El silencio que siguió a la pregunta de Kaelen no duró mucho. Fue roto por un sonido que solo Shiva y yo pudimos oír: un pulso bajo y furioso que emanaba del núcleo contenido del Devorador, una vibración que resonó en las cicatrices de nuestra piel y nos hizo estremecer de dolor.
"El sello no es permanente", dije, mi voz tensa, luchando por mantenerme en pie. Apoyé una mano en el hombro de Shiva, y ella hizo lo mismo conmigo. El contacto alivió el dolor, reduciéndolo a un zumbido sordo. La dependencia era real. Inmediata.
Valerius dio un paso al frente, su rostro analítico a pesar del caos. "¿Qué significa eso, Príncipe?".
"Significa que solo hemos comprado tiempo", respondí, mi mente ya procesando los datos que fluían desde mis sensores y a través del vínculo. La Fusión me había dado acceso a una comprensión intuitiva de la energía del Devorador, y los resultados eran inequívocos.
Proyecté un holograma desde el guante de mi armadura. Mostraba el núcleo encarcelado, una esfera de oscuridad palpitante, rodeada por nuestra jaula de realidad tejida. Pero la jaula tenía grietas. Fisuras microscópicas que se ensanchaban con cada pulso.
"La contención es inestable", expliqué, mi tono volviéndose más urgente. "Nuestra Fusión lo detuvo, pero la energía que se necesita para mantener el sello es... inmensa. Lo estamos alimentando con nuestra propia esencia, a través del vínculo. Y no es suficiente".
Shiva continuó la explicación, su voz resonando con la mía, como si compartiéramos el mismo aliento. "Es como intentar contener el océano con una red. Podemos sentirlo. Está presionando. Buscando una salida".
La científica del Polvo que había acompañado a Valerius se acercó, sus ojos fijos en el holograma. "Según mis cálculos preliminares... la integridad estructural del sello decaerá exponencialmente. ¿Tenemos una estimación de tiempo?".
Miré a Shiva. En nuestro vínculo, la respuesta surgió, no como un cálculo, sino como una certeza visceral. Una cuenta atrás grabada en nuestras almas.
"Tres lunas", dijimos al unísono.
El terror se apoderó de la sala. Tres ciclos lunares. Menos de cien ciclos de rotación estándar. Una sentencia de muerte para el planeta.
La pregunta de Kaelen, "¿Qué viene ahora?", ya no era filosófica. Era una súplica desesperada.
"Ahora", dijo Valerius, asumiendo el mando táctico, "aseguramos este lugar. Establecemos un perímetro. Y ustedes dos...", nos señaló, "...nos dan una solución".
"La solución no está aquí", dije, mi mente ya trabajando en el siguiente paso. "Este lugar es una prisión, no un laboratorio. La respuesta, si existe, debe estar en los archivos originales. En el único proyecto que podría contrarrestar al Devorador".
"El Protocolo Génesis", susurró Shiva, el nombre surgiendo de las profundidades de la memoria que ahora compartíamos.
Kaelen frunció el ceño. "¿Más secretos de la Era Antigua? ¿No hemos tenido suficiente?".
"Es nuestra única oportunidad", insistí. "Los archivos están fragmentados, pero hablan de un lugar. Un lugar de poder puro donde la energía del planeta puede ser reequilibrada. El 'Corazón del Planeta'".
"Una leyenda", espetó Elara, que había permanecido en silencio hasta ahora, su rostro una máscara de desprecio. "Una fábula para asustar a los niños. No arriesgaremos nuestro futuro persiguiendo los fantasmas de nuestros creadores".
"No tenemos otra opción", dijo Shiva, su voz firme, enfrentándose a la Matriarca sin miedo. "Podemos quedarnos aquí y esperar a que el mundo muera, o podemos luchar por una oportunidad de que viva. Nosotros hemos elegido luchar".
Se giró hacia mí, y en su mirada vi el camino que teníamos por delante. Un viaje desesperado hacia un lugar mítico, una carrera contra el tiempo.
La guerra contra el Devorador no había terminado.
La verdadera batalla acababa de empezar.
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Editado: 12.11.2025