Hopeless Hero

Capítulo V

You're always here, suffocating me

Hoy, viernes, iré a la fraternidad oficial de Underclass Hero. Estaba nerviosa, me preparé mentalmente para ir a ese lugar. Incluso si le comenté a Lee en su momento, por chat, que me parecía un poco apresurado aludiendo a que “recién se estaban cambiando, era mejor dejarlos descansar y adaptarse a su entorno”. No tuve su apoyo, solo se refirió a que debíamos conocer rápido la casa, y, claro, que quedaríamos fascinadas con todo el espacio disponible en ella. Una verdadera fraternidad.

Estaba cepillando mi cabello mientras veía mi reflejo en el espejo del baño. Escogí la camiseta roja de tirantes, como mi busto es algo abultado, siempre he sabido que usar un poco de escote no viene mal. Tenía mis pantalones a la cintura, así que mi camiseta iba bajo ellos. Las Converse negras eran mi sello especial, obvio que no las iba a olvidar. Estaba muy preocupada de mi aspecto. Dejé el cepillo de lado y eché mi cabello largo hacia atrás. Quizás debería cortarlo un poco. Revisé mis dientes, todo iba perfecto.

Sabía que me estaba tomando demasiado tiempo salir, y lo hacía a propósito. Mandy me estaría esperando en la entrada de Pico Union, en la parada donde tendríamos que esperar por el otro autobús que nos dejaría cerca en la parada de Hoover con la 12th, donde se encontraba la fraternidad: “Dark Velum”. ¿Por qué? No lo sé. Pero lo encontraba curioso, ya que me recordaba mucho al nombre de una banda de heavy metal.

—Tenemos una membresía exclusiva de Dark Velum —me decía Mandy cuando ya estábamos por bajarnos del autobús.

—No lo digas tan alto —pedí—. Van a pensar que vamos a una clase de secta.

—¿Secta?

—Tiene nombre de secta —me quejé—. O de algún club de dudosa procedencia.

Mandy se encogió de hombros y procedió a cruzarse de brazos. El autobús se detuvo y ambas bajamos tras otras personas.

—Yo creo que parece más algún estudio de tatuaje, perforaciones, o alguna tienda de artículos góticos —dijo Mandy continuando con el tema.

—Vale —asentí—, si ves a los chicos yo creo que podrías pensar algo así.

Luego de la parada, no había nada más que hacer que caminar un par de minutos. Ignorando todo el ruido de la calle, seguí a Mandy que parecía tener más certeza de cómo llegar. Ella se guiaba mucho mejor con las direcciones que yo, y eso que ella ni siquiera era de Los Ángeles, pero parecía conocerlo como la palma de su mano.

Tuvimos mucho cuidado al cruzar, ella me aseguró que solo debíamos seguir derecho. La casa estaba antes de llegar a Park View S. A medida que llegábamos a las casas que estaban por la calle, sentía que se me encogía el estómago. Estaba nerviosa, sí, muy nerviosa.

—Es aquí.

Nos detuvimos y pude ver un frondoso árbol que traspasaba la reja de la casa. El antejardín era enorme, sí, y la casa... se veía muy, muy grande. Tragué saliva, Mandy se acercó un poco a la puerta de la reja para tocar el timbre. Di unos pasos hacia atrás y miré por la entrada de autos. Había dos: un Chevy Trax, que parecía ser de los nuevos, de color rojizo, y un Hyundai Accent de color gris. Definitivamente, había gente en la casa.

—¡Bienvenida! —escuché la voz de Lee—. ¿Y Pandora?

—¡Aquí estoy! —dije cuando Lee abrazaba a Mandy a modo de saludo.

—¡Bienvenida! —me dijo y me saludó con un beso en la mejilla.

Usaba una camiseta blanca, le quedaba muy grande, tanto que le llegaba a la altura de las rodillas, pero se veía muy cómodo. Tenía su oscuro cabello mojado, como si hubiera salido recién de la ducha. Al sentir el olor a flores, pude notar que sí, sí se había metido a la ducha. Nos hizo pasar y nos indicó la puerta de entrada que había dejado abierta. El antejardín estaba limpio, pero seco, no había plantas propias de ahí, sin embargo, a la derecha del patio, pude ver un camino lleno de macetas.

Una vez dentro de la casa, casi se me escapa un “wow” al notar lo amplio que era ahí dentro. La sala de estar estaba equipada con un sofá de color gris, el puf que había visto en el antiguo departamento de Andy y Taylor y una mesa de café que tenía una maceta con un pequeño ficus. Del otro lado, estaba la cocina y el comedor, con una larga mesa para ocho personas.

—¿Ocho personas? —pregunté, interrumpiendo lo que Lee estaba diciendo. Ni siquiera le había prestado atención.

—Sí —dice él como si nada—, lo trajo Wilson. También la terraza —añadió y sobó su nuca—, tal parece que sabe dónde conseguir muebles.

—O bien, mi familia fue la que nos los dio porque se renovarán los muebles de mi hogar —dijo Wilson mientras bajaba por las escaleras usando su adorada camiseta de Iron Maiden—. Hola, chicas.

Wilson y Lee nos introdujeron el primer piso de la casa, hasta que llegamos al patio trasero: la terraza era considerablemente hermosa. Tres sofás donde, fácilmente, cabían tres personas, y dos individuales, todos rodeaban la cuadrada mesa de vidrio. Pude notar que el patio trasero lo habían limpiado hace poco, todavía quedaban marcas del paso de una escoba. Estaba ensimismada con lo amplia y cómoda que se veía la casa.

—Chicas, qué bueno verlas.

Mandy y yo nos volteamos para ver que Chris salía desde la puerta que estaba junta a la sala, de dónde veníamos, y traía consigo una bandeja con bocadillos. No cabía duda, venía de la cocina. A pesar de estar usando una camiseta azul oscura, como solía ser su ropa, se cubría con un delantal de color amarillo, y tenía su cabello atado en un bollo. Tras él, venía Taylor, que también usaba un delantal, pero uno naranjo, y tenía su cabello en un bollo más pequeño, pero más arriba que el de Chris. Se veían divertidos.

—Con ustedes, papá y papá —dijo Wilson haciendo que Lee estallara en carcajadas.

—Vaya —suspiró Chris luego de dejar la bandeja que traía consigo en la mesa de centro—, ¿la relación con tus padres es tan mala que estás buscando figuras paternales en tus amistades?




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