"Protocolo de Contención Iniciado". La voz metálica en nuestras mentes no era una amenaza lejana. Era una sentencia inminente.
Mis sensores internos confirmaron lo que mi instinto ya sabía. "Nos han encontrado", dije, mi voz recuperando su corte militar, pero con un nuevo tono de urgencia protectora. "Firmas de calor y movimiento acercándose. Organizados. Son los del Consejo".
Shiva se puso en pie, su cuerpo todavía débil pero sus ojos ardiendo con una nueva determinación. Miró a su hermano, que ahora dormía plácidamente.
"No podemos llevarlo con nosotros", dije, mi mente analizando las variables en microsegundos. Las opciones lógicas de mi pasado —entregarla, escapar solo— ni siquiera se presentaron como posibilidades. Solo había una variable que importaba: su supervivencia. "Lo dejarán atrás o lo usarán contra ti".
Mi plan se formó con una claridad que me sorprendió. "Puedo usar los nanitos para ponerlo en un estado de estasis criogénica temporal. Lo esconderemos en una fisura de la roca. Es un riesgo, pero es la única forma de protegerlo y mantener nuestra movilidad".
Vi la lucha en sus ojos. Confiar en mi tecnología para salvar a su hermano una vez era una cosa. Dejarlo atrás, vulnerable, basándose solo en mi palabra, era otra. Era un acto de fe aún mayor que el de la sanación.
Asintió. "Hazlo".
El proceso fue rápido. Inyecté los nanitos y el cuerpo de Caelan se cubrió de una fina capa de escarcha. Con cuidado, lo movimos a una alcoba profunda en la roca, cubriendo la entrada con piedras sueltas.
No hubo tiempo para más. El escuadrón de Ceniza irrumpió en la caverna. Eran cinco, liderados por un hombre con el fanatismo de Elara en sus ojos. Al vernos juntos, a Shiva a mi lado, sus rostros se contorsionaron en una mezcla de horror y furia.
"¡Aberración! ¡Has traído al enemigo a nuestro hogar!", gritó el líder. "¡Ríndete y quizás la Matriarca te conceda una muerte rápida!".
La batalla comenzó. Pero esta vez, fue diferente.
Ya no luchábamos por separado. Era una coreografía instintiva, tejida por el vínculo que nos unía.
Un soldado lanzó un hechizo de fragmentos de obsidiana hacia Shiva. Antes de que pudiera reaccionar, mi Sombra Viva se interpuso, no como un muro, sino como una red que atrapó los fragmentos en el aire y los desvió.
Al mismo tiempo, vi al líder preparar un ataque psíquico, un Eco de batalla diseñado para sobrecargar mi mente. Pero antes de que pudiera alcanzarme, los ojos de Shiva brillaron. Extendió una mano y absorbió el Eco, su cuerpo estremeciéndose por el impacto, protegiendo mi mente del caos.
Nuestros poderes no se sumaban. Se multiplicaban. Éramos más fuertes juntos.
Enfurecido, el líder aprovechó un momento en que Shiva estaba recuperándose para lanzarse hacia ella, una daga de obsidiana cargada con un hechizo letal en su mano, apuntando a su espalda.
No lo pensé. No hubo cálculo. Solo un instinto.
Me interpuse.
La daga se hundió en mi antebrazo, el dolor agudo y ardiente. El hechizo que contenía chisporroteó contra mi armadura, pero el daño físico fue real. Un grito ahogado escapó de los labios de Shiva. Los soldados de Ceniza se quedaron paralizados por un instante, su shock palpable. El Príncipe del Polvo había recibido una herida para salvar a su proscrita.
No me detuve. Con el brazo sangrando, canalicé mi Sombra Viva, no para matar, sino para neutralizar. Zarcillos de oscuridad surgieron del suelo, desarmando al líder y a sus hombres, envolviéndolos en capullos de silencio y dejándolos inconscientes en el suelo.
El mensaje era claro. Ella estaba bajo mi protección.
La caverna quedó en silencio, solo roto por nuestra respiración agitada. La situación era insostenible.
"No podemos quedarnos aquí", dije, mi voz tensa por el dolor y la adrenalina. "Ellos informarán de nuestra ubicación. Y esa alarma... no fue lo único que despertamos".
Shiva se acercó, sus ojos fijos en la herida de mi brazo. Pero yo la miré a ella, mi mente llegando a la única conclusión lógica que quedaba.
"Sé de un lugar", dije, mi voz bajando, cargada de un nuevo propósito. "Un lugar que ni tu Consejo ni el mío se atreven a tocar. Los antiguos laboratorios del Proyecto Quimera. Allí podremos descifrar qué es el 'Devastador'... y qué somos nosotros".
Me arranqué la daga del brazo, ignorando la punzada de dolor, y extendí mi mano sana hacia ella.
"Confía en mí", dije, mi voz ahora un susurro. "Una vez más".
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Editado: 26.10.2025