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I

La luz comienza a entrar por mi ventana obligándome a abrir mis ojos. Es sábado, así que no tengo apuros. Me levanto y entro a la ducha para despabilar el sueño y lavarme los dientes. Al salir me posiciono frente a la ventana mirando el panorama. Todo está muy tranquilo y seguro.

—Buenos días tú —escucho decir Alec a través de mi puerta.

—Buenos días tú.

Bajé las escaleras directo a la cocina encontrándome con mi mamá preparando el desayuno y mi hermano ya junto al abuelo sentados en la mesa.

—Hola.

—Buenos días renacuajo.

Últimamente el abuelo se ha acostumbro a ponerme apodos. Siendo honesta, no me molesta, prefiero dejar volar su creatividad al ponerme uno nuevo cada día.

Alec voltea disimuladamente intentando ocultar su risa mientras lo asesino con la mirada. Su expresión cambia y se incorpora en el asiento.

Más le vale.

—Espero que haya dormido bien —comento al abuelo mientras voy a saludarlo con un beso en la mejilla. Tomo asiento junto con ellos a esperar el desayuno—. ¿Cómo se siente hoy?

—Pues, estoy vivo y coleando, así que, ¿qué más puedo pedir además de dinero?

—¿Salud tal vez? —interviene Alec.

El abuelo voltea a verlo con mirada rígida y de pocos amigos.

—¿Por qué mejor no te callas y me traes un café? Te aseguro que mi salud mejorará —le ordena después de poner una sonrisa.

Alec se levanta con una expresión divertida a lo que yo le sigo con el mismo gesto.

Todo el desayuno transcurre de forma normal como todas las mañanas. Al terminar de desayunar cada uno toma su camino. Nuevamente volví a mi habitación pero esta vez decidí escribir, es mi herramienta para despejar mi mente, para tomar un tiempo para mí. Luego de unas horas, sin más nada qué hacer me siento en el borde de la ventana. Me gusta admirar hacia afuera y todo lo que nos rodea. Claro que no todo es perfecto, pero sí muy cuidado.

De momento, mis ojos vagan hacia un edificio que está a tres casas de distancia. No tiene nada de especial. Aparentemente, está casi listo para viva gente allí pero no está del todo pintado por fuera, y se nota que aún le faltan algunos detalles de construcción.

Una silueta aparece en uno de los pisos del edificio, el tercero para ser más exactos. Mis cejas se juntan con rareza porque el edificio ni siquiera está abierto. ¿Qué hacía una persona allí? Entrecierro mis ojos tratando de enfocar hacia el lugar pero la lucha es en vano. No pude distinguir bien su rostro, al parecer llevaba algo puesto en él, pero éste enseguida desapareció.

 

° ° °

 

Alejo mis ojos del libro que cargo en mis manos para ver por la ventana, ya está algo oscuro. Es poco común sentir este silencio en casa cuando al menos el televisor se escucha desde la sala hasta aquí, y no escucho movimientos para nada. Dejo el libro y me asomo por las escaleras pero no encuentro a nadie, ni un alma.

Salir sin avisarme no es una opción que tomarían.

Voy al patio trasero donde tenemos un jardín muy cuidado y un espacio techado para las reuniones familiares; allí los vi. Mamá, el abuelo y Alec están sentados en el césped conversando. Los veo reír y al notar mi presencia hacen un pequeño hueco para poder sentarme.

—Así que están diviertiéndose sin mí —finjo estar ofendida—, no sé cómo pueden.

Los tres sonríen y Alec es quien constesta.

—Te llamé desde abajo pero no escuchabas, probablemente tenías la mente dentro de tus libros.

No puedo responder contra eso.

—¿De qué estaban hablando? —pregunté con curiosidad.

—Tu madre nos contaba el día que fue con tu papá a visitar Venecia, ya sabes, la misma historia —responde el abuelo.

—Como sabrás, de ahí proviene tu nombre —dice mi hermano—. ¿Pero qué hay de mí?

—A tu padre le gustaba ese nombre. Desde que éramos jóvenes estuvo decidido a llamarte así y yo estuve de acuerdo en cumplirle ese deseo porque lo hacía feliz —los ojos de mamá miran a Alec con ternura—. Estoy orgullosa de ver el hombre que eres hoy, estoy segura que tu padre diría lo mismo —pausó—, de ambos. Sé que lo extrañan, yo también lo hago —ella se torna triste pero no deja de sonreír. Esto nos duele a todos.

Hubo silencio por unos minutos hasta que el abuelo cambia un poco el tema.

—Tu nombre también tiene un significado especial para mí —refiriéndose a mamá, la mira sosteniendo su hombro levemente—. Llevé a tu madre a un lugar que nos gustaba a ambos cuando nos enteramos que venías en camino. Era una especie de campo aislado donde en ella presenciamos el momento más mágico de nuestras vidas, una aurora boreal en el cielo. Supe enseguida que ese nombre sería perfecto para ti si fueras niña. Si fueras niño te hubiese puesto mi nombre —dice riendo a carcajadas rompiendo el aire de tristeza.

—Qué gracioso papá.

—¿No tienen hambre, qué tal si compramos comida china? —porque deseaba comer algo.

—Es la mejor idea que has tenido en el día, ¿por qué no vas y lo compras ya que te ofreciste? —responde Alec y enseguida me da algunos billetes.

—¿Huh?

—Gracias, adiós.

Debí cerrar la boca.

Con pesar, me pongo de pie en camino a la plaza tranquilamente a comprar la comida, al pasar me paré a observar el curioso edificio que había visto desde hace unas horas. Está bastante oscuro, cerrado y no hay nadie, así que dejaré de buscar cosas donde no las hay y seguiré hasta la plaza. Al llegar había más gente de lo normal, traté de localizar el lugar de la comida china pero estaba algo perdida.

—Disculpe —porque preguntando se llega a cualquier lugar—, ¿me puede decir dónde queda el local de comida china?

—Por supuesto, sigue hacia delante hasta cuatro locales más y gira a la izquierda, ahí está —termina diciendo muy amable.

—Muchas gracias.

Seguí las indicaciones atravesando el mar de gente que estaba aquí. Cuando llegué, pedí la comida y esperé durante un buen rato.



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En el texto hay: amor, timidez, conmovedor

Editado: 08.09.2023

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