Tomé su mano. El metal de su guante estaba frío, pero la determinación en su agarre era cálida y firme. Asentí, una decisión silenciosa que sellaba nuestro destino.
Mi mirada, sin embargo, no se despegaba de la herida en su brazo. La sangre oscura se mezclaba con el brillo metálico de los nanitos que intentaban torpemente reparar un daño infligido por la magia.
"Debes dejar que la vea", insistí, mi voz una mezcla de orden y una preocupación que me sorprendió a mí misma. El rol de cuidadora, que tan a menudo había desempeñado para otros, ahora se sentía extrañamente natural con él.
Nos movimos. Umberto me guio por túneles que no aparecían en ningún mapa de los Hombres de Ceniza. La arquitectura del mundo cambió a nuestro alrededor. La roca orgánica y viva dio paso a pasillos de aleaciones antediluvianas que se negaban a oxidarse, sus superficies grabadas con símbolos geométricos que parecían doler al mirarlos. El aire se volvió estéril, con un olor a polvo y ozono. Aquí, la magia del Rescoldo era débil, un susurro ahogado por un silencio tecnológico opresivo.
"Aquí", dijo finalmente, deteniéndose en un receso seguro, un pequeño cuarto de mantenimiento olvidado. "Descansaremos un momento".
No le di opción. "Siéntate. Quítate esa parte de la armadura".
Por un instante, vi una chispa de la autoridad del Príncipe en sus ojos, pero se desvaneció, reemplazada por un cansancio que parecía ir más allá de la herida. Obedeció.
Con cuidado, retiré el vendaje improvisado. La herida era fea, los bordes ennegrecidos por el hechizo de la obsidiana. Saqué un poco de la Ceniza purificada que siempre llevaba en una pequeña bolsa de cuero. Era un acto de fe. Usar mi magia, la misma esencia que su pueblo despreciaba, para sanarlo.
Espolvoreé la Ceniza sobre la herida. No hubo un destello de luz, solo un suave calor. La negrura retrocedió un poco. Mientras trabajaba, limpiando la herida con un trozo de mi túnica, el silencio entre nosotros era más íntimo que cualquier conversación.
"¿Por qué lo hiciste?", pregunté en voz baja. "Podría haber absorbido el hechizo".
Él miraba mis manos, no la herida. "El cálculo de riesgo era inaceptable", respondió, su voz un murmullo evasivo. "No conocía los parámetros completos del hechizo. Mi interposición era la variable con mayor probabilidad de supervivencia para ambos".
Una pequeña sonrisa triste se dibujó en mis labios. "Mientes", dije suavemente. "No fue un cálculo".
Levantó la vista, y sus ojos, esos ojos grises que antes me habían parecido un vacío, ahora estaban llenos de una emoción que no podía nombrar. No dijo nada. No necesitaba hacerlo.
Continuamos el viaje. Finalmente, llegamos a una enorme puerta de metal negruzco. No tenía bisagras, ni cerraduras, ni manijas. Era una pared sólida de silencio.
Umberto se acercó y colocó su mano sana sobre una placa lisa en el centro. Un haz de luz azul surgió de la placa, escaneando su palma, su firma genética, y la energía dual que ahora emanaba de él.
Hubo un largo silencio. Luego, con un suspiro que no había sonado en milenios, la puerta se deslizó hacia un lado, revelando una oscuridad más profunda que la noche.
"Bienvenidos, Sucesor Sagan y Sujeto Alfa-Mae", dijo una voz descorporeada, tan antigua como el polvo.
Cruzamos el umbral. Luces frías y automáticas se encendieron en secuencia, iluminando un vasto vestíbulo circular. En las paredes, hologramas dañados parpadeaban, mostrando rostros humanos de la Era Antigua. Científicos, ingenieros, sus miradas llenas de una esperanza y una arrogancia que me helaron la sangre.
Pero fue lo que había en el centro de la sala lo que nos hizo detenernos en seco.
Dos cápsulas criogénicas, cubiertas por el polvo de los siglos. O quizás eran estatuas. Una mostraba la silueta de un hombre, alto y orgulloso, envuelto en una Sombra Viva perfecta. La otra, la silueta de una mujer, su mano extendida, de cuya piel parecía emanar una luz de Ceniza pura.
Y en la base de la plataforma que las sostenía, una placa de metal pulido, grabada con palabras que unían nuestros destinos desde el mismo origen del mundo. Ambos las leímos en silencio, el peso de milenios cayendo sobre nosotros.
PROTOTIPOS ALFA: SAGAN & MAE. GÉNESIS DEL LINAJE DEL POLVO Y LA CENIZA.
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enemigos a amantes, romantasy, ciencia ficción post-apocalíptica
Editado: 26.10.2025