Hopeless: Solo un poco rotos.

Decimo primera parte: Vestigios del pasado

1

 

2016

 

Los afilados tacones de aquella blonda y elegante mujer se podían oír con un tenue eco a cada paso que daba por el blanquecino pasillo, sintiendo las miradas algo intrigadas de algunos guardias, mientras se acercaba cada vez más a la recepción del lugar.

 

-Señorita ¿podría ayudarle en algo? -Una de las enfermeras se le acercó con rapidez al verla llegar al mostrador, pues no había nadie en recepción y ella llevaba el suficiente tiempo trabajando en ese edificio como para poder ofrecerse si acaso era familiar de algún paciente.

 

"Grace" decía la identificación en su uniforme.

 

La mujer se volteó hacía la enfermera, quitándose los lentes de sol para poder mirarla bien, luego sonrió un poco, temblorosa, el delineador corrido de sus ojos seguramente le daba un aspecto algo deplorable en aquel momento, pero no le interesaba que fuera a pensar de ella. Al menos no en esta ocasión.

 

-Sí, creo que sí, busco al paciente... Adair, Adair Collins, me han dicho que fue internado aquí -

 

La sonrisa de Grace se borró lentamente al escuchar su respuesta, cambiando a una expresión sorprendida.

 

-Oh... Claro, ahm, pero él esta con los pacientes graves así que debo hablar con la directora de la institución primero, espero sepa entender, señorita...

 

Irina asintió, aceptando las condiciones. Solo quería volver a verlo.

 

-Albanese, Marissa Albanese -Contestó al notar que esperaba que le diera algún nombre.

 

La enfermera pareció algo sorprendida al oírlo.

 

- ¿Tiene algo que ver con el clan Albanese? -

 

-Soy prima de Franco Albanese -Respondió con total seguridad.

 

Grace, aún sorprendida, no pudo más que decirle que la esperara allí mismo, para luego retirarse algo nerviosa a ver a la directora Laurent. Siempre le ponía de nervios oír ese apellido, se rumoreaba muchas cosas al respecto sobre esa familia, a pesar de que eran dueños de una de las revistas de moda más famosas del mundo, se decía que estaban metidos en cosas algo turbias.

 

Irina esperó que no se descubriera su mentira, mucho menos que Franco Albanese o alguien de su familia se enterara de que había dicho ser una de ellos. Porque ella sabía bien qué tipo de negocios manejaba ese hombre, lo peligroso que podía ser meterse con él, pero era más fácil mentir que decir que era la madre de aquel paciente, además que estaba segura de que ese apellido le abriría puertas con más facilidad que si diera su nombre real.

 

Pasaron varios minutos hasta que la enfermera regreso a buscarla, alegando que solo podría verlo por media hora, a lo que Irina asintió en silencio siguiéndola después.

 

Se preguntaba cómo estaría su pequeño, su bebé Adair, luego de tantos años de haberle perdido el rastro. Ella siempre lo había ido a visitar al orfanato luego de haberle dejado allí, lo había observado desde las sombras rogando porque él estuviera bien luego de que este fuera adoptado por un hombre de apariencia algo... ¿Extraña? No lo sabría describir. Deseaba tanto verlo, poder abrazarlo, no podía creer que su niño había acabado en ese lugar.

 

Él era el único que le importaba.

¿Cómo se atrevían esos otros mocosos a intentar reemplazarlo? En especial Agnes, cuyo nacimiento había sido el mismo día que su primer hijo. Esa niña holgazana e irreverente no era nada en comparación, ninguno de ellos lo era. Su Adair era el único hijo al que quería en verdad, por eso lo extrañaba tanto.

 

Al llegar a la habitación, la enfermera le abrió la puerta, pero no la dejó pasar primero por lo que tuvo que entrar tras esta, escuchando como la muchacha hablaba a aquel chico sentado con la espalda contra la pared y la cabeza baja, el cabello rubio platinado a causa del largo que poseía le cubría el rostro, su mirada se paseó por los extremidades de este sujetas con cadenas contra la pared.

 

- ¿Señora? -Reaccionó de su trance cuando la oyó, por lo volteó a verla- Tiene treinta minutos solamente, él...ahm, no habla mucho, espero que comprenda -

 

- ¿Podría dejarme a solas con él? -Pidió Irina mirando a la enfermera con un ligero nudo en la garganta, sentía que le ardía el pecho de ver así a su pequeño niño.

 

Grace vaciló.

 

-Señora Albanese, no creo que sea una buena idea, él...-

 

-Por favor -Le interrumpió la mujer- Esta casi completamente inmovilizado por lo que veo, no creo que en ese estado pueda hacerme algo en absoluto -Casi sonó a un reproche por tenerle así, no le interesaba si ella no tenía la culpa ¿tan peligroso lo consideraban que lo tenían atado cual bestia que espera ser sacrificada?

 

La joven enfermera observó a Adair notando como este levantaba apenas el rostro al escucharlas, la mirada grisácea se veía tan dura y vacía como habitualmente, pero era verdad que el chico no podría hacer nada en ese estado… Claro, mientras aquella mujer se mantuviera a cierta distancia de él.

 

-Está bien pero solo… solo no se acerque demasiado a él, puede ser algo agresivo con los extraños y es por su propia seguridad –

 

Irina esperó pacientemente sin responder a que ella se retirara de la habitación mientras en su mente trataba de encontrar las palabras, no había pensado en qué le diría al encontrarlo, solo recordaba que el anhelo de verlo era fuerte. Una leve sonrisa, que quiso disimular, se apareció en su rostro al notar que si se cortaba un poco el cabello realmente le recordaba a Kyle cuando este era más joven, tenía sus mismos ojos grises, sus rasgos… Definitivamente Adair era idéntico a su padre.

 




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