Hopeless Hero

Capítulo II

So good luck to you on your way

Martes, dos y media de la tarde, mi clase de Teoría de la Literatura da comienzo, y lo primero que pienso al ver al señor Valentine, es que es un hombre joven que, quizás, me caiga bien. Tenía más de treinta, quizás bailaba en los treinta y cinco o los treinta y siete, no lo sé. Alto, cabello oscuro, tez promedio para un ciudadano de Los Ángeles, usaba una camisa oscura de mangas cortas que tenía flores rojas, jeans ajustados y zapatillas de lona de color blanco. Era delgado, muy delgado, no parecía estar habituado a sonreír.

—Buenas tardes —su simple voz dejó claro que él hablaba muy fuerte—. Soy Luca Valentine, pueden llamarme profesor o señor Valentine, o si nos hacemos amigos, pueden llamarme Luca sin usar esas formalidades de mierda que no hacen más que pretender la existencia de un estatus que nos agota.

Nadie respondió, vi que Flinn se removía, algo le murmuró a su amigo, pero volvió la vista al frente. Blair, o Ricitos, estaba junto a él en la fila delante de mí, pude notar que se rio por lo bajo. Mis amigas, a mi lado, tenían la mirada fija en el señor Valentine mientras que por mi cabeza solo había sueño. Quería llegar a mi casa lo más rápido posible.

—En este curso —siguió hablando, el silencio en el aula era increíble— les mostraré el desarrollo de la literatura y su implicancia en la escuela. Más que eso, les compartiré el tipo de pedagogía que debiese esperarse de todo docente, especialmente de aquellos cuya alma máter es Pedagogical: la pedagogía crítica. Pero antes —se volteó hacia el proyector y presentó las unidades—, presentaré el programa y la lista de lectura. Todas las clases leeremos algún fragmento de un texto como introducción, así que, por favor, no falten a menos que sea estrictamente necesario —se detuvo un momento, se acercó a su computador y abrió una hoja de Excel—. Voy a pedirles que, uno a uno, me den sus nombres para poder hacer la lista.

¿No se supone que la lista es automática con las matrículas?

—Es para poder organizarme yo mismo, sé que la lista la tengo disponible en las plataformas digitales, pero parece que algunos se han cambiado de sección a último minuto.

Ah, sentí como si me hubiera leído la mente. Qué miedo.

—Ahora —miró a la primera fila, a una rezagada—, tú apellido, nombre y el año académico que cursas.

—Spath, Olivia. Tercer año.

Luego miró al siguiente, un chico que parecía ser su novio.

—Holder, Jonathan. Tercer año.

Así estuvo, hasta que, después de unos minutos, fue el turno de Mandy.

—Campbell, Mandy. Segundo año.

Pude darme cuenta de que su voz sonó algo nerviosa, y no fue hasta que tuve la mirada directa de Valentine sobre mí que pude entender por qué.

—Thurman, Pandora. Segundo año —mi voz sonó temblorosa, pero solo un poco.

—¿Pandora? —se extrañó y bajó su vista para escribir.

—Sí.

—Como el mito —volvió a mirarme, esta vez, con una sonrisa amigable.

—Exactamente.

—Qué interesante —asintió, yo sonreí con los labios apretados, sentí mi corazón latir a rápida velocidad—. ¿Tu nombre? —ahora miraba a mi lado.

—Griffin, Flora. Segundo año.

No pensé que una hora y media pasaría tan lento. El señor Valentine es un profesor que me terminó por estresar, además de ponerme increíblemente nerviosa. Su mirada es más intimidante de lo que su apariencia puede demostrar.

★★★

Ese mismo día, me di cuenta de que Flora estaba increíblemente atareada. A la hora del almuerzo, estando, por fin, todas reunidas en la mesa, vi que ella comía a pequeños bocados su ensalada de papa mientras fijaba su mirada en la carpeta que parecía estar llena. Actual y oficialmente se desempeñaba como consejera de los iniciados de este año y, por lo que ella misma dijo, quiere ser la mejor consejera de la carrera. La dedicación de Flora es completa y digna de admirar.

—Con todo esto —dijo— ya no pienso en inútiles.

—Acabas de pensar en él —dijo Mandy.

—Sí, pero no de esa manera. Lo hago sin llorar.

Yo volvía a mirar mi comida cuando Laia se pone de pie abruptamente y miraba hacia el camino pavimentado por donde solemos transitar. Todas seguimos su dirección y sentí que se me erizaba la piel. Un grupo de unas veinte personas completamente de negro corrían tirando papeles al aire. De pronto, el camino se llenaba de blanco. Me puse de pie y traté de seguir su dirección con la mirada, incluso si me quise mover, parecía que mi cuerpo me decía que “mejor no”. Sabía quiénes eran. Me invadió el miedo en un abrir y cerrar de ojos.

Angeline y Amalia fueron a recoger de los papeles, así como algunos otros estudiantes que estaban por ahí. Una vez volvieron a la mesa, los nervios se apoderaron de mí. No dijeron nada, no era necesario, solo mostraron aquel papel blanco que, en su centro y con letras grandes, decía:

BIENVENIDOS, INICIADOS. ATTE. MÁSCARAS BLANCAS

—¿Qué mierda? —preguntó Caitlyn.

—No jodas, ¿ellos de nuevo? —dijo Almendra removiéndose nerviosa en su asiento.

—¿Qué pretenden con esto? —se molestó Amalia volviendo el papel hacia ella—. ¿Que se les adhieran los nuevos?

—Es posible —suspiró Flora y se echó hacia atrás—. Dios, no, pensé que no iba a ser necesario que les hablara de esto a los iniciados.

—Deberás hacerlo —intervino Laia—, después de todo, esto no es cualquier cosa y no es cualquier grupo. Estos hijos de puta dejaron a Pedagogical mal parado.

—Y Underclass Hero también —añadió Angeline.

Me cubrí el rostro con ambas manos y me deslicé un poco en mi silla. Estaba cansada y asustada. Fue ahí cuando recordé las palabras del rector. Cuando iba a hablar, ya se me había adelantado Almendra.

—El rector debe imponer el plan que él mismo ideó para atrapar y expulsar a las “asociaciones” estudiantiles que atenten contra Pedagogical. Bueno, “Máscaras Blancas” es uno, debería tomar acciones en su contra —se acomodó los lentes, su tono de voz era muy severo.




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