Cuando Valentín y yo regresamos a Tórilen, lo primero que vimos fue a todo el equipo de goblins completamente alborotado.
No teníamos las más mínima idea de lo que pudo haber ocurrido, pero cuando volvimos a verlos con mayor atención, notamos que los goblins estaban volviendo a crecer.
Sin embargo, no lo hicieron poco a poco como la vez anterior, sino que todos dejaron de medir un metro o un metro diez, para alcanzar una estatura promedio entre los adultos humanos.
Habían goblins de un metro cincuenta, metro sesenta, e inclusive habían unos pocos que alcanzaban el metro setenta, mostrando una gran diferencia con sus estaturas anteriores.
Lamentablemente, el problema principal eran sus ropas, ya que con este nuevo crecimiento repentino, su vestimenta se sentía muy apretada, o simplemente se rompía, dejando a varios de ellos casi en la desnudez.
Normalmente no habría tanto escándalo entre el público humano, pero con este nuevo crecimiento, también crecieron “otras cosas”, y en el caso de las goblinas, sus atributos femeninos.
Los goblins parecían estar apunto de volverse locos por la vista que les proporcionaban las goblinas, así que, tuvimos que tomar una decisión rápida para arreglar este incidente.
Aunque era un método demasiado violento, le pedí a Kágrel que lanzara un rugido ensordecedor sobre el mar de goblins, causando que sus cerebros retumbaran, causando un desmayo masivo.
Relt tuvo que venir de emergencia, y procedió a tragarse una inmensa cantidad de telas de distintos colores; luego se tragó a los goblins, volviéndolos a expulsar con una ropa completamente nueva y adecuada a su tamaño.
Hizo esto en grupos grandes de goblins, y cada vez que alguien parecía querer despertar, lo dormíamos de nuevo.
Estuvimos así por un buen rato debido a la enorme cantidad de goblins, pero al cabo de unos cuarenta minutos, finalmente pudimos vestirlos a todos.
Dejamos al sastre del pueblo sin nada para trabajar por el resto del año, pero esto se trataba de una emergencia, por lo que luego iríamos a disculparnos con él y buscar una compensación válida.
Todas las ropas nuevas eran bastante simples, vestidos de una pieza, camisas regulares, pantalones cortos, nada extravagante ni demasiado complicado, sobre todo para priorizar la velocidad al vestirlos.
Cuando los goblins comenzaron a despertar, se hallaron verdaderamente confundidos.
Se suponía que ya habían tenido una evolución de raza, incluso un segundo crecimiento bastante mínimo, pero ahora esto...
Era difícil hallar una explicación racional para esta situación.
Miré hacia Valentín, pero él tampoco parecía tener una respuesta clara, solo una simple teoría.
Dijo que mi Pacto de Sangre servía para hacer más fuertes a otros y a mi mismo en el proceso, pero, ¿qué pasaría si alguien que forjó el Pacto se vuelve muy poderoso por su cuenta?
La respuesta sería, que el Pacto de Sangre enviaría un poco de esa fuerza obtenida a todos los demás, con la intención de equilibrar las cosas, provocando que sucedan evoluciones de raza de forma aleatoria e inesperada.
Sin embargo, como dije al principio, esto era solo una teoría, pero la daríamos por válida hasta que hallemos una respuesta más acertada.
Tratamos a darles una explicación a los goblins, pero ellos parecían más enfocados en sus vidas diarias que en su cambio físico.
Hacían preguntas como: ¿Qué haremos con nuestras camas? ¿Qué pasará con mi guardarropa? ¿Aún podré pasar por la puerta? Entre otras cosas.
Tenía problemas para calmar a la multitud, hasta que de pronto, apareció el goblin más respetable de su raza.
Se paró a mi lado un goblin de un metro sesenta y cinco, con un cuerpo esbelto y un rostro al que fácilmente podrías llamar atractivo.
Estaba vistiendo ropa simple como los demás, pero sin embargo, se veía bastante bien en él.
No fui capaz de reconocerlo al principio, pero todo quedó claro cuando se presentó.
—Un… ¡Yo ser Robu!
“¡¡Imposible!!”
Fue inevitable pegar tremendo grito en mi cabeza. Cualquiera que hubiera visto a Robu antes, se daría cuenta de la muy extensa diferencia, y la única cosa que nos daba una pista de su identidad sería su forma tan curiosa de hablar.
—¡Todos, bien! ¡Nadie, mal! ¡Ser bueno crecer, a mi gustar crecer, porque atrapar fruta!
“¿Fruta? ¿Qué?”
—¡No asustar, Amo ayudar todos! ¡Amo ayudar papa Robu, hermana Robu, otra hermana Robu, hermano Robu, otro hermano Robu! ¡Goblins ahora ser grande, ahora ser fuerte, ahora ser listo, goblins ser goblins!
Todos los goblins aplaudieron las palabras de Robu, por muy extrañas que estas sean.
Habría sido muy difícil captar la idea general de lo que Robu trataba de decir si no hubieras convivido con él, pero al tener la fortuna de haberlo hecho, pude entender el mensaje.
Él les estaba diciendo a los suyos que todo estaría bien, que crecer era algo bueno, y que yo los iba a ayudar a todos, poniendo a su familia como ejemplo.
Al menos eso fue lo que yo había entendido.
Los goblins comenzaron a platicar entre ellos, comenzando a planear cómo modificar sus hogares y demás, para poder adaptarlos a sus nuevas apariencias.
Y sin esperar a que nadie les diera la orden, todos corrieron a trabajar.
Relt se resignó, y no porque tuviera que ayudar en la remodelación de las viviendas, sino por que todos los goblins comenzarían a pedirle renovar el guardarropa de cada uno de ellos.
Lo cruel de esto, es que hay más de diez mil goblins viviendo en Tórilen, y todos sufrieron el extraño crecimiento en sus cuerpos.
—Buena suerte —fue todo lo que pude decir para animarlo.
………
……
…
Los días pasaron, y el carruaje que transportaba al rey Darío Lifman, finalmente había llegado.
Este se detuvo en las afueras de Silon, creyendo que ahí es donde comenzaba nuestro pequeño país, junto un gran número de soldados montados a caballo.