Angélica
Levantarme todos los días a las cinco de la mañana, ha sido mi rutina los últimos 4 años. Entro a trabajar a las 8 am, pero como madre debo alistar a mi pequeño hombrecito para la escuela. Eso requiere madrugar para alistar la comida, y sus cosas en general; además de luchar para que se despierte porque insiste en que el sueño es más poderoso que él.
—Arriba hombrecito, hora de ir a estudiar. —Escuchar sus quejidos mientras se estira me hace sonreír.
—Está muy temprano madre, debo seguir durmiendo para crecer. —Su voz se escucha somnolienta mientras me da la misma excusa de todos los días.
—Eso solo funciona de noche, señorito. Vamos, arriba. —Se levanta entre protestas y camina hacia al baño para empezar su rutina de la mañana.
Salgo rumbo a la cocina a preparar el desayuno y su merienda, hago panqueques para que inicie la mañana feliz y le empaco un sándwich de mantequilla de maní y mermelada.
Luca se baña solo porque según él ya es grande y le da pena que yo lo vea desnudo, así que cuando entro a su habitación lo encuentro en toalla tratando de alcanzar su universo que está colgado en el closet.
—Al menos déjame hacer eso, Luca. —Me acerco a bajar el uniforme—. No tienes que hacer todo solo, cariño. —le recuerdo lo que a veces parece olvidar.
—Ya estoy grande, madre. Quiero hacerlo solo. —Suspira con dramatismo—. Pero si te hace feliz puedes hacerlo.
Luca ha sido un niño supremamente especial desde que nació, hablo en el mejor de los sentidos. No gateo, sino que caminó de una vez a los siete meses. Empezó a hablar a los dos años, y actualmente habla con una claridad sorprendente para un niño de cuatro años. Es muy inteligente, lee bien y los libros de ciencia son sus favoritos. Me pide comprarle uno a la semana y si no fuera organizada con el dinero ya estaríamos en banca rota.
—Vamos, Luca. Tu tía ya debe estar llegando. —le digo cuando está vestido y peinado a la perfección—. No queremos que llegues tarde.
—No, madre. La irresponsabilidad es un defecto. —Me detiene de camino a la cocina para que lo mire—. Yo no tengo defectos madre.
—Claro que no cariño. Venga, vamos. —lo animo a continuar el camino pensando en que la seriedad y arrogancia de mi hijo son preocupantes y tiernas en el mismo sentido.
Desayunamos, y este el único momento del día en el que actúa como un niño de cuatro años. Se mancha un poco al comer porque disfruta mucho del jarabe que les pongo a los panqueques.
—Familia, estoy en casa. —grita mi hermana como es usual—. Huele rico, espero me hayan guardado.
—Sabes que mamá siempre te guarda desayuno, tía. —responde mi hijo, dejando que su tía le acaricie el cabello a modo de saludo.
—Es para que no se olvide, Luca. —le contesta Ana tomando asiento cuando le sirvo su desayuno.
Los dejo comiendo y me encamino a mi habitación a tomar una ducha y alistarme para el trabajo. Tomo mi celular de la mesa de noche y revisando mis mensajes, noto que tengo uno de mi jefe.
Diana ha tenido a nuestra bebé. Hoy no iré a trabajar. Por favor, organiza todo para dentro de una semana.
—Liam.
Una sonrisa aparece en mi cara evidenciando la alegría que siento porque mi amiga y compañera haya tenido una hija. Me siento feliz porque finalmente todo parece iluminar el camino de mi jefe y mi amiga. Esta noticia me hace moverme con más rapidez dado que será mucho lo que debo arreglar.
Ser la asistente de Liam es muy bueno, tanto su tío como él son los mejores jefes que he tenido. Me esfuerzo mucho por hacer las cosas bien porque este trabajo es lo que me mantiene a mí y a mi hijo. No puedo perderlo por errores que se pueden evitar.
—Adiós, mami. Nos vemos en la noche. —Se despide Luca de mí mientras sale rumbo a su escuela con Ana. Me despido de él con un beso y yo tomo mi coche destino a la empresa.
Empecé a trabajar en la compañía cuando Luca tenía unos meses de nacido, estaban buscando una recepcionista y no lo pensé dos veces antes de aplicar. Empecé en ese puesto y al año fui promovida para ser asistente del área jurídica, que es donde trabajo actualmente. Haber ascendido me permitió independizarme con mi hijo, hoy vivimos en una casa pequeña, en un barrio modesto, pero seguro. Mi hermana aún vive con mis padres; sin embargo, me ha ayudado mucho desde que quedé en embarazo. Y cuando Luca fue lo suficientemente grande para asistir a la escuela, ella se encarga de llevarlo y recogerlo. Su trabajo le permite cierta flexibilidad en el horario.