Hopeless: Solo un poco rotos.

Decima parte: Lazos enfermizos

1

 

Phillip Wells se preguntó a si mismo si acaso era buena idea haber ido a ver a aquella chiva solo para decirle una noticia tan desagradablemente trágica como la que había ido a comunicarle, era consciente de que la familia Duncan se había visto terriblemente diezmada en cuestión de días simplemente. Dos homicidios, y ahora...dos suicidios.

 

Aún podía recordar cuando Markov y él habían comenzado a trabajar juntos, habían sido compañeros un tiempo antes de que Turner llegara a la estación y el otro fuera ascendido. Markov le había llevado a su casa, le había presentado a su esposa, la cual estaba embarazada en aquel momento, e hijas (que en ese tiempo solo se trataba de Paulette, quién contaba con cinco años y Agnes, que tenía apenas tres), lo había invitado a cenar. Habían sido buenos amigos a pesar de que luego Markov se había distanciado, él lo veía sufrir en silencio y no había hecho nada.

 

Ahora se arrepentía, pero era demasiado tarde para poder ayudarlo... Así que intentaría cuidar de los niños que había dejado, los que quedaban al menos.

 

Levantó la vista de la mesa en el momento en que la vio ingresar en la cafetería con dos enfermeros a los lados, no era hora de comer así que el lugar estaba vacío, ella frunció el ceño cuando lo notó, pero aun así caminó hasta la silla frente a él y se dejó caer en ella.

 

-Hola oficial, tiempo sin vernos... ¿Acaso le dio algún remordimiento de consciencia encerrar a una chica tan "herida" como yo o pretende vender mi historia? -Dijo la castaña recargándose en la silla, mirando al hombre con una sonrisa torcida y cierto escepticismo en la mirada.

 

-Hola Agnes, no… claro que no solo… venía a ver como estabas –Alegó el hombre mientras se removía un poco en la silla, antes de apoyar las manos sobre la mesa tendiéndole un paquete de goma de mascar.

 

Había visto los parches de nicotina que ella tenía pegados en el brazo izquierdo, puesto que no llevaba su chaqueta verde en ese momento estos quedaban a la vista, así que había supuesto que querría alguna manera para intentar calmar la ansiedad que debía de estar padeciendo en aquel momento.

 

-Bueno…-Tomó el paquete que le ofrecía, sacando uno de los chicles y desenvolviéndolo antes de meterlo a su boca, saboreando el tuti-frutti de esto, curiosamente le recordó al sabor de brillo de labios que usaba Addie- La verdad me siento mejor… ahora que la porcelana se rompió.

 

“Había una melodía que la mujer tarareaba con falsa dulzura mientras pasaba las uñas teñidas de carmesí por las figuras en su estante.

 

-Vengan pequeños, que los llevaré a una tierra de encantos....-La figura de una mujer castaña con un corazón en la mano mostraba un sufrimiento tan real, un dolor que casi podías palpar cuando te acercabas a la reina de corazones que encabezaba la fila- Vengan pequeños, yo los cuidaré en mi jardín sacrosanto...

Al pasar rozaba una figura bastante peculiar, se trataba de un niño de cabello oscuro sentado en un trono, el cual parecía estar pintado de colores blanco y negro, con una corona de platino en la cabeza y una capa carmesí que aparentaba realeza tras él.”

 

-Ahora que la verdad se supo y ya no tengo nada que ocultar…-

 

“Mentira” dijo su consciencia, pero la ignoró pues le había salido bien echarse la culpa por Murder. Había sabido que él y Agatha se querían, pero que él había pensado dejarle algún tipo de tiempo para que Agatha intentara salir con alguien más, que se asegurara de que quería estar con él. Le había parecido algo relativamente responsable de parte de él, quizá al fin había obtenido la fortaleza que ella había querido sacarle a la fuerza, cada vez que lo molestaba con que era débil o un cobarde… Siempre había sido con la intención de que se fortaleciera, que la enfrentara, que tuviera algún tipo de reacción y no se dejara pisotear.

 

Estaba orgullosa de su hermano menor.

 

“Era algo curiosa la tercer figura o al menos así le podía parecer a quien la viera, la mujer de rosado cabello se detuvo con la vista en esta, observando detalladamente a la familia que estaba sentada a la mesa, la figura de la madre y el padre estaban resquebrajados, al igual que las de las niñas que eran un reflejo de la otra.

 

-Sigan pequeños, yo les mostraré el mundo tras los espantos…–La mujer se quedó observando la muñeca de porcelana que se encontraba junto a la hija mayor, dando a entender que era la segunda hija, estaba marcada como un jarrón que se quebraría en cuanto recibiera solo un toque más y para comprobarlo ella le dio un suave toquecito a la pequeña muñeca, pero esta resistió- No lloren, pequeños. La vida así es, cruda belleza y calvario…

 

La muñeca se resistía a romperse.”

 

- ¿No extrañas tu vida antes de que todo esto ocurriera?... ¿A tu familia? –

 

Wells podía ver que Agnes estaba diciendo la verdad al decir que se sentía mejor, él la veía un tanto mejor, más calma, como si al fin se hubiera librado de un peso terrible. Pero al mismo tiempo podía ver que ella parecía resignada al respecto de que no sería libre jamás, había perdido ese derecho en algún momento que él nunca había notado.

 

-A decir verdad, es… Extraño, pero creo que, si extraño algo a mi familia, no extraño mi vida como era antes porque más allá de mi novia era una mierda, pero…-Ella soltó una risa desganada- Creo que al final entre el odio y el rencor algo de…cariño pude tenerle a mi madre, soy una idiota, definitivamente extraño a mi padre y a mis hermanos… Pero no volveré a verlos jamás –Suspiró inclinando la cabeza hacia atrás, con algo de cansancio- Vamos, oficial, dígame de una vez a que vino, porque estoy segura de que no fue para compadecerse de mí –




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