Hombres de ceniza (romantasy-concurso)

2.8: La Visita a la Enfermería

Antes de partir, me escabullí por un momento. No a nuestros aposentos —el pequeño espacio de dos habitaciones que Caelan y yo habíamos compartido toda nuestra vida— sino a la enfermería.
El lugar estaba casi vacío a esta hora. Solo un médico de turno durmitaba en su escritorio, rodeado de registros y viales de medicinas que ya no funcionaban tan bien como solían.
Me moví en silencio, mis pasos amortiguados por práctica, hasta la sección de recuperación.
La litera donde Kael, el soldado al que había salvado, había yacido estaba ahora vacía. Las sábanas habían sido cambiadas, la superficie limpiada. Pero yo podía ver el fantasma de su presencia: la depresión en la almohada donde su cabeza había descansado, el leve olor a sangre que ningún limpiador podía eliminar completamente.
Toqué la piedra fría de la pared junto a la cama. No había ningún Eco. Lo había consumido todo. Cada recuerdo de dolor, cada momento de su agonía, cada segundo de su muerte lenta. Lo había devorado hasta que no quedaba nada. Y al hacerlo, lo había salvado.
¿Pero qué había salvado, exactamente? ¿Su cuerpo? Sí. ¿Su vida? Técnicamente. ¿Su alma?
Esa era la pregunta que me mantenía despierta. Porque los Ecos que absorbía no desaparecían. Vivían en mí. Fragmentos de personas muertas habitando los rincones de mi mente. Si había tomado el dolor de Kael, si había consumido esos recuerdos... ¿seguía él siendo completamente él mismo? ¿O había dejado partes de sí mismo en mí?
¿Era eso salvar un alma? ¿O era borrarla, reemplazando los pedazos que faltaban con vacío?




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