Cincuenta mil contra cincuenta mil, esos son los números que se enfrentarán para decidir el final de esta guerra de una vez por todas.
Es inevitable la pérdida de vidas durante conflictos como este, sobre todo cuando el que lidera a tus enemigos es un psicópata obsesionado.
Yo les ofrecí rendirse y retirarse a sus hogares para evitar cualquier tragedia en ambos bandos, pero su miedo a Mírlow era mayor que su miedo a morir.
Bueno, tampoco los culpo por eso, dicen que vivir sufriendo es peor que morir sin sufrir, pero eso no evita que los vea como mis enemigos.
Puedo perdonar a mis amigos, puedo perdonar a desconocidos, incluso he sido capaz de perdonar a viejos enemigos, pero a "ese hombre", a ese desgraciado que lo perdonen los otros, porque yo no lo haré.
Interior del castillo - Ubicación de Érick y Halcón
Este dúo ha estado dentro del castillo desde el momento en que los perdieron de vista.
Supieron aprovechar los diversos conflictos del exterior para infiltrarse con relativa facilidad.
Hubo miembros del nuevo ejército rebelde que los ayudaron a abrirse paso entre los combates, y luego a ingresar en el castillo a través de un pasaje oculto que solo conocían los oficiales de alto rango.
Pero ese era su límite.
Por más que quisieran seguirlos en todo su camino hacia el interior, no querían arriesgarse a disminuir sus fuerzas en el exterior, por lo que se ofrecieron a custodiar los pasajes, de modo que el castillo se volviera una zona sin refuerzos.
Eso facilitaría en gran medida la misión de ese par, ya que decidieron tomar el trabajo que todos pasaron por alto.
Acabar con la corona de Kala.
Sabían que Mírlow atacó el reino de Kala y se hizo con el poder por la fuerza, implantando en varios puntos estratégicos del gobierno a sus seguidores más leales, pero pese a ello, jamás se confirmó que fue Mírlow quien ocupó el cargo de rey.
Aquello quedaba como una simple suposición en la mente de Érick, pero durante su camino hacia el castillo, uno de los soldados rebeldes se lo confirmó.
Mírlow tomó el poder, pero se limitó a ser un simple observador, de modo que no estuviera atado a las obligaciones políticas, dejando como imagen pública a su hermano menor, el rey; y a su hombre de mayor confianza en cuanto a negociaciones, como el primer ministro.
Una vez dentro del castillo, aquel dúo comenzó a recorrer cada pasillo con cautela, asegurándose de no bajar la guardia ante algún posible inconveniente, entendiendo que en situaciones de gran conflicto como estas, es natural que las personas adquieran comportamientos irracionales con la intención de sobrevivir.
Todos los pasillos eran verdaderamente similares; muros de piedra, sin ventanas, carentes de alguna clase de decorativos e indicaciones, volviendo casi imposible ubicarse a menos que ya se esté acostumbrado a las múltiples rutas.
El silencio es lo que abundaba por el castillo, aumentando las posibilidades tanto de una huída masiva, como de caer en una trampa bien elaborada, pero aún así decidieron continuar.
………
……
…
Avanzaron por varios minutos que comenzaron a parecer horas, y aquello seguía estando completamente vacío.
Era como un edificio al momento de un incendio, normalmente no esperarías encontrar a nadie allí, pero siempre existía aquella posibilidad.
Eso fue lo que ocurrió en aquel pasillo de la tercera planta, donde el equipo humano-gigante avanzaba con sigilo, revisando con cuidado cada una de las puertas, tratando de obtener algún punto de referencia o pista sobre el actual paradero del rey.
En una de aquellas revisiones, Halcón terminó hallando una cocina, bastante ordenada para pertenecer a un castillo bajo ataque, pero el motivo de aquel estado tan impecable se debía a un par de individuos en particular.
Cuando la puerta se abrió, dentro de esa habitación, yacían dos personas de pie junto a la mesa, abrazados y con expresiones de pánico evidentes.
Una mujer adulta con uniforme de sirvienta, y un niño con vestimenta casual no mayor a diez años.
Más que asustados por la situación, su miedo giraba alrededor de la aterradora presencia de Halcón, la cual empeoraba con su gran tamaño, y su aparición tan repentina.
El niño era el más asustado de ambos, pero logró reunir el valor suficiente para salir de los brazos de la mujer, y tomar velozmente un gran cuchillo de cocina, para luego apuntarlo en dirección al gigante.
—¡Vete de aquí, no te dejaré lastimar a mi mamá!
Halcón miró al niño con atención, procediendo a dar dos pasos hacia el frente, provocando en este un escalofrío extremo que le hizo temblar las piernas y los brazos, dejando caer el cuchillo al suelo.
La sirvienta no fue capaz de continuar viendo esta escena, y se apresuró en llegar hasta el niño quién se mostraba aterrado; se puso de rodillas para abrazarlo, y se ofreció como ofrenda a modo de proteger al pequeño.
—¡No, porfavor, puede hacer conmigo lo que quiera, pero le ruego que no lastime a mi hijo! —suplicó la sirvienta, abrazando a más no poder a su pequeño—. ¡No tenemos nada de valor, pero si usarme a mí es suficiente para dejarnos ir, entonces…!
Halcón se inclinó ligeramente hacia delante, interrumpiendo a la sirvienta con unas delicadas palmaditas en la cabeza.
—No soy un monstruo —comentó Halcón, bajando levemente la mirada—, solo me parezco a uno…
El grandulón finalmente se agachó, apoyándose sobre una rodilla, y procedió a recoger el cuchillo de cocina, para luego devolverlo a las manos del niño.
Tanto la sirvienta como el niño se quedaron sin palabras, siendo incapaces de entender las acciones del gigante, pero fue este quien les entregó su explicación.
Primero miró a los ojos del niño.
—Escucha, niño. Nunca permitas que tu madre vuelva a decir esas cosas, jamás. Ellas como mamás podrán hacer mil y un sacrificios, y luego voltear a vernos con una sonrisa y un cálido abrazo después de convencerse a sí mismas que no les importa, cuando en el fondo lo que hicieron les causa mucho dolor.
Halcón señaló el cuchillo de cocina en las manos del niño, provocando que este lo siguiera con la mirada, observando su reflejo en la hoja metálica.
—Trataste de protegerla, y eso es algo maravilloso —continuó—. En este mundo habrá personas que te tomarán la palabra y lastimarán a tu madre, mientras que otras buscarán hacerte daño y nunca irse del lugar. Por eso no vuelvas a soltar tu arma.
Extendió su mano hacia la cabeza del niño, dándole palmaditas de felicitación.
—Eres fuerte niño, y lo serás aún más si continúas protegiendo a tu madre. Si no tienes un arma, entonces usa las manos y los pies, y si tampoco funciona, trata de utilizar las palabras. Nunca olvides que ellas nos dieron la vida, y eso no se devuelve con dinero.
El niño volvió a soltar el cuchillo, esta vez dejándolo sobre la mesa, antes de lanzarse a abrazar a su madre con fuerza, mientras dejaba correr sus lágrimas.
—Te quiero mami… Te quiero mucho, y te voy a querer por siempre… Nunca te vayas a otro lugar… Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero…
Esta vez Halcón dirigió su atención a la sirvienta, rascando su cabeza torpemente.
—Puedo hablar de hijo a hijo, pero a usted no se me ocurre mucho que decirle. "Madre" es posiblemente el trabajo más duro de todos, y por eso… siga haciendo lo mejor.
Procedió a ponerse de pie, seguido por la sirvienta sacudiendo el polvo de su falda, y el niño secando sus lágrimas con las manos.
—Ya váyanse —indicó Halcón, señalando la salida—. El camino está totalmente despejado, podrán escapar del castillo sin problemas.
Estos aceptaron gustosos su generosa oferta, pero antes de partir, la sirvienta le hizo una seña a Halcón para que se agachara, dándole así un amoroso beso en la mejilla.
—Su madre debe de estar muy orgullosa por tener un hombre tan maravilloso como hijo. Gracias.
De esa forma se despidió, saliendo de la cocina junto a su hijo, quien se despidió de Halcón con una gran sonrisa.
—¡Usted no parece un monstruo, solo nació aterrador para asustar a los malos! ¡Quiero crecer grande como usted, y prometo cuidar a mi mamá! ¡Adiós!
Finalmente se fueron, dejando al gigante bastante pensativo.
Fue entonces cuando Érick entró a la habitación, luego de haber estado oculto para no arruinar la atmósfera.
—¿No te interesa una linda madre soltera? —preguntó Érick, con un evidente tono de broma.
—Cállate —respondió con total frialdad, y agregó—. No es soltera, tenía una sortija en el dedo.
—¿Enserio? —insinuó Érick, continuando con sus bromas—. Para no estar interesado en ella, le prestaste mucha atención a esos detalles, ¿no te parece? Lástima que está casada, ya tendrás otra oportunidad.
Halcón, no queriendo seguir siendo el blanco de las burlas, decidió devolverle el juego a Érick.
—Al menos yo no finjo lesiones para visitar a la enfermera.
—¡¿...?!
Un segundo después, ambos se echaron a reír, antes de continuar su camino por el castillo.
………
……
…
Su búsqueda se alargó por varios minutos, y aunque todo el personal parecía haber huido, lograron encontrar a algunos grupos de guardias, quienes en lugar de vigilar o luchar, se hallaban robando cualquier objeto de valor de las distintas habitaciones.
En un principio decidieron evitarlos, ya que su trabajo no era evitar el robo de pertenencias, pero ocurrían situaciones donde sus miradas se cruzaban, y los ladrones se mostraban hostiles creyendo que se trataba de competencia.
En uno de aquellos encuentros, fueron atacados por un grupo de siete ladrones entre soldados y ciudadanos comunes, donde les cerraron el paso, viéndose obligados a comenzar una pelea.
Érick se encargó primero de los ciudadanos comunes, haciendo uso de sus habilidades marciales, dejando inconscientes a todos con relativa facilidad.
Mientras tanto, Halcón arrasaba ferozmente contra los soldados, logrando sujetar a uno por la pierna, para luego utilizarlo como un látigo viviente en contra de sus compañeros ladrones.
Una derrota aplastante para los ladrones.
Pero uno de ellos dejó caer un artículo peligroso en el medio de la habitación antes de su derrota a manos del gigante.
Un artículo redondo de un tono verdoso, el cual estaba emitiendo un brillo particular, y que puso la piel de gallina en Érick, quien recordaba haber visto el mismo artículo en uno de los libros que recibió de Valentín, el día en que quiso aprender acerca de las armas de este mundo.
Aquello que veían sus ojos era una de ellas, llamada comúnmente "huevo de pantano". Un arma artesanal creada con toda clase de venenos obtenidos de distintos animales, cuya función era detonar como una granada, envolviendo en gas tóxico un área de tres metros de diámetro.
Érick no lo pensó dos veces, y le pidió a Halcón que hiciera una abertura en uno de los muros, con la intención de lanzar el explosivo hacia el exterior.
Pero hubo un problema en todo este asunto, y es que se trataban de los resistentes muros de un castillo, no las frágiles paredes de una pequeña cabaña, por lo que, romperlos no sería algo sencillo. A menos que seas como Halcón.
Entendiendo que era una situación desesperada, decidió concentrarse en un punto en específico, en lugar de tirar toda la pared, desatando una ráfaga de golpes contra una de las piedras que conforman los muros.
Aquella piedra sufrió daños por todos los golpes que recibió, pero no fueron suficientes, y quedando apenas unos segundos para que el "huevo de pantano" detonase, Halcón optó por utilizar su nueva habilidad secundaria "Peso pesado".
Lanzó un nuevo golpe hacia la misma piedra, y en el último instante, aumentó el peso de su puño en cien kilogramos, consiguiendo destruir aquel obstáculo por completo.
Érick intervino casi de inmediato, y procedió a tomar el explosivo con ambas manos, antes de lanzarlo hacia el exterior por el nuevo agujero, culminando en una gran explosión que hizo temblar todo el castillo.
Miraron hacia afuera por el mismo agujero, asegurándose de que no hubiera habido víctimas mortales, logrando avistar unas grietas que se extendían varios metros por el suelo, y a un misterioso objeto pequeño y verde cayendo dentro de ellas.
—Oye… —habló Érick, ligeramente preocupado—. Lo que cayó entre las grietas no fue una persona, ¿cierto?
—Era demasiado pequeño para serlo —respondió Halcón con sinceridad—, aunque por el color que vi, podría ser el goblin que nos acompañó. Pero eso es imposible.
—Sí, lo sé —estuvo de acuerdo Érick—. Después de todo, ese pequeño prometió quedarse junto a Michael, así que, de un modo u otro, sé que se encuentra lejos del castillo.
Así fue como ignoraron aquel hecho, regresando su atención al próximo camino que se presentaba ante sus ojos.