y proceda como considere oportuno".
Antes de que pudiera protestar, me di la vuelta y me dirigí a mi hangar privado. No preparé un equipo de asalto. Preparé un kit de supervivencia. Raciones, un medkit avanzado con estabilizadores de nanitos, y un generador de campo de sigilo personal. Me estaba preparando no para una batalla, sino para un encuentro. Para una negociación.
Mientras guardaba el equipo, mi mente, ahora una mezcla de lógica y los ecos de ella, comenzó a trabajar. Ella estaría herida. Estaría con su hermano. Necesitaría un refugio, un lugar seguro para hablar, para entender. La imagen de una grieta en la roca, un lugar oculto y defendible, apareció en mi mente. No era un pensamiento táctico. Se sentía... instintivo.
Me detuve, mirando el medkit. Los nanitos podían reparar casi cualquier tejido del Polvo. Pero, ¿qué harían contra una herida mágica de la Ceniza? La pregunta era una variable desconocida. Y solo había una forma de obtener los datos.
Desactivé mi baliza de rastreo personal, el acto final de traición. Por primera vez en mi vida, era un fantasma para mi propia gente. Un príncipe sin imperio, persiguiendo a una proscrita en un mundo que ambos estábamos destinados a heredar y destruir.
La idea de lo que estaba a punto de hacer debería haberme aterrorizado. Pero mientras me adentraba en la oscuridad del túnel, solo, siguiendo una intuición que no era del todo mía, la única emoción que sentí fue una extraña y terrible calma.
La calma de un hombre que finalmente se dirige a casa.
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Editado: 26.10.2025