Él tenía apenas diez años cuando todo comenzó.
Un niño que practicaba la esgrima con su padre, tuvo que ver la cabeza de aquel hombre volar por los aires, mientras que su hogar a su espalda era arrasado por reptiles alados, estando su madre en el interior.
Todo eso, en menos de un parpadeo.
Los gritos de pánico resonaron por todo el reino, a la par que incontables vidas eran arrebatadas sin piedad por reptiles alados, quienes no dejaban ni los huesos de sus presas.
El ejército nacional salió al ataque, acabando con una parte significativa de las bestias, pero volvieron a caer en desventaja cuando un hombre gigante apareció, mostrando una fuerza física varios niveles superior a la humana.
Luego llegaron los problemas principales, un hombre adulto montado sobre la cabeza de una gran serpiente de escamas moradas, quienes surgieron desde el mismo suelo, arrasando con un sin número de vidas en su camino al castillo.
La noche del mismo día, se les informó a todos sobre la muerte de la familia real, y el ascenso de un nuevo soberano.
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Cinco años pasaron desde entonces, y aquel niño llevaba poco tiempo de haber cumplido los quince.
Vivió como un mendigo hasta los doce, rogando a cualquiera por una pieza de pan, hasta que una noticia interesante llegó a sus oídos.
Entre los barrios bajos, la oscuridad de los callejones, y la privacidad que otorgaban las cuatro paredes de una habitación, se comenzaban a encender unas chispas, que pronto se encenderían como la gran flama de la libertad.
Un ataque masivo ocurrió en contra del castillo, donde se reportaron muchas bajas tanto del bando usurpador como del bando rebelde, logrando un claro descenso en el hostigamiento y los abusos por parte del gobierno.
Aunque se pudiesen tomar como actos de terrorismo, aquel niño lo vio como una oportunidad para vengarse de esos malditos usurpadores, una forma de castigar la muerte de sus padres, un camino para recuperar el reino.
Bajo esa mentalidad presentaría su petición en el bando rebelde, donde sería aceptado y entrenado por los mejores, con la esperanza de llevar a cabo la propuesta que entregó desde el inicio.
Fue un largo y extenuante entrenamiento de tres años, donde todo rastro de una linda infancia se quedó atrás, dando paso al indomable guerrero que es ahora.
Con esos quince años de edad, aquel joven se enlistó en el ejército nacional, como parte de un elaborado plan para obtener información y aliados del bando rival.
De esa forma es como aquel joven inició su plan de reclutamiento, jugando a ser un doble agente.
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Con el pasar del tiempo fue subiendo de categoría en el ejército, alcanzando el rango de “capitán” a los diecisiete, “comandante” a los veintiuno y “general de brigada” a los veinticinco.
Era el miembro del ejército nacional con mayores logros de todos, siendo respetado por muchos, y temido por otros.
Pero esa popularidad también comenzó a jugarle en contra, cuando los usurpadores del trono comenzaron a mantenerlo bajo vigilancia, sabiendo que estaba volviéndose un pilar de la justicia para el pueblo, refiriéndose a él como “alguien digno para gobernar”.
Esos comentarios disgustaron a la corona, quienes se preocuparon al ver que no podrían controlarlo en caso de que este se revelara, pero nunca sospecharon lo que se cocinaba debajo de sus pies.
Los constantes ataques del bando rebelde fueron cada vez menos agresivos, debido a múltiples factores.
Varios miembros de este habían perdido la vida con el pasar del tiempo, mientras que los líderes eran capturados y encerrados de por vida en los túneles bajo el castillo, donde los torturaban para revelar la ubicación de todos sus miembros, y sobre todo, del que el pueblo apodaba “el estratega fantasma”.
Se decía que este era el líder principal actual de toda la facción rebelde, pues el anterior había perdido la vida en batalla un tiempo atrás, exactamente cuando los ataques fueron menos agresivos, pero más dañinos para la corona.
“El estratega fantasma" era quien le decía qué hacer al resto de miembros principales, a la par que recibía los informes del joven, ahora hombre adulto, infiltrado desde los quince en el ejército nacional.
Muy pocos conocían su identidad, y quienes lo sabían, estaban dispuestos a entregar sus vidas en pos de mantener el secreto, y evitar la caída de la única facción opositora al gobierno tiránico de Kala.
Los ataques rebeldes orquestados por el estratega fantasma apuntaron a la economía de los poderosos, robando el dinero a los recaudadores de impuestos quienes se sentían los dueños de todos, para luego eliminarlos junto al apoyo del infiltrado en la fuerza nacional y sus seguidores.
También se reportaron atentados en contra de la nobleza, donde se les quitaban bienes, esclavos, y cualquier otro objeto de valor con la intención de provocar su ira, la cual apuntarían hacia la corona por no protegerlos, generando desconfianza entre ellos.
Otro punto de ataque fueron los centros y bases militares, donde múltiples batallas se llevaron a cabo, con el fin de frenar el reclutamiento de nuevas tropas, a la par que aumentaban sus propios números.
El hombre infiltrado también los ayudó en este punto, donde se aseguraba de mostrar rutas ocultas para ingresar, el horario de los guardias, sus números, y los posibles soldados a reclutar, todo en minuciosos informes codificados.
Para entonces, los miembros de la corona y algunos nobles ya sospechaban la posibilidad de un traidor entre ellos, pero nadie fue capaz de señalar un objetivo claro.
Nadie, a excepción de una persona.
El hermano mayor del actual rey, afirmó tener sospechas sobre una persona en particular, un individuo que apareció de la nada, y que logró ascender a una velocidad extraordinaria pese a su corta edad.
Hablaba de aquel que se enlistó en el ejército con solo quince años de edad.
El joven de méritos impensables y habilidades superiores al promedio que atrajo la vista de todos.
El actual general de brigada con apenas veinticinco años de edad, quien estuvo mostrando cercanía en todos y cada uno de los ataques, por una u otra razón.
El hombre de armas y mirada afilada, cuyo nombre es, Éduard Marson.
Con ese nombre sobre la mesa, todos acordaron ver a este hombre como su mayor amenaza, buscando cualquier medio posible para deshacerse de él.
Pensaron en contratar asesinos, ponerle veneno en su bebida, atacarlo mientras duerme, ejecutarlo de forma pública, e inclusive se escuchó la petición de quemarlo vivo junto a los líderes rebeldes encerrados, pero todos fueron silenciados por el hermano mayor del rey, Mírlow.
El verdadero rey de este lugar, siempre gobernando desde las sombras.
Propuso vigilar personalmente a Éduard, y buscar algo muchas veces mejor que su muerte, convertirlo en su marioneta.
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El tiempo continuó con normalidad, con ataques constantes de los rebeldes, y las respuestas casi inmediatas de la corona, como en un bucle interminable de violencia contra violencia.
Los años volvieron a pasar de ese modo, donde Éduard había cumplido ya los veintinueve años de edad, y su labor de aquel día, era exterminar a unos traficantes de esclavos en ayuda del bando rebelde, ya que había un noble involucrado.
La información fue entregada, y el bando rebelde atacó la residencia de aquel noble, lo que culminaría en una gran catástrofe.
Todo acabó siendo una trampa, era cierto el hecho de los esclavos encerrados, pero jamás imaginaron que la residencia del noble explotaría de repente, asesinando a todos en su interior, tanto soldados como rebeldes.
Los esclavos que usaron como cebo también perdieron la vida, pero solo uno, un anciano con la mitad del cuerpo bañado en sangre, consiguió huir hacia el exterior.
Este llevaba un bulto entre sus brazos, y Eduard lo detuvo pensando que se trataba de un ladrón, pero antes de decir nada, el abuelo le pidió que lo matara si eso es lo que quería, con la condición de que no lastimara a la bebé que llevaba consigo.
Le dijo que una de las esclavas capturadas estaba embaraza, pero que sus captores no se apiadaron de ella, y la dejaron tal y como estaba en un oscuro rincón, mientras abusaban de ella pese a su estado.
La niña consiguió nacer dos meses después, pero la madre falleció en el acto, y el anciano cogió a la pequeña en brazos antes de que todo el lugar estallara.
El anciano también fue alcanzado por la explosión, y su cuerpo se hallaba en el borde de la vida, aferrándose a sus últimas fuerzas para dejar la bebe en los brazos de Éduard, confiando en que sería lo mejor.
—Ella no necesita conocer su origen… como tampoco merece vivir sufriendo… solo déjela con alguien que la cuide, con alguien dispuesto a…
El cuerpo del anciano cayó al suelo, sin poder terminar con sus palabras, totalmente muerto.
Uno de los soldados llegó al lugar, viendo el cuerpo del esclavo tirado sobre el suelo, mostrándose realmente aliviado.
—Me alegra ver que detuvo a ese pedazo de basura de huir. Un esclavo merece morir como esclavo. Pero… ¿y ese bebe?
Éduard caminó unos pasos hacia su subordinado, cargando a la bebé con uno de sus brazos, y con el otro…
—¡¡Gaah…!!
El soldado se halló repentinamente lastimado, con una espada atravesando su pecho, y quien la empuñaba, no era otro que su general de brigada, Éduard Marson.
—Siguiendo tu lógica, “la basura merece morir como basura”, ¿cierto? —preguntó Éduard, viendo al soldado con frialdad—. Y para resolver tus dudas, esta niña de aquí, es mi hija.
Éduard retiró su espada y sacudió la sangre, dejando al soldado como “una baja más” del incidente.
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Luego de las investigaciones, Éduard descubrió quienes realizaron tales actos repudiables contra la madre de la niña, hallando como responsables confesos al noble que era dueño de la residencia, y sus dos hijos varones.
Los tres recibieron una muerte lenta y dolorosa, luego de que el bando rebelde los secuestrara, y sometiera a doscientos latigazos a cada uno, arrancaron sus uñas, destrozaron sus extremidades, y cortaron sus miembros, antes de quemarlos vivos en las lejanías del reino, donde no habría testigos que los salvaran.
Aquel castigo no arreglaba lo que hicieron, todos lo sabían, pero al menos serviría para que aquel crimen tan atroz no quedara impune, y que el alma de la madre pudiese descansar en paz al saber que tales hombres no volverían a torturar a nadie más.
Éduard cumplió con su palabra, y adoptó a la niña como suya, pero conociendo los riesgos de su trabajo y la constante vigilancia por parte de la corona y sus allegados, decidió que vivir con el bando rebelde sería lo mejor.
Su existencia se mantendría en secreto para la mayoría, y sería el mismo “estratega fantasma” quien lo ayudaría en su crianza, otorgándole el nombre de Adelaida, que significa “de origen noble”, en honor a la nobleza de Éduard al adoptarla como su hija.
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Tiempo después, más específicamente cuando Adelaida cumplió cinco años, esta le pidió a su padre que la llevara a conocer el mundo, pero aunque trató de negarse, el estratega fantasma pensó que sería una buena idea, y los ayudó a salir del reino.
Éduard lo disfrazó como una misión de trabajo, pero acabó llevándose a su hija en un corto viaje de una semana, a una zona montañosa, ligeramente alejada del reino.
En aquel lugar la niña se maravillaba con todo lo que veían, incluso con los detalles más pequeños, hasta que hallaron una pequeña aldea oculta entre grandes rocas.
Una aldea de semihumanos, donde serían bien tratados al demostrar su falta de hostilidad, y donde Adelaida encontraría a su mejor y única amiga, una semihumana de tipo gato con unos hermosos ojos dorados, y un brillante cabello azul cielo, y su nombre era, Miri.
Todos los días restantes se quedaron en la aldea, disfrutando de una vida pacífica, alejados de la sangre y el caos de la guerra, donde Éduard consideró el dejar a su hija con ellos, mientras que él regresaba a su reino, pero no fue capaz.
Aunque fuese doloroso, los semihumanos eran cazados por muchos para usarlos como esclavos, y si su hija se quedaba con ellos, corría el riesgo de que ella sufriera el mismo destino, el mismo de su madre biológica.
Cuando la semana terminó, ambos tuvieron que despedirse de la aldea, prometiendo regresar en otra ocasión, y no contarle a nadie sobre su ubicación.
Adelaida estaba triste por tener que despedirse, y le regaló uno de sus gorros de lana a Miri, como la prueba de que volverían a verse en el futuro.
Pero ninguno esperaba lo que ocurrió a continuación.
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Cuando volvieron al reino, fueron repentinamente emboscados por soldados de élite, quienes trataron de atacar a Éduard, pero este se defendió con relativa facilidad, incapacitando a sus atacantes.
Se sintió confundido por ello, y trató de huir a un lugar seguro junto a su hija, pero fue detenido por una gran mano humana, quien lo hizo volar dos metros para atrás.
Se trataba de un gigante enmascarado, quien era uno de los principales efectivos de la corona, a la par que su arma secreta.
El gigante se movió con gran velocidad, y sujetó a Adelaida entre sus manos, pero sin herirla.
Éduard empuñó su espada y se preparó para saltar al combate, pero fue detenido por la repentina aparición de un hombre, Mírlow.
Mírlow surgió desde la espalda del enmascarado, acompañado del primer ministro y una docena de sus guardias de élite, quienes volvieron a rodear a Éduard.
—Un pajarito me contó que te volviste padre, y parece que decía la verdad —comentó Mírlow, observando a la niña—. Sería una lástima que algo le sucediera, ¿cierto?
Éduard apretó sus dientes con ira y frustración, al no encontrar una solución a este problema.
Pudo ver por el rabillo del ojo que miembros del bando rebelde lo vigilaban, preparados para entrar en combate, pero corrían el riesgo de revelar su traición si lo hacían.
Mírlow decidió no perder el tiempo, y desapareció de su sitio, reapareciendo detrás de Éduard, soltando un pequeño y malicioso susurro.
—Conozco tu trabajo, Éduard. Sé de tu alianza con esos revoltosos, de la misma forma en que soy conocedor de tu origen. ¿Por qué lo hiciste? ¿Venganza? Jejeje, qué estúpido.
Éduard no fue capaz de decir nada, entre su hija como rehén y su secreto descubierto, ya no le quedaban vías de escape, por lo que decidió optar por el último recurso, su revolución.
Con un ligero movimiento de cabeza, todos los guerreros del bando rebelde se lanzaron al combate, superando en número a los soldados de élite diez a uno, y lanzaron cuerdas gruesas para retener al enmascarado.
Dejando a Mírlow como el único enemigo a enfrentar.
O eso se suponía…
La tierra comenzó a temblar, y desde el suelo emergió una gran serpiente de escamas moradas, quien no dudó en desatar una gran cortina de humo sobre todos los presentes, paralizando sus cuerpos.
Éduard también resultó afectado, y Mírlow aprovechó para someterlo contra el suelo, arrancando la espalda de su armadura, dejando la piel de Éduard al descubierto.
El primer ministro se acercó, como si el gas no le afectara, y le entregó un poco de tinta a Mírlow.
Procedieron a dibujar un misterioso patrón en la espalda de Éduard, para después pronunciar las siguientes palabras.
—“Contrato de esclavitud: cerrado”.
La marca dibujada en la espalda de Éduard comenzó a brillar, a la par que generaba un dolor similar a ser quemado con hierro caliente.
Pese a todo ello, Éduard se negó a gritar, sin saber que estaba siendo marcado con un “sello de esclavitud”, una de las ramas de la magia negra, o magia de oscuridad, que implanta un poder de dominación sobre otro individuo, obligando a este a obedecer las órdenes del usuario.
En caso de negarse, el esclavizado recibirá un dolor regularmente fuerte, el cual irá aumentando entre más se niegue a obedecer, y en caso de que intenten atentar contra el usuario, el esclavizado recibirá el mismo castigo de dolor, y solo se detendrá cuando el usuario lo decida.
Las únicas formas de borrar un “sello de esclavitud”, es con la muerte del usuario, o realizar el hechizo “Liberación”, el cual te otorga la libertad del sello, y maldiciones menores.
Así fue como sucedió.
Éduard hizo lo posible por resistir, pero su hija fue encarcelada bajo el castillo junto al resto de líderes rebeldes, cuyos nombres fueron revelados por él, bajo la amenaza de lastimar a la pequeña.
Con solo cinco años de edad, Adelaida tuvo que sufrir lo que se siente al ser encerrada en la prisión, sin la autorización de ver a su amado padre bajo ningún motivo.
Mientras que su padre era obligado a delatar a todos sus aliados uno por uno, fue torturado psicológicamente, al pedirle que acabara con las vidas de personas inocentes que solo luchaban por su libertad.
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Ese caos continuó durante un año entero, y no quedó ni un solo miembro del bando rebelde cuyo nombre no haya sido mencionado y atrapado, a excepción de uno, el estratega fantasma.
Esta persona tomó medidas preventivas cuando se enteró de lo sucedido con Éduard y su hija, donde tal y como su nombre lo indica, se esfumó en la nada como un fantasma.
Éduard tuvo que resignarse a aceptar la caída del bando rebelde, y entender, que su tan ansiado deseo de libertad jamás llegaría.
O eso creyó, hasta el día en que Mírlow recuperó a su prometida, y pocos días después, llegaron un grupo de extranjeros trayendo el caos en pos de recuperar a la señorita Erden, levantando la bandera de la libertad en los corazones de todos, una vez más.
Se desató una gran guerra, ocurrieron muertes, el tirano fue asesinado, y la reconstrucción tanto física como espiritual comenzaban a mostrarse al público.
Han pasado cinco días desde que sus salvadores extranjeros se fueron de Kala, y Éduard Marson ejercía el papel de rey, gracias al apoyo incondicional del pueblo kalano.
Se dice que un verdadero líder es aquel que se gana el respeto de su pueblo, y luego busca liderar, no al revés, y eso fue precisamente lo que ocurrió aquí.
Éduard observa con serenidad a su pueblo, mientras recuerda todos esos años de trabajo duro y sacrificios, sintiendo que cada paso, cada golpe, cada palabra y cada gota de sangre han valido la pena.
Las heridas de todos estos años tardarán un poco en sanar, y los caídos jamás regresarán a la vida, pero aun queda algo por hacer, y eso es seguir hacia adelante.
El actual rey Éduard observaba a su pueblo, pero cada vez que intentaba ayudar, estos lo detenían, diciendo que se había ganado un merecido descanso.
“No hacer nada” no era algo que disfrutaba, principalmente ahora que los kalanos requerían de mano de obra.
Pero fue entonces que un soldado se le acercó, un viejo conocido del bando rebelde, quien estuvo encerrado en las celdas subterráneas.
Éduard le devolvió el saludo, alegrándose de que su viejo amigo siguiese con vida, e inmediatamente comenzaron las conversaciones.
—Me sorprende verte por aquí en lugar de pasear con tu hija —afirmó el soldado, con una amistosa sonrisa—. Siempre que te veía en la base rebelde, no perdías el tiempo y jugabas con Adelaida como un par de niños, pero supongo que debe estar bien acompañada en este momento.
—¿Qué quieres decir, Delin? —preguntó Éduard, mostrándose confundido.
—Estoy hablando de su madre, obviamente —respondió Delin—. Lo más probable es que se encuentre con ella, eso haría yo si me alejaran de mi madre, y tuviéramos la oportunidad de un reencuentro.
—Delin, sabes perfectamente que ella no es su madre.
—¿Estás seguro? Adelaida siempre la dice “mamá”, aunque… Tal vez se deba a que es la única figura materna que ha tenido. Pero no habría ningún problema si lo fuera de verdad, ¿o sí?
—No me gusta lo que insinúas —afirmó Éduard, mostrándose ligeramente molesto—. Es preocupante que Adelaida le diga de esa forma, porque sin importar lo que haga, un futuro igual al que imaginas jamás sucederá.
—Yo no estaría tan seguro —murmuró Delin, antes de soltar una bomba—. Amigo, posiblemente esté mal que sea yo quien te lo diga, pero a este paso vas a morir solo y viejo, y nosotros no queremos verte así después de todo lo que has hecho por el reino.
—¿Qué? Explícate —ordenó Éduard, siendo guiado por la curiosidad.
—Ella te ama, Éduard —respondió Delin, mostrándose ligeramente decaído—. No te imaginas lo doloroso que es verla tan triste al no poder decírtelo, las circunstancias no se lo permitían, pero ¿qué tal ahora?
—No bromees con algo así, Delin, no es divertido —advirtió Éduard, aumentando su enojo—. ¿Qué pruebas tienes tú para afirmar eso?
—Averígualo tú mismo.
Luego de ello, Delin simplemente se retiró del lugar, dejando a Éduard con esa incógnita sobre su cabeza.
A los pocos segundos, se oyeron unos pasos acercarse de forma apresurada, pero cuando Éduard se dio la vuelta, se halló con una Adelaida sonriente, corriendo a abrazarlo.
—¡Papi!
—Que gusto verte, Adelaida —respondió Éduard, girando su vista hacia el frente—. A ti también, Loma.
Quien acompañaba a Adelaida era una mujer adulta, rondando entre los veinticinco y los treinta, quien evidentemente era una vieja conocida de Éduard.
Su cabello largo y negro le daba un toque de elegancia al balancearse con el viento, contrastando con su blanca piel, y sus delicados pero refinados movimientos.
Vestía un hermoso vestido blanco, uno ligero para un día casual y agradable como este, pero que igualmente era capaz de robar varias miradas y suspiros.
Su nombre es Loma Fallen, y aunque su apariencia no lo demuestre, hasta hace poco era conocida como, “la estratega fantasma”. La antigua líder del bando rebelde, y principal ayudante en la crianza de la pequeña Adelaida.
—Papá, mira, mamá vino conmigo —exclamó Adelaida, mostrándose realmente emocionada.
—Adelaida te he dicho que ella no… —corrigió Eduard, girándose hacia Loma—. Cuanto lo siento, Loma, no me imagino los problemas que te debe provocar el que te llame así.
—No es un problema —respondió, en un tono de serenidad—. Jamás me ha molestado que me llame de esa forma, el tiempo avanza muy rápido, y para alguien sin hijos como yo, resulta verdaderamente refrescante.
Éduard y Loma se miraron entre ellos por unos instantes, siendo observados por Adelaida, quien parecía confundida por la escena frente a sus ojos.
—Papá, ¿por qué nunca besas a mamá? —preguntó Adelaida, en uso de toda su inocencia.
Ambos adultos expresaron un sobresalto ante la pregunta, pero adelaida no mostró piedad hacia ellos, lanzando una bomba tras otra.
—¿Por qué no, papá? ¿No amas a mamá? Todos los papás y mamás se dan besitos porque se aman, ¿ustedes no se aman?
Sin poder contestar algo coherente a las dudas de Adelaida, Loma aclaró su garganta y decidió intervenir.
—Adi, ¿podrías buscar al señor Delin y preguntarle sobre un cuento interesante? Él siempre fue muy bueno para contar cuentos a los niños.
Adelaida sonrió emocionada, y salió corriendo a gran velocidad, buscando al señor Delin como Loma se lo indicó.
—Cielo santo… —murmuró Loma, soltando un gran suspiro de alivio.
Loma procedió a caminar hacia unos costales, y se sentó grácilmente sobre ellos, invitando a Éduard a sentarse a su lado.
Ella estuvo oculta por mucho tiempo luego de la esclavización de Éduard, pero no se hallaba de brazos cruzados, sino que aprovechó el tiempo para recuperar sus fuerzas y tratar de lanzar un nuevo ataque al castillo, hallando que la boda de Mírlow sería el momento idóneo.
Pero cuando estuvo apunto de atacar, un grupo de extranjeros se le adelantó, y a ella no le quedó más opción que apoyar su causa, esparciendo el rumor por todo el reino que el bando rebelde había resurgido, y que sus nuevos líderes eran… “los guerreros de Silon”.
Aquel rumor ayudó mucho al próximo levantamiento del pueblo, lo que culminaría en la victoria absoluta por la libertad, y como siempre, Loma realizó todo el trabajo desde las sombras.
Cuando todo acabó se reencontró con Éduard y Adelaida, dándoles un fuerte abrazo en honor al año que estuvieron separados, pero que ella no dejó de luchar.
Ahora la paz se respiraba por todo el reino, y la reconstrucción avanzaba día tras día.
—Me vuelvo a disculpar por las palabras de Adelaida —habló Éduard, agachando la cabeza—. Ella dice esas cosas porque siempre nos compara con las otras familias. Desearía poder darle una familia de verdad, no una con un padre tan conflictivo como yo.
—Ese no es un sueño imposible —afirmó Loma, cubriendo sus mejillas sonrojadas—. Todo se soluciona con que te cases con una mujer dispuesta a adoptar a Adelaida, y de preferencia… que sea de tu entorno cercano.
—¿Pero quién va a…?
Éduard observó a su alrededor, deteniendo sus ojos en Loma, quien tenía las mejillas ruborizadas pese a cubrirlas, lo que le daba un aura mezcla de ternura y elegancia. Un verdadero desafío el apartar tus ojos de ella.
Fue entonces cuando recordó las palabras de Delin antes de partir.
“—Ella te ama, Éduard —respondió Delin, mostrándose ligeramente decaído—. No te imaginas lo doloroso que es verla tan triste al no poder decírtelo, las circunstancias no se lo permitían, pero ¿qué tal ahora?”
Éduard tragó saliva, antes de volver a decir cualquier cosa. Esa duda lo mataría por dentro si no encuentra una respuesta.
Él estaba seguro de que su conciencia nunca lo dejaría en paz, por eso debía preguntar, necesitaba preguntarle a Loma sobre sus sentimientos, incluso si ella llegaba a pensar que era un grosero.
Era todo o nada para él.
—Loma, tú…
—Yo te amo, Éduard.
—¡...!
Éduard se quedó sin palabras, paralizado como si se hubiese convertido en piedra.
—Me has gustado desde que tengo quince, pero decidí guardar mis sentimientos por ti todos estos años porque no los consideré convenientes. En la época de guerra y miedo en la que vivíamos, el pensar en el romance era simplemente absurdo, por lo que me vi forzada a callar, sin importar cuántas veces deseé poder decírtelo a la cara.
—¿Te lo has guardado por tanto tiempo…? —preguntó Éduard, sintiéndose personalmente culpable—. Yo respetaba a tu padre más que a nadie, y si supiera lo que le estoy haciendo a su hija, seguramente me golpearía…
—Ufufu, sí, seguramente lo haría —asintió Loma—, pero luego se calmaría y te pediría que te hicieras responsable.
—¿Responsable?
—De haber robado el corazón de esta doncella…
Éduard no halló una buena forma de responder, en todos sus años de vida, esta era la primera vez que una mujer expresaba tales sentimientos hacia él, pero en cierto modo decidió tomar las palabras de Loma como ciertas.
El padre de Loma, el fundador del bando rebelde, haría y diría exactamente lo que Loma mencionó, por lo que Éduard no tuvo más opción que obedecer, como el buen soldado que es.
—De acuerdo. Voy a tomar la responsabilidad por todo el tiempo que has tenido que esperar por mí, y de esa forma restauraré tu honor y el de tu padre —afirmó Éduard, tratando de mantener la calma—. Además, es cierto que Adelaida necesita de una figura materna, así que…
El rey Éduard se tomó unos segundos para respirar, antes de girarse en dirección a Loma, pronunciando las siguientes palabras.
—Señorita Loma Fallen, me encuentro frente a usted este día, para proponerle unir su vida a la mía en sagrado matrimonio, a la vez que formalizamos la adopción de Adelaida como nuestra hija. ¿Me concedería el honor de aceptar mi propuesta?
—Hmm… Lo acabas de improvisar, ¿cierto? —preguntó Loma, conteniendo la risa.
—Ugh… ¿Es muy evidente?
—Ufufu, bastante. Pero me temo que tendré que negarme.
—¡¡...!!
—No me importa adoptar a Adelaida, y tampoco me molestaría la idea de casarme contigo, pero no puedo aceptar la propuesta de alguien que no me ama. Me lo estás pidiendo por compromiso, no porque en verdad te sientas así.
Éduard simplemente calló, lo que decía Loma era cierto, él no la amaba, pero tampoco podía negar que le resultaba agradable su compañía.
Aún así, Loma observó el rostro de resignación de Éduard, decidiendo hacer algo para animarlo, a la par que cumplía con un capricho personal.
Loma se acercó un poco más a su acompañante, procediendo a tomar su mano con ternura, apoyando su cuerpo sobre el hombro de Éduard, como si descansara a la sombra de un árbol.
Éduard volteó a mirarla, pero no encontró las palabras para decir en esta situación, y cuando se acercó para tratar de preguntar, Loma se giró inmediatamente hacia él, logrando robarle un beso en los labios que duró por lo menos cinco segundos.
—Ya esperé por mucho tiempo —susurró Loma, en un tono juguetón—. Puedo esperar un poco más, pero recuerda, tarde o temprano, te haré amarme tanto como yo a ti. Ufufu, es una promesa de tu futura esposa, querido.
—Yo… Yo… Yo, esto…
—Tranquilo, eres libre de repetir tu propuesta cuando lo sientas de verdad, y yo estaré encantada de aceptarla —Loma procedió a ponerse de pie—. Por ahora, me conformaré con ser la madre de tu hija.
Justo entonces, Adelaida apareció, corriendo hacia ellos con una gran sonrisa.
—¡Lo sabía, ustedes sí se dan besitos como los otros papás y mamás! ¡Entonces sí se aman!
—Ufufu, así es, Adi —respondió Loma, mirando de reojo a Éduard—, yo amo a tu papá con todo mi corazón.
—¡Sí, sí, lo sabía! —exclamó Adelaida, antes de lanzar una peligrosa petición—. ¡Ahora quiero uno, no, dos hermanitos!
—Oh, vaya —Loma volvió a mirar a Éduard, mostrando una sonrisa pícara—. Bueno, eso depende de tu papá. ¿Estoy en lo correcto, querido?
—Em, sí… Ya hablaremos de eso en algún momento —respondió Éduard, tratando de desviar la pregunta.
De una forma u otra, la nueva “familia real” comenzaba a forjar sus bases; la mujer más astuta del reino, el hombre más fuerte del reino, y la niña con un origen extremadamente cruel.
Bien dicen que la paz puede surgir hasta de los lugares más violentos, y la justicia puede ser impartida por quienes lograron superar una vida de errores.
Algo es evidente en este lugar, y es que al reino de Kala, le espera un futuro próspero.