Hombres de Farsa

II

Douglas era un gran amante de los caballos, de pequeño nunca tuvo la oportunidad de ir un carruaje, pero la idea de pasearse por allí le hacía ilusión. Su padre cada tanto se iba en uno de ellos, sus ojos esperanzados miraban con entusiasmo la idea de subir a uno. Ahora, luego de un viaje de dos horas, lo único que quería era no volver a transportarse por uno de estos. El cuerpo le molestaba, podría jurar que aún sentía el ruido de las ruedas al impactar con superficies imperfectas. El casero tomó el equipaje del joven, quien rápidamente se aventuró a salir del carruaje. Frente a él se encontraba una gran casa, con colores café y un techo bastante alto, sumado a que poseía tres pisos, demasiados ventanales y fuentes solitarias en el jardín delantero. El hombre de cabello marrón con algunas canas rebeldes y profundos ojos celestes se frenó delante de él. Estrellando su mano, si bien su figura esbelta y su actitud hosca seguía intacta, presentía algo raro en Charles, un nerviosismo palpitante.

-Puede que ya haya notado que la residencia puede albergar a una pluralidad de personas, esto se debe a que guardo asilo a mis pacientes más graves. – Lo guío hacia la entrada. – También cuento con la visita de la hija de un muy buen amigo, la cual está bajo la tutela mi mujer.

Se adentraron a la gran casa, una sensación de frío invadió su cuerpo como si de corriente se tratara. El piso blanco, las paredes tapizadas con detalles florales, sin contar los hermosos muebles de madera tallados, la entrada era sin duda hermosa. Posa su abrigo al costado de la entrada. Continuaron abriéndose paso, llegando así a la sala de estar. La atención de Douglas fue captada por la señorita que se encontraba situada en un sillón de terciopelo bordo. Sus manos sostenían un libro como si de su vida se tratase, sin percatarse de los alrededores. La joven, poseía una belleza simple, común, tan cotidiana que algo cautivaba. No se trataba de esas mujeres que son dignas de contemplar, mucho menos de las que con una mirada te dejan sin aliento. Su semblante estaba tieso, atento a su objeto de entretenimiento. Sus ojos negros eran como muchos que ya se han visto al igual que su nariz espigada, sus pómulos pronunciados y las facciones propias de la feme, contornaban el composé de su rostro. Carecía de cualquier rasgo exótico, pero en ella había algo, algo que le hacía querer contemplarla por la eternidad. Su atractivo estaba en la simpleza que consigo cargaba. La muchacha de pronto notó la presencia de los hombres, incorporándose a su figura erguida, dejando ver su delgadez que cubría con un fino vestido azul oscuro.

-Srta. Hallacon, hoy tengo el placer de presentarle a mi sobrino Douglas, estará viviendo con nosotros por un tiempo. – Comenta el hombre más alto.

Los jóvenes se quedaron unos segundos contemplándose, hasta que Douglas cometió el atrevimiento de romper el silencio. – Por favor, no se distraiga de su lectura, parecía bastante entusiasta en cuanto esta. – Se abrió paso hasta la salida, sin antes decirle: No obstante, espero poder tener el privilegio de conocerla en otra ocasión.

Charles, después de saludar a la joven con la cabeza, guío al joven hasta su cuarto.

-Me temó que no he podido ignorar, lo que considero, una intención romántica hacia la querida Hallacon. – Comenta. – Más me temo informarle que dentro de poco será presentada en sociedad y es más que un hecho, que se casará con el hijo de la familia Bronte. Sus familias han compartido relaciones comerciales desde que tengo memoria, además, eso la deja bien posicionada y la joven no es de las románticas que se influencias por sus emociones. – Explica. – Tengo la leve sospecha a que esta anomalía se debe a que fue criada por su padre, ya que su madre murió cuando era demasiado pequeña.

-Ese es el motivo por el cual está bajo la tutela de su esposa. – Deduce. – ¿Cree usted que podrá adquirir los conocimientos suficientes antes de casarse?

Charles suelta una risa. – Hablas de ello como si fuera una ciencia, pero no, en las mujeres lo que saben innato esta, con un pequeño empuje ya lo tienen hecho. Solo he conocido a una mujer la cual me ha logrado cautivar con las palabras, ella es un hombre en el cuerpo de una mujer, la más perfecta de las criaturas, hermosa e inteligente. – Guarda silencio. – Como podrá imaginarse, un hallazgo así no es para nada común, por lo que no puede esperar mucho de una mujer promedio.

-¿Se refiere a su esposa? – Se atreve a interrogar. – Seguramente hablar con alguien así debe de ser una experiencia inolvidable.

-Mi amada Helena no es nada excepcional. – Suelta. – Como toda mujer es una sentimental. La mujer de la que te habló, estoy seguro nunca tendrás el placer de conocerla, ese ha sido solo mío. – Entraron a una de las habitaciones. – No quiero que malinterprete mis palabras, de quien le hablo solo siento una profunda admiración.

-Soy un fiel creyente de que luego de la admiración, viene el romance. – Guarda silencio. – por lo que espero, por el bien de su familia, esa mujer este lejos de usted.

-Le agradezco la preocupación, pero si, le puedo asegurar que está demasiado lejos. – Mintió. – Mi esposa salió a dar un paseo junto a Vicent, mi hijo, por lo que los podrá conocer hoy en la cena. – Informa, para después retirarse.

Se quedó mirando su habitación, la cual era bastante espaciosa, al igual que el resto de la casa. Pero, si hay algo que podía enloquecerlo, era el silencio penetrante que había en esta. Comenzó a ordenar sus pertenencias, ansioso por la cena, en la cual iba a poder observar a la Srta. Hallacon. Sabía de ya bien, que nunca jamás iba a poder estar con magnifica criatura, pero al menos podría desearla de la forma más tortuosa y pura, en silencio.



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En el texto hay: misterio, romance, odio

Editado: 18.10.2020

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