Es lógico y deducible que cada quien se debería acostumbrar a algún suceso después de que este se haya repetido en diversas ocasiones; no obstante, para Lena aquello no era aplicable. El dolor siempre estaba ahí, presente, como los simples latidos de su desahuciado corazón o el aire que aspiraba a diario, no importaba cuantas veces sucediera, ya sea menos o más, siempre dolía, quizás se hacía más fuerte, pero a la vista de su misma conciencia cada vez se sentía más débil.
Era de noche, caminaba con un rumbo fijo, la vista puesta en aquel letrero de neón tan conocido mientras daba pasos firmes y seguros para encubrir lo que rondaba por su mente; llevaba una falda negra suelta hasta medio muslo y un polo blanco de tirantes gruesos, las zapatillas negras le sirvieron bastante porque tuvo que correr hasta llegar a su destino. Dos meses atrás había conseguido empleo en “Lemon”, desde ese entonces sus noches eran más intensas e interesantes, no sabía si lo que vería hoy eran peleas, o ataques abruptos de mujeres descubriendo el engaño, lo que si sabía era que al menos estaría lejos de casa por unas cuantas horas, especialmente alejada de todas las personas que habitaban en ella.
Mostro su pase de empleada a Hank y este la saludo con un asentimiento, Hank era conocido como “el monstruo de seguridad” a causa de los esteroides que tomaba día tras día, ella no lo juzgaba, de hecho lo comprendía, no tomaba esteroides por simple capricho de verse como modelo de revista o incluso estar en forma y atraer a otras “nenas” como decían sus amigos, lo hacía por el temor de que su padre encontrará otra razón para amenazarlo con echarlo de casa; ya le había propinado una buena golpiza al enterarse que era gay, y lo había obligado a consumir esas pastillas solo para disimular su condición sexual ante el mundo, pues de hecho ¿Qué pensarían si el hijo de un soldado honorable tenía un cuerpo delgaducho y una actitud afeminada? Ambos se sonrieron mientras Hank alzaba el cordón de pase y un empujón travieso se colaba entre ambos cuerpos.
Lena ingreso, se dirigió a la parte trasera, cogió el mandil verde y se lo ato flojamente mientras se miraba al espejo mordiéndose la lengua hasta sentir dolor para simplemente olvidar por un momento el martirio psicológico. Se dirigió hacia la barra y Jasmine la saludo alegremente mientras elevaba sus manos preguntándole gestualmente porqué se había retrasado.
Después de media hora entre tragos, chupitos, whiskies y bebidas baratas Lena no paraba de pensar en aquel encuentro reciente que tuvo con su padre, estaba recordando el gesto amargado y rabioso mientras él subía las escaleras cuando la tiraron un lapo en la frente