"Antes solía tener una vida estable. Una casa, una familia, estudios. Mis padres siempre me daban lo que necesitaba incluyendo lo material y lo emocional, como el sustento para vivir y amor; siempre estuve agradecido por eso.
»No tenía amigos, así que mis padres eran los únicos seres que estaban conmigo y en quienes yo confiaba. Para que no me sintiera solo, apartaban tiempo de sus tantas responsabilidades para salir los tres y ver cosas nuevas.
»Una vez fuimos a un parque de diversiones, y yo ansiaba estar en uno. En algún momento, cuando los puestos estaban cerrando, nos detuvimos a comprar en uno de máscaras de todo tipo, nos tomamos una foto y nos reímos al ver nuestras caras. Fue mi viaje favorito.
Y el último.
»Todo se esfumó al día siguiente. Temprano, antes de ir a la escuela, mis padres me habían avisado que debían salir del país por motivos de trabajo y contratarían a alguien para que viniera durante su ausencia. No puse objeción, les dije que podía esperarlos unos meses. Fue como un balde de agua fría cuando al anochecer, un hombré que tocó la puerta trató de darme la noticia de que el avión, justo en el momento de aterrizar, chocó con otro avión en sentido contrario causando una tragedia. Algunos murieron y otros tuvieron heridas graves pero minutos después fallecieron, incluyendo a mis padres.
»Todo se me vino abajo. En un instante, los momentos que había pasado con ellos llegaron a mi mente y saber que ya no podía crear más momentos así y crecer sin su apoyo, dolía. ¿Te imaginas tener que vivir tan siquiera sin uno de tus padres?
»Era un niño, y ahora sí estaba solo. Me sentía vulnerable, triste, angustiado y enojado. En mis días solo escuchaba el silencio en las cuatro paredes de una casa vacía, sentía la ausencia de mi alegría que eran ellos. Nadie me ayudaba cuando estaba enfermo, cuando tenía hambre o frío, cuando quería que me escucharan o entendieran; nadie estaba ahí. Entre las pocas cosas que me quedaban, vi la máscara de ese último viaje junto a nuestra foto. Era lo que me quedaba de ellos, mi recuerdo de felicidad".
Silencio.
Nadie decía nada, o por lo menos yo. Saber esto quitó todas mis ganas de hacer más preguntas por ahora.
No podía hacer más que mirarlo e imaginar lo terrible que debe haber sido para él pasar por todo esto sin ayuda alguna. Leer este recuerdo en puño y letra lo hizo más vivo para mí, pero no puedo comparar eso a lo que él está sintiendo ahora, reviví un recuerdo significativo. Observo cómo sale de su trance alejando de inmediato una lágrima antes de que me diera cuenta mientras giraba su cabeza a otro lado.
—Lo lamento tanto —tomo una de sus manos sobre la mesa dando un ligero apretón en ella, con mi mente rebozando de ideas para hacerlo sentir mejor.
Su atención cayó en nuestras manos por unos cortos segundos para seguir hacia mi cara con sus ojos cristalizados y yo dejé de respirar. Me hubiese gustado decir que pude sostenerle la mirada, mas no fue así. Alejé mi mano de la suya y puse una sonrisa.
―Debes extrañarlos mucho ―jugué con mis dedos antes de volver a verlo―. Comprendo cómo te sientes ahora, conozco bien el dolor de perder a los seres que amamos. Aferrarnos a los recuerdos es lo único que nos une a ellos. ―Recuerdo las palabras de mamá y las repito en su caso:― Estarían orgullosos si vieran la persona en la que te has convertido.
Miró la máscara que descansaba en la mesita de noche, deseando que así fuera.
Le echo un vistazo a mi reloj y pienso que ya debería volver. No quisiera dejarlo, pero mi escapada no puede extenderse por más tiempo.
—Uhm, Ethan debo irme, ya es tarde —asintió con pesar.
¿No querrá que me vaya?
Ethan se pone de pie y yo le sigo caminando juntos hacia la ventana. Nuestros hombros solo están a centímetros de distancia, sin decirnos nada. Agito mi mano para despedirme y él hace el mismo gesto de manera automática, sonrió y emprendo mi camino.
—Gracias —lo escuché susurrar.
Volteo a verlo sorprendida, es que rara vez lo escucho hablar. Su voz es suave y profunda incluso en un susurro.
—¿Por qué?
—Estar.
Sonreí nuevamente y él me devolvió una media sonrisa. Bajé hasta tocar suelo, correr hacia mi casa y lograr introducirme a mi habitación subiendo, esta vez, por mi propia ventana.
Ya estoy ganando experiencia en estas cosas.
Me coloqué en ella y logré ver a Ethan aún en la suya. Lo saludé desde esta distancia y él hizo lo mismo. Ambos apagamos nuestras luces acabando este día para comenzar el siguiente.
° ° °
—¡Venecia despierta! —grita Alec mientras me sacude en la cama.
No me gusta que me despierten, mucho menos de esta forma y él es consciente de ello. Discretamente, saco la almohada con la que dormía y la pego con fuerza en su cara, solo escucho cómo cae al suelo.
La almohada era gruesa.
—Sabes que despertarme así tiene sus consecuencias —levanto mi muñeca para ver la hora del reloj.
—Ya no hay respeto, creo que tengo la nariz rota. Ya levántate, hoy debo llegar temprano a la facultad y tengo que dejarte en el instituto —dice al levantarse del suelo masajeando su nariz y salir de mi habitación.
Miro hacia la ventana y salgo de la cama para empezar a prepararme. Termino de arreglarme y tomar mis cosas para desayunar. Al bajar encuentro a mamá sirviendo el café del abuelo mientras éste se encuentra en la mesa junto a Alec. Desayunamos, nos despedimos y nos vamos.
De camino hemos estado cantando nuestras canciones favoritas. Sí, tenemos el mismo gusto musical, y llegamos bastante rápido a decir verdad pues el instituto está muy cerca, sobre todo si vamos en vehículo. Alec sabe que puedo ir caminando pero le gusta dejarme por «seguridad».
Estoy a punto de salir del vehículo cuando veo a Ethel sentada revisando su celular en uno de los bancos cerca de la entrada. Creo que sintió el vehículo cuando se estacionó al frente ya que alzó su vista hacia nosotros y no tardó en sonreír y saludarnos.