Hombres de ceniza (romantasy-concurso)

Capítulo 16: El Eco de los Prototipos [Punto de Vista: Umberto Sagan]

Me quedé paralizado. El aire pareció solidificarse en mis pulmones. Las palabras en la placa no eran solo historia; eran un veredicto. Una sentencia que reescribía cada certeza sobre la que había construido mi vida.

"No somos una anomalía...", susurré, mi voz apenas audible. "...somos un legado".

La palabra resonó en el silencio de la cámara. Y el laboratorio respondió.

Un sensor de voz, latente durante milenios, se activó. En el centro de la sala, un proyector holográfico parpadeó, cobrando vida. Una figura tridimensional de un hombre con mi cabello plateado y los ojos grises de mi padre apareció ante nosotros. Llevaba una bata de laboratorio de la Era Antigua. El Dr. Aris Sagan. Mi ancestro.

"Si este archivo se ha activado", comenzó la grabación, su voz tranquila y llena de una tristeza infinita, "significa que el Protocolo de Separación ha fallado. Significa que ustedes, sus descendientes, se han encontrado".

Shiva estaba a mi lado, tan inmóvil como yo. Su mano encontró la mía, sus dedos entrelazándose con los míos. No fue un gesto consciente. Fue un instinto. Un ancla en un mar de irrealidad.

"El Protocolo Quimera no fue creado para la guerra", continuó el holograma. "Fue creado para la supervivencia. Buscábamos una nueva humanidad simbiótica, capaz de sobrevivir a cualquier cataclismo uniendo la techné más avanzada con la biología elemental más resiliente. La Sombra y la Ceniza. El orden y la vida".

El holograma cambió, mostrando diagramas de energía, cadenas de ADN entrelazadas con código binario.

"Pero la fusión... la Fusión Alfa que logramos con los prototipos originales... fue demasiado perfecta. Demasiado poderosa. No creamos supervivientes. Creamos dioses. Y su poder, su capacidad para reescribir la realidad a su antojo, nos aterrorizó".

La imagen de los dos prototipos, Sagan y Mae, apareció, sus energías entrelazadas en una doble hélice de luz y oscuridad.

"Los separamos a la fuerza", confesó Aris Sagan, y por primera vez, su voz se quebró. "Dividimos su poder, diluimos sus linajes, creando dos pueblos a partir de uno. Los del Polvo, herederos del orden y la lógica. Los de la Ceniza, herederos de la vida y la emoción. Les enseñamos a desconfiar el uno del otro, a odiarse. Porque nuestro miedo era que, si alguna vez volvían a unirse, su poder sería incontrolable".

El holograma se apagó. El silencio que quedó fue más pesado que mil metros de Ceniza.

Me volví hacia Shiva. La miré, no como a una Aberración, no como a un activo estratégico, sino como a la otra mitad de una ecuación que nunca debió ser resuelta.

"Todo...", dije, mi voz ronca. "El odio, la guerra, el desprecio por la 'magia', la desconfianza en la 'tecnología'... todo se basó en el miedo de nuestros creadores".

Ella tocó la superficie de la cápsula de la mujer Mae, su Prototipo Alfa. "No nos dieron la oportunidad de elegir", susurró, su voz llena de un dolor que era tan antiguo como nuestro mundo. "Nos condenaron a ser mitades rotas".

Me acerqué a ella, mi mano sana subiendo para acariciar su mejilla, un gesto que habría sido impensable hacía solo unos ciclos. Su piel era cálida, real.

"Y sin embargo, aquí estamos", dije, mi pulgar trazando el contorno de su rostro. "Eligiendo esto. A pesar de todo".

La pregunta que había estado carcomiendo mi lógica desde que la conocí finalmente salió a la luz, no como un análisis, sino como una súplica vulnerable.

"Shiva... esto que siento... lo que sentimos el uno por el otro... ¿es real? ¿O es solo el eco de su programación? ¿Un protocolo de reunificación que se activa en nosotros?".

Ella no respondió de inmediato. Se inclinó hacia mi contacto, cerrando los ojos. Cuando los abrió, su mirada era clara y feroz.

"El Protocolo nos juntó", dijo, su voz firme. "Pero la elección de quedarnos... es nuestra".

En ese momento, una nueva luz se encendió en la sala, iluminando una puerta adyacente que antes había estado oculta. Sobre ella, unas palabras grabadas en el metal: CÁMARA DE UNIÓN - PRUEBA DE ESTABILIDAD DEL DEVASTADOR.

Era una invitación. Un desafío. La respuesta a mi pregunta.

Miré la ominosa puerta y luego la miré a ella, la otra mitad de mi ser.

"Ellos tuvieron miedo de lo que podríamos crear", dije, mi voz ahora un susurro que resonaba con el peso de nuestro destino redescubierto. "¿Y nosotros? ¿Tenemos miedo de descubrirlo?".




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