Esta historia sucedió el día en que Don Víctor decidió presentarle a Mónica a un viejo conocido suyo. El ex espadachín más grande del mundo durante su época de oro, el viejo Nerves.
Si bien en un principio Mónica estaba realmente disgustada, porque no hallaba una explicación al porqué Don Víctor decidió llevarla a un pueblo fantasma repleto de basura, al encontrarse con su "viejo amigo" todo cobró sentido.
El viejo Nerves, aunque siempre se presenta ante todos como un elfo, la realidad es que su especie es conocida como semi-elfo.
Su padre, un elfo de raza pura, concibió tres hijos con una mujer humana, a la que amó hasta el último de sus días.
La mujer falleció en la vejez, mientras que el padre perdió la vida protegiendo las de sus hijos, ya que, los "híbridos" son criaturas rechazadas en todo el mundo, y por lo tanto, sus cabezas obtienen un valor en el mercado negro.
El padre dio su vida, siendo su corazón atravesado vilmente por los que perseguían a sus hijos, y en un último acto de amor hacia sus descendientes, utilizó un hechizo prohibido que transformaba su propia existencia en una poderosa bomba, cuya onda expansiva fue suficiente para erradicar a los enemigos.
Según los escasos recuerdos de Nerves de aquel fatídico día, aseguraba que su padre, justo antes de detonar, dio unas palabras de disculpa hacia su difunta esposa.
—Lo siento cariño… No fui tan fuerte…
Años pasaron luego del ataque, y la situación de los hermanos fue nuevamente descubierta.
Eran un trío de hermanos varones, siendo Nerves el menor de todos.
El mayor de nombre Nirvo cayó en el vicio constante del alcohol, y en una de sus tantas borracheras, se le escapó decir en voz alta que él y sus hermanos eran semi-elfos.
El cantinero de turno escuchó esto, e inmediatamente se lo reportó a los soldados de la nación donde vivían, recibiendo una recompensa económica.
La casa de los hermanos fue atacada esa misma noche, donde trataron de quemarlos vivos.
El hermano mayor pereció ahí mismo junto al hermano de enmedio, mientras que el menor consiguió salir por una ventana, solo para ser perseguido por todo un ejército de caballeros.
Nerves fue acorralado poco después, y justo entonces, fue rescatado por un ser encapuchado, el cual liberó unas grandes y hermosas alas blancas desde su espalda, llevándose al joven Nerves con él.
Ese individuo fue el que le heredó en un futuro, el poder de Pegasus.
Mónica quedó boquiabierta luego de tan magnífica historia, comprendiendo que Nerves no era solo un hombre más del montón, sino un sobreviviente de las tragedias de este mundo tan cruel.
Fue difícil para ella no admirar el valor de aquel hombre, quien pese a haberlo perdido todo, se mantuvo de pie, encarando la cruda realidad de lo que significaba ser un híbrido, y la importancia de ocultar al mundo que lo eres.
Mónica supo de inmediato que podía aprender mucho de esta persona, y le pidió casi de rodillas que la entrenara en el arte de la espada.
Nerves quiso negarse al principio, pero una duda se formó en su mente.
"¿Por qué le conté mi vida privada a una persona que acabo de conocer…?"
El no lo entendía, pero supo ver en ella algo que le inspiró la confianza suficiente para reabrir aquella vieja herida.
A regañadientes decidió aceptar, jurando que no sería blando con ella solo por ser una humana, algo que Mónica aceptó casi brincando de felicidad.
—Voy a ser muy exigente en cuanto a tu entrenamiento. Si quieres huir, esta es tu única oportunidad.
—Nunca podré proteger a mi hermana si huyo ahora. Me he acobardado antes, dejando ver mi lado más patético, pero nunca más.
—Entonces empecemos.
………
……
…
El tiempo continuó después de eso, y aunque hubo veces en las que Mónica regresaba a Silon, la mayoría del tiempo se quedaba junto a Nerves para continuar con su entrenamiento.
Nerves no mintió cuando dijo que sería un maestro exigente, ya que en más de una ocasión Mónica terminó con lesiones tan graves, que tuvo que volver a Silon de emergencia para ser curada por su hermana, o en casos extremos, por el mismo Don Víctor.
El semi-elfo esperaba recibir varias quejas acerca del trato tan drástico que tenía con su discípula, pero esas quejas nunca llegaron.
Al contrario de sus pensamientos, cada vez que Mónica resultaba herida, en lugar de quejarse o ponerse a llorar, solo se volvía a poner de pie, exigiendo recibir la siguiente lección.
Era más que clara su fuerte determinación, y Nerves lo sabía, por lo que le pidió a su viejo amigo Valentín(Don Víctor) que le consiguiera algunas pociones sanadoras, para que de esa forma no tenga que esperar todo el camino de regreso para tratarse.
Una tarde luego de finalizar su pesado entrenamiento, Mónica cayó desmayada del cansancio sobre el suelo en la entrada de la casa de Nerves, y este se preocupó por ella, acercándose para levantarla.
Se veía tan tranquila mientras dormía plácidamente sobre el suelo, y aunque Nerves era consciente de su delicada salud debido a su avanzada edad, caminó hasta su propia cama, y tomó tanto su almohada como sus sábanas.
Las llevó hasta su discípula, y las colocó en su sitio, armando una cama improvisada sobre el suelo.
Mónica sonrió pacíficamente como una niña cuando Nerves terminó de arroparla, y aún en su estado de inconsciencia, dejó escapar un leve murmullo.
—Buenas noches… papá…
Nerves comprendió de inmediato que debía de estar teniendo un lindo sueño con su padre, y siguiendo el juego, le contestó en voz baja dándole unas ligeras palmadas en la cabeza.
—Sí… Buenas noches.
Fue justo ahí cuando Don Víctor hizo acto de presencia, trayendo un nuevo grupo de pociones sanadoras para Nerves, y cuando presenció aquella escena tan paternal, no pudo evitar sonreír.
—Puedo ver que le has agarrado cariño a esa jovencita.
—No digas tonterías, —respondió Nerves con disgusto— yo soy muy viejo para fijarme en las jovencitas, y menos si aquella joven es mi discípula.
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Editado: 27.11.2023