La pregunta se quedó conmigo, un peso adicional a la carga que ya llevaba, mientras me reunía con el equipo en la Puerta Oeste. El enorme portal de piedra, tallado por generaciones de artesanos hasta que cada símbolo protector era perfecto, comenzó a abrirse con un gemido. Un sonido como huesos antiguos crujiendo, como la tierra misma quejándose del esfuerzo. El aire cambió inmediatamente. La atmósfera tibia y reciclada del Rescoldo —familiar, segura, sofocante— fue reemplazada por algo más frío, más salvaje. Aire que había viajado por kilómetros de túneles oscuros, tocando cosas que vivían donde la luz nunca llegaba. Podía oler la diferencia. Mineral. Húmedo. Ligeramente metálico, como sangre vieja. Y debajo de todo eso, apenas perceptible: Ceniza. Roric nos hizo una seña, su movimiento brusco y militar. "En marcha. Mantengan el silencio de radio hasta que estemos fuera de alcance de cualquier sistema de detección del Polvo. La especialista", dijo, la palabra goteando un ligero desdén que ni siquiera intentó ocultar, "va en el centro de la formación. Caelan, a su lado derecho. Jax adelante. Elia y yo cubriendo la retaguardia. Nadie se separa. Nadie se adelanta. Nos movemos como una unidad o no nos movemos en absoluto". Caelan me lanzó una mirada, una mezcla de advertencia y preocupación tan familiar que no necesitaba palabras. Ten cuidado. No confíes en ellos. Si algo sale mal, corre. Asentí. No puedo prometerte nada. Pero lo intentaré.
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