Capítulo 17: La Elección en el Umbral [Punto de Vista: Shiva Mae]

La pregunta de Umberto flotaba en el aire entre nosotros, más pesada que cualquier amenaza física. ¿Tenemos miedo de descubrirlo?

Miré la puerta de la Cámara de Unión. No era solo metal. Era un punto final. El final de la Ceniza, el final del Polvo, el final de Shiva Mae y Umberto Sagan como seres separados. Y el posible principio de algo que nuestros propios creadores habían temido tanto que rompieron el mundo en dos para evitarlo.

Me aparté de su contacto, no por rechazo, sino porque necesitaba espacio para respirar. Caminé por el borde del vestíbulo, mis dedos rozando las paredes frías. El recuerdo de su rostro a centímetros del mío, del beso que no sucedió, era una brasa ardiente entre nosotros.

"Mi vida entera ha sido definida por el miedo de otros", dije, mi voz resonando en el silencio. "Elara temía mi poder, así que me llamó Aberración. El Consejo temía la guerra, así que me convirtieron en un arma. Mi propio hermano temía perderme, así que me encerró en su protección".

Me detuve y me giré para enfrentarlo. Él no se había movido. Solo me observaba, su rostro una mezcla de análisis y una vulnerabilidad que nunca había visto en nadie.

"Y tú", continué, mi voz más suave. "Tu vida ha sido definida por el miedo de tu padre. El miedo a la emoción, a la duda, a la 'contaminación'".

Di un paso hacia él. "Ellos nos programaron, Umberto. Nos diseñaron. Nos separaron. Nos pusieron en guerra. Pero se olvidaron de una cosa".

Estaba a solo un paso de él ahora. Podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo, la energía dual que vibraba bajo su piel.

"Se olvidaron de que, al final, siempre podemos elegir".

La pregunta que él me había hecho antes, sobre si nuestros sentimientos eran reales, seguía flotando entre nosotros. Y ahora, yo tenía la respuesta.

"No sé si este sentimiento es un eco de los Prototipos Alfa", admití, mi voz un susurro. "No sé si es el Protocolo o el destino o una simple anomalía química. Y ya no me importa".

Levanté mi mano y la coloqué sobre su pecho, justo sobre su corazón. Podía sentir su latido, rápido y fuerte, a través de la armadura. "Lo único que sé es que cuando me tocaste en esa grieta, el silencio en mi alma, el que he llevado desde que tengo memoria, se detuvo. Y cuando sentí tu soledad... supe que no estaba sola en la mía. Y no quiero volver a estarlo".

Él cubrió mi mano con la suya, su agarre firme, desesperado. Sus ojos grises, que una vez fueron un vacío, ahora eran un universo de emociones contenidas.

"Tengo miedo, Shiva", confesó, su voz quebrada por el peso de la admisión. Era la cosa más valiente que le había oído decir. "No de la Cámara. Tengo miedo de que al entrar ahí, al convertirnos en 'nosotros', te pierda. Que el 'yo' que está empezando a sentir esto... desaparezca".

"Yo también", respondí, mi corazón doliendo por su honestidad. "Pero tengo más miedo de seguir siendo la mitad de un todo. De vivir en un mundo donde nunca pudimos tener ese momento".

Nuestra elección estaba hecha. No era por el destino. No era por un protocolo. Era por nosotros. Por la posibilidad de un futuro que no estuviera escrito por el miedo de otros.

Él no apartó la mirada de la mía. "¿Qué crees que encontraremos ahí dentro?".

"No lo sé", dije con sinceridad. "Quizás la aniquilación. Quizás la salvación". Hice una pausa, una pequeña sonrisa formándose en mis labios. "O quizás, solo a nosotros".

Él me devolvió la sonrisa, una visión tan rara y preciosa que me robó el aliento. Era la primera vez que lo veía sonreír de verdad.

Tomó mi mano, la que descansaba sobre su pecho. El contacto fue firme, real. La calidez de mi piel contra el frío de su guante tecnológico. Sus dedos se entrelazaron con los míos.

Juntos, sin decir una palabra más, nos giramos y dimos el primer paso hacia la Cámara de Unión.

No sabía si caminábamos hacia nuestra salvación o nuestra aniquilación. Solo sabía que, por primera vez, no caminaba sola.