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IX

ETHAN

Algunos somos tan desafortunados. La vida no siempre es justa; unos tienen más que otros o tal vez no tienen nada. Recuerdo que antes tenía muchas cosas y no me refiero solo a lo material, pero es solo eso, un recuerdo. Sin embargo, he tenido que adaptarme a mi presente y lo sigo intentando. No fue una sorpresa saber que debía irme otra vez. Tenía la impresión de que pronto tendría que abandonar aquel edificio, como cada lugar al que he residido, pero de todos modos me sentí triste por aquella noticia. Era de los pocos lugares decentes donde me había quedado.

Me enseñé a mí mismo ser autosuficiente. Tuve que aprender a vivir con poco y conformarme con lo que poseo. Claramente no es mucho, pero quiero pensar que estoy bien con eso.

Después de esa noche, tomé la mayoría de mis cosas y las guardé en las mochilas, hice el mismo procedimiento que me tocaba hacer en esas situaciones. Al amanecer, salí en busca de algún lugar nuevo para quedarme. Caminé por muchas calles, centros y hasta ciudades; tardé dos días en esto. Pero quería ser sincero conmigo, no quería irme lejos de donde estaba, no ahora.

Me esforcé por encontrar algo en los alrededores y vi un depósito abandonado no muy lejos, apenas veinte minutos de distancia, tenía buen espacio y no era tan caluroso. Poco a poco traje mis pertenencias y las últimas las pude sacar a tiempo antes de que comenzaran el proyecto del edificio. No había luz, debía mantener la poca comida que quedaba y el alrededor estaba sucio con muchas de cajas y papeles.

Creí que así sería mi vida de ahora en adelante, pero qué equivocado estaba. El cambio se produjo cuando la escuché decir mi nombre después de alejarme de aquel incidente. Sentí una chispa de felicidad porque no pensaba que ella estuviera allí. Volver a verla fue refrescante. La verdad no tenía ganas de prohibirle nada, le permití acercarse e incluso dejarla quitar mi máscara antes puesta. Con todo, no quería que se diera cuenta de que la situación estaba afectándome cuando me miró a los ojos.

Negué cuando me preguntó si iba a algún lugar en específico, esa fue mi primera mentira contra ella. Había salido a buscar comida y me dirigía al viejo depósito, no quería que supiera de mi mal paradero. Después de eso no esperaba que me trajera hasta aquí. Estaba totalmente confundido mientras que ella se veía feliz, y yo estoy por creer que puedo decir lo mismo.

Veo cada parte de la casa intentando hacerme consciente de que este será mi nuevo hogar. No pude evitar dejar escapar un sollozo con ganas intensas de llorar. Espero no estar engañándome a mí mismo. Giré mi cara hacia otro lado porque sabía que un par de lágrimas saldrían.

—Ethan —la escucho decir con tono preocupado. Venecia se inclina a mi altura apretando ligeramente mi hombro.

Llorar no siempre es sinónimo de debilidad, en mi caso es de alegría. Para muchos esto podría no ser la gran cosa, pero siento como si quitaran un gran peso de mis hombros porque ya pertenezco a un lugar. Limpio todo rastro de agua en mi cara para verme presentable.

—Gracias —mi voz sale igual de baja como de costumbre. Las facciones de su rostro se relajan y coloca una media sonrisa al mirarme.

—Tienes los ojos rojos —dijo con ternura. Desvío mi mirada hacia otro lado aclarando mi garganta. Ese gesto provocó que ella se riera, y por su risa, yo sonreí de lado.

—Te lo mereces —me dijo.

Venecia toma mi mochila del suelo poniéndola encima de un viejo pero no tan desgastado sofá. Me muestra toda la casa la cual no es tan grande pero que es ideal para mi gusto; termina enseñándome la habitación.

Es ridículamente emocionante saber que podré colocar mi colchón en esa base para camas y dejar descansar mis mochilas para poner mi ropa en un armario. Mañana tendré que volver a trasladar todas mis cosas, no importa qué tan lejos deba caminar, será la última vez que  lo haga en mucho tiempo.

Yendo a la sala, Venecia recibe un mensaje. Su expresión es preocupante, por lo que me acerco a ella.

—Es Alec, es que me fui repentinamente del centro comercial, es entendible que esté preocupado —mira por la ventana que da hacia afuera— y es de noche, debo volver.

Me da una última mirada antes de dirigirse a la puerta, agitar su mano e irse. Caminé detrás de ella y, estando ambos afuera, cierro la puerta de la entrada. Ella frunce el ceño confundida volteando a verme.

—¿Qué haces? —nos miramos mutuamente durante unos segundos— no tienes que acompañarme, mi casa está tan solo una cuadra.

No tengo intenciones de entrar a la casa, entonces comienzo a caminar en dirección a la suya y en segundos, sus pasos alcanzaron los míos, ambos caminando al mismo ritmo. No hacía falta conversación pues el ambiente era cómodo entre nosotros.

Tenía razón sobre lo cerca que está su casa, sonrío porque al final de todo no soy tan desafortunado. Estamos unos metros alejados de su puerta, no sé lo que le espera allá adentro a pesar de que me había contado antes que son comprensivos con ella. Venecia voltea hacia mí ahora sí despidiéndose por hoy.

—Gracias por acompañarme —sonríe—, aquí están tus nuevas llaves —las extiende hacia mí y las tomo devolviéndole la misma sonrisa. Antes de cerrar, agita su mano otra vez y luego desaparece de mi visión.

Doy media vuelta y regreso mi camino esta vez más rápido. Entro y cierro detrás de mí. Solté un suspiro, siento el olor suave y limpio dentro de casa. Pensar que gastó de su tiempo y energías en darme esto es demasiado, quisiera tener con qué devolverle lo que ha hecho.

Me siento en el sofá donde me tocará dormir hasta mañana y veo la máscara tirada en el suelo. La tomo en mis manos y la miro sin creer lo que hice.

Acabo de salir a la calle sin ella puesta.

¿Cómo no pude darme cuenta?

Estoy dentro de cuatro paredes pero ahora me siento expuesto, nervioso e inquieto; nunca había salido sin ella al exterior desde la muerte de mis padres. La guardo cerca y me recuesto cerrando los ojos queriendo concluir este día. No puedo dejar que eso pase otra vez.

 



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En el texto hay: amor, timidez, conmovedor

Editado: 08.09.2023

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