Hopeless Hero

Capítulo XXVI

"Unexplainable the love that only we could understand"

Ya estaba cayendo un poco en la desesperación. Tener clases a estas alturas era para poder resolver algunas dudas antes de los exámenes, o bien, entregar los trabajos atrasados para no perder los créditos por completo. De todas maneras, había profesores, como Valentine en específico, que nos tenían sentados escuchando su cátedra.

Golpeteaba mi bolígrafo contra mi pulgar, rápido o lento, dependiendo de qué tan frustrada me estuviese sintiendo. Es que no entendía por qué Valentine, o bien, “el señor Valentine”, insistía con dar más contenido cuando ya estaba todo repasado. Señor, denos un momento de relajo o haga un resumen de los textos de Barthes y Foucault, pero ya, hasta ahí, por favor.

—La pedagogía debe cambiar —dijo y yo lo miré atentamente—. No podemos seguir haciendo clases si no cambiamos el concepto de “pedagogía”. Debemos dejar de creer que los profesores, o pedagogos, solo son aquellos que se paran en frente de una clase, son los dueños absolutos del aula y están encargados de pasar contenido y evaluar lo aprendido de forma estandarizada.

Toda la clase estuvo en silencio escuchando su monólogo.

—Tampoco quiero decirles que los profesores deben hacerse cargo de los problemas personales de sus estudiantes, eso es ridículo y, les advierto, que se encontrarán con esos escenarios una vez que ejerzan. Y es que la figura del profesor ha sufrido diferentes cambios y, en la sociedad actual, se define a los profesores como los responsables de la vida de todos sus estudiantes. Sí, chicos y chicas, ustedes, cuando estén ejerciendo, van a estar más atentos con respecto a lo que pueda estar pasando con sus estudiantes, ya saben, casos de acoso —detuvo su andar una vez estuvo en medio de la extensión del pizarrón—. Sin embargo, se van a encontrar con situaciones que no podrán controlar, unas de las cuales su única acción debería ser dejarlas a cargo de un especialista, pero, ¿saben? Si no se hacen cargo ustedes, el resto de profesionales, de cualquier área, los llamará malos profesores.

—Qué injusto —comentó una chica.

—Lo es, efectivamente —afirmó Valentine—. Aunque, al mismo tiempo, tiene sentido. Si no detectaron el problema, sí, en parte es culpa de ustedes. Sin embargo, tampoco es como si nosotros tuviéramos la facultad para acercarnos a todos nuestros estudiantes con suma confianza. No es posible, en lo absoluto. ¡Qué genial es formar un vínculo con sus estudiantes! No obstante, eso no ocurrirá siempre, es más, es posible que de los miles de estudiantes a quienes les hagan clases, recordarán ciertos rostros, unos tantos nombres y solo unos cuantos, contados con los dedos de una mano, son los que de verdad habrán significado algo importante para ustedes, y la mayoría, por no decir todos esos, será por haberlos ayudado con cierto tormento que estaban viviendo.

—¿Lo dice en serio? —preguntó Flora—. Profesor, yo no creo…

—Piensas que vas a recordarlos a todos, ¿no es así? —sonrió sarcástico—. Es posible que ahora mismo estés pensando que tú jamás vas a olvidar a tus estudiantes, que te esforzarás por recordar sus rostros y sus lindos nombres, pero eso no va a pasar, Griffin. Tarde o temprano, llegará el momento en que contarás una anécdota y te equivocarás de nombre sin saberlo, luego contarás otra en donde cambiaste a los involucrados por alguien a quien tú, verdaderamente, conoces.

Valentine suspiró con desgano, yo me acomodé mejor en mi pupitre y me fijé en las expresiones de mis compañeros: todos estábamos iguales, un tanto decepcionados. En realidad, yo creo que la gran mayoría pensaba que podríamos ser diferentes a los profesores que tuvimos en aula, pero, con esto que nos estaba diciendo Valentine, todas nuestras idealizaciones se rompían con la realidad de sus palabras. La ilusión de ser “un profesor diferente” debieron tenerla también aquellos que nos hicieron clases alguna vez.

—¿Es por eso que los profesores, cuando recién se integran al sistema educativo, siendo jóvenes o inexpertos, se ven más animados y dispuestos a hablar con sus estudiantes?

… ¿Lo dije o lo pensé?

—Pues sí, Thurman, es así —dijo Valentine y yo me deslicé un poco en la silla, como si de esa manera me fuera a ocultar—. Al inicio de sus vidas como docentes, todo es maravilloso, sienten que generarán vínculos significativos con todos y cada uno de sus estudiantes, pero a medida que pasa el tiempo, el sistema mismo es el que los desgasta y los juzga por lo que no hicieron y pudieron haber hecho, más que por sus roles principales que es hacer llegar el aprendizaje a sus estudiantes.

Hubo otro silencio en la sala, ya estábamos casi en la hora de término de la clase, por lo que, ahora, tendría que venir la conclusión de Valentine. Miré a Mandy, ella tenía la mirada perdida en algún punto de su cuaderno, a mi otro lado, Amalia, hacía garabatos en la esquina inferior. Volví a ver a Valentine, y para mi sorpresa, él me estaba viendo también.

—Cambiar la perspectiva pedagógica significa generar un cambio, y aunque suene demasiado obvio y redundante, ese cambio todavía no se genera —pasó a mirar al resto de la clase antes de hablar nuevamente—. No esperen a que alguien más lo haga por ustedes. Chicas y chicos, cuando tengan la oportunidad de conocer un aula, siendo ustedes los docentes a cargo, intenten modificar la perspectiva pedagógica que prevalece en nuestro sistema educativo actual. Mejorando la pedagogía, mejoramos el aprendizaje y con eso, mejoramos a los futuros miembros activos de la sociedad. Solo la lucha activa nos llevará a la revolución, y la revolución, trae consigo la evolución.

Vaya elección de palabras. Valentine, ¿te das cuenta de que, con esto, has dado luces de tu postura? Sin necesidad de haberle preguntado, él me miró y asintió levemente. La confianza que se tenía era absoluta, por ello había tomado el riesgo de decir lo que dijo.




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