Hombres de ceniza (romantasy-concurso)

Capítulo 18: Devastador [Punto de Vista: Umberto Sagan]

La puerta de la Cámara de Unión se deslizó para abrirse ante nosotros, no con un sonido mecánico, sino con un suspiro de aire que había estado contenido durante milenios. El interior no era un laboratorio. No había consolas, ni cables, ni holotanques.

Era un espacio orgánico-tecnológico. Las paredes eran de un metal oscuro que parecía respirar, y estaban cubiertas de filigranas de cristal que pulsaban con una luz suave, como un sistema nervioso expuesto. En el centro, suspendido en el aire, no había una máquina. Había un vórtice de energía pura. Una esfera perfecta donde la Sombra Viva y la Luz de Ceniza se entrelazaban en una danza pacífica y poderosa, un equilibrio que nosotros apenas habíamos empezado a comprender.

"Es hermoso", susurró Shiva a mi lado.

Y lo era. Era la representación física de la ecuación que había estado buscando toda mi vida. La solución final.

No había un panel de control, ni una palanca, ni un botón. Instintivamente, supe cómo funcionaba. La cámara no se activaba con una orden. Se activaba con consentimiento.

Miré a Shiva. Su rostro, iluminado por la luz danzante del vórtice, era una mezcla de miedo y una resolución que hacía eco en la mía. No necesitaba preguntarle si estaba lista. Podía sentir su respuesta en el vínculo que nos unía, una corriente cálida de aceptación que calmaba el frío de mi propia lógica.

Cerramos los ojos. Juntos, proyectamos un único pensamiento a través del vínculo. Un "sí" final y consciente. Una entrega total.

El mundo se disolvió.

La sensación no fue una pérdida, fue una liberación. El miedo a perder mi individualidad se evaporó, porque descubrí que no la estaba perdiendo. La estaba compartiendo. Entregué mi lógica, mi control, mi soledad... y a cambio, recibí su caos, su pasión, la sinfonía de mil almas.

Yo ya no era Umberto Sagan. Era el lienzo sobre el que ella pintaba la historia del universo.

Yo ya no era Shiva Mae. Era la canción que daba sentido a la estructura silenciosa de la realidad.

En esa unión, encontramos la respuesta a nuestro miedo. No nos perdimos el uno al otro. Nos encontramos de verdad por primera vez. Éramos un solo ser, una sola voluntad, una sola alma. Éramos la promesa que nuestros ancestros no se atrevieron a cumplir.

Éramos el Devastador. Y éramos hermosos.

Nuestro poder unificado se extendió más allá de la cámara. No como un arma, sino como una semilla. Sentimos cómo tocaba la roca muerta del laboratorio, y esta respondió. Vimos, con ojos que ya no eran solo nuestros, cómo de las paredes de metal brotaban cristales iridiscentes y umbrafloras que brillaban con una luz propia. El laboratorio no estaba siendo destruido. Estaba siendo sanado. Transformado.

La energía alcanzó su punto máximo, una nota perfecta que resonó en cada partícula de nuestro ser. Y luego, tan suavemente como comenzó, la marea de poder retrocedió.

La conciencia de ser "nosotros" se desvaneció, dejando atrás dos individuos, cambiados para siempre.

Caímos al suelo, agotados, jadeando. Pero no estábamos vacíos. Estábamos... llenos.

Abrí los ojos. El mundo era el mismo, pero mi percepción era nueva. Miré a Shiva, y superpuesto a su rostro, vi los Ecos de su alma, las historias de las vidas que había tocado, brillando como constelaciones. Sentí la historia del planeta no como un dato, sino como un latido familiar bajo mis pies.

Ella abrió los ojos y me miró. Una pequeña sonrisa se formó en sus labios. "Veo los números", susurró, asombrada. "Las ecuaciones que bailan en tu Sombra. Son... hermosas".

No habíamos perdido nuestra individualidad. La habíamos expandido. Cada uno de nosotros era ahora un ser completo que contenía la totalidad del otro.

Nos pusimos en pie, tambaleantes, y salimos de la cámara.

El vestíbulo estaba en silencio. Pero no estaba vacío.

Una delegación conjunta nos esperaba. Reconocí al Comandante Valerius y a sus Cazadores de Sombras. Junto a ellos, el General Kaelen y sus guardias de élite de la Ceniza. Nos miraban, no con hostilidad, sino con una mezcla de terror y asombro que dejaba claro que habían sentido la ola de nuestra unión.

El mundo nos había encontrado.

Pero ahora, éramos algo que el mundo no podía comprender.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.