Hombres de ceniza (romantasy-concurso)

2.3: La Sentencia de Elara

Un escalofrío me recorrió la columna. Estaba diciendo, en términos educados, que si todos morían, yo podría comerme sus almas y continuar sola. Que mis compañeros no eran solo aliados. Eran reservas. Baterías vivientes que yo podría consumir en caso de emergencia.
Elara, la Matriarca, habló desde su asiento elevado, su voz suave pero afilada como la obsidiana recién tallada. Era la mujer más vieja de El Rescoldo, su piel tan arrugada que parecía corteza de árbol ancestral, sus ojos como pozos secos que una vez habían contenido ríos.
"El General tiene razón. La chica irá. Será su prueba".
Me miró, y en sus ojos no vi esperanza, sino el frío cálculo de un carnicero que ya ha decidido qué pieza del ganado sacrificará primero. Había algo más también: curiosidad científica. Como si yo fuera un experimento cuyos resultados finalmente podría observar.
"Será designada Especialista en Activos Energéticos para la misión. Código de clasificación: Herramienta Desechable".
Un eufemismo elegante para una verdad brutal. Significaba que si las cosas salían mal, mi poder era prescindible. Significaba que si me corrompía —si el hambre finalmente me consumía y me convertía en algo que solo destruía— me quemarían sin dudarlo. Sin juicio. Sin ceremonia. Una orden daría a Caelan o a cualquier otro miembro del equipo, y una bala de obsidiana atravesaría mi cráneo antes de que pudiera parpadear.
Era una sentencia de muerte con pasos adicionales.




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