El día de mi viaje había llegado.
Todos se reunieron en los límites del pueblo para despedirme y desearme un buen viaje. Aunque Miri se llevó el total de mi atención cuando gritó.
—¡Trae a mi abuelita, papi!
Seguido obviamente por las chicas, las cuales también estaban ansiosas por mi pronto regreso, junto a mi madre.
"Ojala y no exageren con su primera impresión, la forma en que las vi actuar ayer en serio me preocupó."
Don Víctor estaba a mi lado, él únicamente me llevaría hasta Hólffar y regresaría para continuar con su trabajo, yo me encargaría personalmente de hallar a mi madre, y ambos estuvimos de acuerdo con eso.
De ese modo, con un último gesto de despedida, activamos el Cristal de viaje, y nos fuimos.
………
……
…
Aparecimos en medio de un gran desierto, donde el golpe de calor tan repentino me hizo sentir mareado, y Don Víctor, con un leve golpecito en mi hombro, me señaló una dirección hacia el norte.
Quizás fue por el intenso calor, pero entre más lejos quería ver, más distorsionado era el escenario, como si el mundo entero se moviera entre ondulaciones, al son del escaso viento del desierto.
Por allí, a una lejanía moderada, se podían apreciar unos objetos de formas extrañas, reunidos en un mismo punto, y por el color café que tenían, supuse que eran viviendas, o algún otro tipo de edificaciones.
—¿Ese es… Hólffar? —pregunté, cubriéndome del sol para poder ver con claridad.
—Así es —respondió Don Víctor, como si el clima no le afectara—. No lo olvide, joven Michael, usted vino aquí por una razón, le recomiendo enfocarse únicamente en ello. Esta gente no es del todo confiable, su corazón es noble, lo sé, pero estas personas no necesitan de su ayuda, por más que aparenten lo contrario. Tome esta advertencia como mejor le parezca. Pasaré a retirarme, que tenga buena suerte.
Y de ese modo, se fue, regresando a Silon con su propio Cristal de viaje.
"Finalmente estoy aquí… y vaya calor que hace… ¿Qué hará mi madre en un lugar como este? ¿Cómo habrá hecho para llegar hasta aquí…?"
Dejando mis pensamientos de lado, me aventuré a caminar hacia ese pequeño lugar.
Poco a poco mis ojos se iban acostumbrando al brillo tan intenso del sol, pero caminar entre toda esta arena resultaba complicado, y el calor lo volvía aún peor, como si te obligaran a rendirte con cada paso que dabas.
Era difícil ser preciso debido al intenso calor, pero si tuviera que adivinar, diría que me esperaban otros veinte o treinta minutos de caminata. Algo poco alentador, pero seguía siendo mejor que caminar por este gran desierto sin un rumbo fijo.
"Espero llegar pronto… No llevo ni dos minutos aquí, y ya estoy suplicando por algo de agua…"
………
……
…
Caminé y caminé por varios minutos, o quizás fueron horas, era difícil saberlo, ya que todo este calor deterioraba mi percepción del tiempo, por lo que solo me enfoqué en caminar hacia Hólffar.
A veces mis zapatos se enterraban en la arena caliente, teniendo que aplicar fuerza para liberarlos, mientras que en otros momentos sentía algunos mareos, al punto de casi desmayarme.
El sol abrasador parecía algo interminable, y al igual que un zombi, solo me dediqué a caminar y caminar, esperando encontrar cualquier persona u objeto que me ayude.
Mis pasos continuaron sin parar, manteniendo la mirada en el suelo, al no soportar la ardiente luz sobre mi rostro.
Justo en aquel momento mi cabeza golpeó algo, un objeto sólido, cuya superficie se sentía tosca pero a la vez muy frágil.
Levanté la mirada para descubrir lo que era, hallando una vieja viga de madera, deteriorada, y extremadamente seca.
Aquella viga ocultaba unas tablas en el mismo estado, y conforme paseaba mis ojos, más objetos aparecían. Todas esas vigas y tablas aparentaban ser los restos de una antigua cerca.
Un poco más adelante, pude observar unas cuantas viviendas, o al menos, las ruinas de las mismas.
Intenté observar más del lugar, pero mi atención fue robada por un hombre mayor, barbudo, y vistiendo un traje clásico de vaquero, quien yacía apoyado sobre una viga, observando el horizonte en silencio.
No fui capaz de decir nada al verlo, y acabó siendo él, quien dio inicio a las conversaciones.
—¿Qué hace una basura tan joven en este lugar? —preguntó el hombre, sin molestarse en voltear a verme—. ¿Acaso te perdiste? ¿O es que vienes a morir como la mayoría?
Fue un poco difícil al principio, debido a lo seca que se encontraba mi garganta, pero haciendo algo de esfuerzo, pude formar algunas palabras para responder.
—Na… Nada de eso… —respondí, limpiando el sudor de mi frente—. Yo vine a… buscar a alguien. Pero an… antes, deseo cubrirme de este sol… por favor…
—¡Ja! Los niños de ahora no aguantan nada —exclamó aquel hombre—. ¿Acaso eres un noble o algo así? Porque si lo eres, déjame decirte que pierdes tu tiempo viniendo hasta aquí. Hólffar es un vertedero de basura para personas, nadie sobrevive en este lugar más de cinco años, y menos cuando su resistencia al calor es tan pobre como la tuya. Lárgate.
El hombre mayor sacudió sus pantalones y se dio media vuelta, no sin antes darme una mirada de decepción.
—¡O-Oye, espera…! —lo detuve, queriendo hacerle unas preguntas—. Estoy buscando… a Máximo, ¿lo conoces?
—Niño —el hombre se detuvo de golpe, antes de entregar una desalentadora respuesta—. Máximo falleció hace dos meses, yo estuve ahí cuando lo mataron; aunque es tu decisión si crees o no en mis palabras, pero esa es la verdad. Solo vuelve a casa.
—¿Qué…?
Fue en aquel momento, en ese preciso instante, cuando sentí mi corazón partirse en miles de pedazos.
Mis piernas temblaron, y cuando sentí estar apunto de caer, me apoyé sobre la viga frente a mí, usándola como soporte.
Al final, como un modo de autodefensa, terminé cayendo en un estado de negación y exaltación.
—No… No, tiene que ser mentira, eso no puede ser verdad… ¡Una persona se me acercó diciendo que mi madre estaba aquí, y que si quería hallarla preguntara por Máximo! ¡¡Es imposible que esté muerto!! ¡¡Mentiroso!!
—No confíes en todo lo que la gente te dice. Te jugaron una broma pesada, eso es todo.
En ese preciso instante, aquel hombre se desvaneció frente a mis ojos.
No era Movimiento Instantáneo, tampoco Movimiento Sombra o algún Cristal de viaje, aquel hombre simplemente desapareció, como si se tratara de un fantasma.
El impacto de lo que vi, se sobrepuso al dolor de la noticia anterior, otorgándome un pequeño rayo de esperanza.
"¿El calor es tan fuerte… que aluciné que hablaba con alguien…?"
Apoyándome en esa posibilidad, decidí adentrarme en el lugar, observando cada detalle del mismo para evitar perder cualquier pista sobre mi madre.
Todas las edificaciones se hallaban en ruinas o parcialmente destruidas, simulando los restos de una ciudad luego de un bombardeo.
No había una vivienda que fuese habitable, y por extraño que parezca, entre más me adentraba en el pueblo, menos calor sentía.
Llegué a considerar la posibilidad de que aquel lugar se hallase abandonado, hasta que alguien se mostró, interrumpiendo mis pensamientos.
De entre las ruinas de una vivienda, apareció una mujer. Su largo cabello rubio contrastaba con su pálida piel, llegando a pensar que era muy bella, hasta que el resto de su cuerpo se mostró al exterior.
Se tambaleaba al andar, como si su cuerpo estuviese realmente débil, por lo que no dudé en acercarme para ayudarla, llevándome una imagen terrible a lo más profundo de mi mente.
Aquella mujer se hallaba desnuda, cubierta únicamente por una delgada sábana blanca, mientras que una mancha roja aparecía en su entrepierna, extendiéndose rápidamente hacia abajo, culminando en gotas de sangre cayendo sobre la arena bajo sus pies descalzos.
No sabía qué decir o hacer, hasta que ella finalmente habló, con una voz ronca, pero a la vez temblorosa, revelando un hecho tan atroz como su estado actual.
—Mi bebé… Ayúdenme… esos hombres se han llevado a mi bebé… Mi bebé… Mi bebé…
Me forcé a mí mismo a reaccionar, observando en los alrededores a cualquier persona que encuentre, con la intención de rescatar a su bebé, pero lamentablemente, sin importar a donde viera, todo era silencio y quietud.
No me iba a dar por vencido con esta mujer, pero cuando me giré para verla, ya no se encontraba en el lugar, al igual que la sangre que goteaba de ella.
"¿Qué demonios…?"
Retrocedí varios pasos sin dejar de mirar al frente, atrapado en un estado de shock al no ser capaz de procesar lo que vi, acabando por chocar contra un viejo pozo, totalmente seco y bañado en gran parte por arena.
Me giré para observar el pozo con el que choqué, hallando a un pequeño niño de cabello negro, a solo tres pasos de mí.
Lo miré con extrema cautela, al no saber de dónde había surgido este pequeño, y nuevamente, fueron las palabras que dijo lo que comenzó el terror.
—Yo solo quería un poco de agua para mi abuelita… No he robado nada, ¿por qué me están castigando?
Cuando el niño se giró para mirarme, me encontré con algo verdaderamente grotesco.
Una de sus cuencas, donde debería de hallarse un ojo, se encontraba completamente vacía, derramando sangre por aquel oscuro agujero.
Su rostro yacía lleno de moretones al igual que su cuerpo, mientras cargaba un cartel de madera en su cuello con la palabra "Ladrón".
—Ya se "desahogó" como quería, señor —habló el niño, mostrando una sonrisa inocente—. ¿Me dará agua para mi abuelita como prometió?
El niño dio un paso al frente, provocando que yo me cayera de espaldas por el miedo, y cuando volví a abrir los ojos, aquel niño también desapareció.
No siendo capaz de soportar otra escena como esa, solo corrí y corrí, sin detenerme a observar a nadie, hasta que tropecé con un trozo de madera, cayendo al suelo frente a la entrada de otra vivienda.
Allí se oía el llanto de un bebé, y efectivamente, había uno sobre una cesta, acompañada por un hombre adulto quien caminaba con desesperación por la habitación.
El hombre se cubría los oídos con fuerza, exigiéndole al bebé que se callara, y al no obtener resultados, terminó cometiendo una salvajada.
Se alejó del bebé, rompiendo un espejo colgado en la pared, donde aprovechó para agarrar un trozo largo y afilado, antes de correr hacia la cesta, exclamando su última voluntad.
—¡¡TE DIJE QUE TE CALLARAAAS!!
No hacía falta explicar lo que sucedió a continuación.
Volví a correr y correr, ya no para buscar a mi madre, sino para escapar de aquel horrible lugar, pero sin importar que vaya hacia adelante o atrás, izquierda o derecha, nunca hallaba la salida, volviendo a encontrar otra escena de terror a la vuelta de la esquina.