Hope Dragon: De niño a leyenda

Capítulo 7: Un amigo olvidado

El mensajero yacía inerte sobre el suelo, con un río de sangre brotando de lo que le quedaba de su brazo derecho.
Érick y yo procedimos a levantarnos, y corrimos hacia los hermanos sujetando con fuerza nuestras armas, en un intento de atacarlos.
—¡Sométanlos! —ordenó el gemelo azul.
Todos sus subordinados se dirigieron hacia nosotros, y en un abrir y cerrar de ojos, terminamos bocabajo en el suelo, una vez más.
Nos formaron a los cuatro en fila mientras nos mantenían en el suelo. Teníamos a tres bandidos sujetando a cada uno de nosotros por la espalda, evitando que nos levantemos.
Los gemelos se posicionaron frente a nosotros, viéndonos desde arriba con una expresión de superioridad.
El gemelo rojo se acercó a mí con una sonrisa maliciosa, se rió entre dientes por unos segundos, y luego dio un suspiro de decepción.
—¿Es gracioso, no lo crees? Luego de terminar con esta gente, planeábamos ir a matar a Halcón y a los mediocres que lo siguen, para así quedarnos con su territorio. Pero resulta, que un grupo de "héroes", nos ahorró el trabajo, lo que provocó que los dominios de Halcón fueran libres, y no conformes con eso, quieren quitarnos los nuestros también. Lo único bueno de todo esto, es que ya no tenemos que buscarlos, ja, ja, ja… ¿No es así, hermano?
—Así es, hermano —respondió el gemelo azul y añadió—. La presa vino directo al cazador, sin saber que su vida terminaría al encontrarlo.
Los gemelos se acercaron a las chicas, se miraron por un par de segundos, dieron media vuelta y se dirigieron a sus subordinados.
—Lancen a esas mujeres por el borde hacia el acantilado —ordenó el gemelo rojo—. Otro en mi lugar se las quedaría, pero no nos gustan las mujeres lloronas y débiles.
—¡Los hombres servirán como cebo para ese monstruo del bosque, lo adiestraré, y será nuestra mascota, JajAJAjaJAja! —rió el gemelo azul como un desquiciado.
Los bandidos levantaron a las chicas, y sujetándolas de ambos brazos, empezaron a llevarlas al borde del pueblo con la intención de lanzarlas.
—¡¡Detente!! —gritó Érick, mientras forcejeaba con los bandidos que lo sujetaban.
Érick era un hombre bastante fuerte, al punto de que tener a tres de los bandidos sujetándolo no era suficiente. Logró levantarse ligeramente, apoyado en una rodilla, y aunque intentó llegar a más, vinieron tres bandidos más, regresándolo al suelo.
Uno de los gemelos se fijó en mí, se acercó y me preguntó con una sonrisa burlona.
—¿Por qué estás tan callado, eh? ¿Es que el miedo a morir te impide hablar, o estás planeando algo?
Sofía empezó a llorar por el miedo a ser arrojada, el pánico absoluto era la única forma de describir su expresión, ya que no sabía qué le daba más miedo. Ser arrojada, o saber que su hermana será arrojada también.
Mónica continuaba inconsciente por la patada en la cabeza que recibió antes, y no mostraba signos de despertar.
El rostro de Érick reflejaba una profunda impotencia, pero aún así no dejaba de forcejear con los que lo retenían. Ellos podrían ser mayoría, pero la voluntad de lucha de aquel soldado era inquebrantable.
Yo era el único que continuaba en el suelo, aún sometido por tres bandidos que me sujetaban manos y pies. Intentaba levantarme, pero mi fuerza no era la suficiente.
El gemelo rojo se me acercó, puso su mano sobre mi cabeza y la giró en dirección a las chicas.
—Míralas bien, niño, porque esta es la última vez que las verás. Disfrutemos del espectáculo juntos, ¿te parece bien? —preguntó el gemelo rojo, mofándose de nuestro sufrimiento.
—Ya basta… —dije, mientras era obligado a mirar.
Las risas de los gemelos se hacían cada vez más fuertes, y tener que presenciar el llanto de Sofía y no poder hacer nada para ayudarlas, solo me llenaba de absoluta ira e impotencia.
—¡Ya basta… Ya basta…! —alcé la voz mientras forcejeaba con los bandidos nuevamente.
—¡Dense prisa, muchachos, arrójenlas de una vez! ¡Veamos si estos angelitos saben volar! —exclamó el gemelo azul, con una sonrisa en el rostro.
El llanto de mi compañera era desgarrador, se podía sentir su miedo con solo escucharla, y nosotros, por mucho que quisiéramos, no podíamos hacer nada para consolarla.
Un dolor profundo comenzó a nacer en mi pecho. Era como ser apuñalado por miles de agujas al mismo tiempo, una, y otra, y otra, y otra, y otra vez sin descanso.
Los recuerdos de nuestro recorrido hasta ahora vinieron a mi cabeza, casi como un presagio de que algo terrible estaba por suceder.
“—Gracias por salvarnos, Michael"
“—Recuerda que ya no estas solo, niño, ahora somos un equipo"
“—¡Daré mi vida por salvarlas de ser necesario!"
“—A partir de ahora serás nuestro héroe, ¿verdad?"
—¡Ya mátenlas! —gritaron los gemelos con emoción.
Y esas palabras, fueron la gota que derramó el vaso.
—¡Dije…! ¡¡QUE SE DETENGAAAAN!! —grité en un arranque de profunda ira.
Una presión repentina apareció con mi voz, como si del rugido de una bestia se tratase, provocando un escalofrío en los bandidos que me sujetaban, y dos segundos después, ocurrió lo que nadie imaginó.
Sus uniformes se prendieron en un misterioso fuego verde, que se extendió rápidamente por sus cuerpos, quemando su carne a más no poder.
Todos miraron la escena totalmente paralizados, incluyendo a los bandidos que iban a lanzar a las chicas.
Los bandidos que me soltaron seguían ardiendo en llamas, quejándose de aquel insoportable dolor con gritos desgarradores al ser quemados vivos.
Me puse de pie lentamente, dando bocanadas de aire mientras un pequeño vapor salía de mi boca con cada respiración.
Sentía mi cuerpo arder, era como tener una fiebre bastante alta que no dejaba de aumentar sin importar lo que hiciera, y un instante después, el monstruo de mi interior salió.
—¡¡AAAAAAAAAAAAARRRRRRRGGHH!! —grité hacia el cielo con todas mis fuerzas.
Fue justo ahí cuando pasó. Todo mi cuerpo comenzó a arder, expulsando llamas verdes por mis extremidades como si estuviera cubierto de combustible.
Sin pensarlo dos veces, mi cuerpo corrió hacia los bandidos que se quemaban, y los sujeté con mis manos antes de lanzarlos hacia el acantilado con la facilidad con la que lanzas una bola de papel.
Al final, todos tuvieron el mismo destino.
Me sentía más rápido, más ágil, más fuerte, más… todo. Era uno de esos momentos en los que de pronto, comienzas a sentirte invencible.
Recuperé la razón en ese mismo instante, recordando el peligro en el que se encontraban las chicas, e intenté correr hacia ellas para socorrerlas, pero los gemelos Ring no lo iban a permitir.
—¡¿A dónde crees que vas?! —preguntó el gemelo rojo, sacando una piedra de su bolsillo.
"¡Rayos, va a disparar otra vez! No, espera, tal vez pueda utilizarlo a mi favor."
—¡"Bala de piedra"! —exclamó el gemelo rojo al patear en mi dirección.
Salté a un lado sin mucha dificultad, evitando el impacto.
Mi cuerpo se sentía ligero, mis reflejos habían mejorado, y mi velocidad lo hizo también, lo suficiente como para esquivar un disparo con facilidad.
La piedra que pateó el gemelo rojo siguió su trayectoria al fallar en darme, e impactó contra la cabeza de uno de los bandidos que llevaba a Mónica, lo que acabó por matarlo en un instante al destrozar su cráneo.
Mónica se despertó en ese momento, y ya sea por acto reflejo o por instinto, empujó a uno de los bandidos, provocando que este cayera por el acantilado sin tener la oportunidad de sujetarse de algo.
Luego de ello miró alrededor totalmente confundida, y al percatarse de la situación de su hermana, no lo pensó dos veces al ir a ayudarla.
Se acercó a Sofía, y le dio un fuerte golpe en la cabeza a uno de los bandidos que la retenían, para luego coger un poco de tierra del suelo, y arrojarla sobre los ojos del otro.
Al bandido aturdido por el golpe lo pateó por detrás de la rodilla obligando a que se arrodillara, y lo empujó por el acantilado también. Mientras que el que quedó ciego, recibió el mismo destino, conociendo el vacío sin siquiera poder verlo.
Luego de ello, las hermanas se dieron un fuerte abrazo, para luego detenerse por el asombro al observar mi estado actual.
Érick, los bandidos que aún lo sujetaban, y los gemelos Ring hicieron lo mismo.
Me miraban de arriba a abajo, sin explicarse el porqué habían llamas verdes emanando de distintas partes de mi cuerpo.
—¡¿Q-Quién rayos eres tú?! —preguntó el gemelo rojo entre furioso y asustado.
Me paré derecho, y lo miré fijamente a los ojos, demostrando toda mi ira hacia ellos.
—¡¡Soy el que va a patear tu estúpido trasero lejos de aquí!!
Me lancé hacia aquel gemelo, y antes de que pudiera sacar otra de sus piedras, le acerté un golpe directo en la zona del abdomen con mi puño izquierdo cubierto en llamas, provocando que vomitara sangre por la boca.
La magnitud del golpe fue tal, que aquel gemelo salió volando, estrellándose contra una de las casas del pueblo atravesando fácilmente las paredes de la misma, provocando que se derrumbara.
—¡¡Esto fue por hacer llorar a mi amiga!! —grité luego del golpe.
Luego de eso, el gemelo azul empezó a sacar varias piedras de sus bolsillos, preparándose para llevar su ataque secreto a un nuevo nivel.
—¡¡Veamos si puedes con esto!! —exclamó el gemelo azul, totalmente cargado de ira.
Aquel gemelo lanzó todas las piedras al cielo, saltó junto a ellas, y una vez en el aire, empezó a patear todas las piedras hacia mí, en una ráfaga de disparos.
—¡Por muy rápido que seas, no podrás esquivar tantas a la vez! ¡¡Muere!! —gritó el gemelo azul con una sonrisa sádica.
"¡Rayos, no lo esquivaré a tiempo!"
「Concéntrate niño, no puedes perder con algo así.」
En ese preciso momento, una extraña voz aparentemente masculina me habló de forma directa a mi mente, casi como algún tipo de telepatía.
—¿Qué rayos significa eso? —pregunté a la nada.
Aquella voz me había distraído, y opté por dar un salto hacia atrás en una rápida reacción, pero no fue suficiente.
Logré esquivar la mayoría de ellas, pero una de las piedras consiguió alcanzarme, dañando mi hombro izquierdo.
"¡Rayos, duele más de lo que pensé!"
Sujeté mi hombro con fuerza por el gran dolor que sentía. Pese a haber ganado repentinamente una gran resistencia a los ataques, el daño recibido era evidente.
La manga de mi camisa había sido destrozada, y una horrible quemadura ardiendo al rojo vivo yacía donde impactó el disparo.
Creyendo erróneamente que no habría más problemas que el gemelo azul, los escombros donde yacía el gemelo rojo comenzaron a moverse, y desde atrás de un gran trozo de madera, reapareció el gemelo rojo.
—¡¡Y hay más de dónde salió eso!! —afirmó el gemelo rojo desde la lejanía.
Voltee la vista hacia aquella voz. El gemelo rojo se había levantado, y estaba dispuesto a unirse a la pelea. Tenía sangre cayendo de varias heridas en su cabeza, nariz, y extremidades, pero no parecía importarle en lo absoluto.
—Ese golpe no te lo voy a perdonar… —afirmó el gemelo rojo, viéndome con los ojos inyectados en sangre.
El gemelo azul corrió velozmente hacia su hermano, se posicionaron lado a lado, y con una seña, ordenaron la retirada a los subordinados que les quedaban.
Los miembros de la banda gemela corrieron hasta la salida de Rinto y cruzaron el puente colgante en unos pocos segundos, deteniéndose al otro extremo.
—¿Por qué se detuvieron ahí? —pregunté aún adolorido por la herida de mi brazo.
—No puede ser… —exclamó Érick asustado—. ¡Planean cortar el puente!
—¡¿Qué?!
Unos segundos después, y sin poder evitarlo, tal y como predijo Érick, los hermanos Ring cortaron las sogas que sostenían el puente colgante, y este se vino abajo. Quitándonos nuestra única ruta de salida.
Como punto final antes de su huida, se rieron de nosotros al quedar atrapados en este pedazo de tierra.
—¡¡Si tanto les gusta este miserable pueblo, pueden quedárselo, nosotros iremos por otro mucho mejor!! ¡¡Más grande, más limpio, con más gente, y sobre todo, mucho dinero!! ¡¡Suerte al salir de aquí, la van a necesitar!! ¡¡Ja ja ja ja!! —rieron ambos gemelos sin dejar de burlarse.
Luego de eso, simplemente se fueron.




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