Hopeless: Solo un poco rotos.

Decimo segunda parte: Paralisis

1

 

Su respiración era acelerada como si se le agotara el oxígeno, sentía que se sofocaba mientras aquella rara extremidad oscura ascendía por sus piernas como si se tratara de una serpiente venenosa que acababa de elegir a su presa, enroscándose en ellas y seguía ascendiendo, haciéndole sentir que pretendía devorarlo en medio de la oscuridad de la habitación, sus ojos observaban esa cosa con absoluto terror, congelados, más era incapaz de mover su cuerpo o de gritar para pedir ayuda, pedir que lo salvaran de ese monstruo.

 

Una especie de gruñido gutural se oyó en la habitación.

 

La desesperación comenzaba a expandirse por todo su ser, pero a pesar de sus esfuerzos era incapaz de mover un solo dedo, su piel se erizaba a medida que veía como esa serpiente que ascendía envolviendo su piernas era en realidad alguna especie de tentáculo, de apariencia viscosa y asquerosa, olía extraño, además, parecía como si el monstruo estuviera hecho de alquitrán negruzco.

 

-Salem... -

 

Un susurro similar a un siseó viajó a través del aire pesado de la habitación hasta él, casi como si acariciara sus oídos, sus orbes oscuros se fijaron en la esquina de la habitación viendo como de allí parecía emerger aquella criatura sin forma ni rostro, hecha de alquitrán.

 

-Salem...

 

El monstruo nuevamente susurró su nombre, era un llamado, extendía más de sus deformes extremidades viscosas hacia él buscando alcanzarlo, como si ansiara hundirlo en aquella oscuridad de la que estaba hecho.

 

-No puedes huir de lo que eres...

 

El niño ya sentía que las lágrimas bajaban de sus ojos al hacerse a la idea de que sería sumergido en esa oscuridad y jamás volverían a saber de él, jamás volvería a ver a sus tíos o a su mami. ¿Dónde estaba su mami? Sentía que estaba a punto de orinarse en los pantalones a pesar de que ya no era un bebé.

 

El sonido de la puerta abriéndose le distrajo de su martirio, guiando su mirada hacia allá como podía notando que era su madre la que entraba en la habitación tan silenciosa como siempre se acercaba a él con expresión preocupada al verlo en tal estado de terror.

 

Cuando ella abrió la puerta, vio al monstruo retroceder, alejando sus extremidades de aquella presa indefensa, al momento en que la luz se encendió este desapareció como si se tratara de humo confundiendo al pobre niño. La muchacha, ya casi mujer, se acercó a su niño y le tomó el rostro viendo las lágrimas en este antes de ayudarlo a levantarse para envolverlo en sus brazos con una calidez maternal que pareció derretir ese hielo en que su cuerpo parecía haber estado sumergido, Salem al fin fue capaz de despegar su cuerpo de la cama y se aferró a su progenitora llorando en busca de consuelo.

 

- ¡Mami! -Exclamó con un hilo de voz, aún estaba aterrado.

 

Parecía que su madre había alejado a la oscuridad esta vez, pero... ¿Qué pasaría si ella se iba y el monstruo volvía? ¿Qué pasaría si no hubiera quién lo salvara la próxima ocasión? Porque había una extraña sensación en él, en su interior, que le decía que esa cosa volvería y no iba a dejarlo en paz hasta haberlo hundido en esa oscuridad, devorando cada parte de él.

 

O así era como su mente aterrada e infante procesaba lo que había pasado.

 

Ella lo meció suavemente entre sus brazos, acariciándole el pelo y dejándole algunos besos por la cabeza en un intento por calmar a su pequeño hijo, sin embargo, surtía efecto lentamente y lo sabía, ella se sentía un tanto impotente a veces por no poder tranquilizarle con palabras, pero se esforzaba en que el niño le entendiera.

 

Paulette lo apartó un poco e hizo algunas señas al pequeño, intentando preguntarle qué había pasado, más el niño se quedó mirándola... Aún le costaba comprender el lenguaje de señas, su madre nunca hablaba y se veía casi forzado a entenderlo, pero no le quedaba de otra, aunque también estaba en proceso de aprender a leer y podría haberle escrito la pregunta, pero no tenía papel a mano.

 

-Monstruos feos...-Murmuró el niño en respuesta a lo que su madre intentaba saber.

 

Ella lo miró con una mueca durante un segundo antes de cargarlo en brazos, hizo un sonido extraño que él apenas pudo identificar como el que solía hacer cuando le preguntaba si quería dulces, a su manera le daba pequeñas señales específicas para algunas cosas.

 

- ¿Chocolate? -Preguntó el pequeño en un murmullo mientras chupaba su pulgar en un gesto aniñado que aún no lograba abandonar cuando estaba asustado.

 

La rubia asintió saliendo de la habitación para luego bajar las escaleras, el niño iba observando los cuadros que ella había colgado por las paredes. No se sentía asustado por las muertes que veía en aquellas pinturas, había acabado acostumbrado a ese tipo de imágenes que siempre estaban allí pero aun así su mente fastidiaba en darle pesadillas sobre un monstruo oscuro y extraño que quería atraparlo.

 

- ¿Porque siempre te portas así de misterioso conmigo? -Escuchó la voz de su tía Agatha- Siempre dices que debo ser paciente, esperar el momento adecuado, pero no entiendo a qué te refieres... Me tienes malditamente confusa.

 

-Es porque siempre te comportas tan impaciente, querida, no puedes saberlo todo de golpe, lo que importa de momento es que tenemos que mantenerlo protegido de ella -Esa fue la voz de Oliver, ese chico tan raro que a veces lo cuidaba, aunque él sentía que no le agradaba, pero su hermano resultaba ser así con la mayoría de las personas exceptuando a su tía Aggie.

 

El pequeño rubio volteó la mirada hacia ambos adolescentes que estaban sentados a la mesa de la cocina, parecían estar tomando algo caliente por el vapor que veía elevarse desde la taza que tenía cada quién en sus manos. Paulette miró a su hermana menor y frunció el ceño habiéndola oído maldecir, sin embargo, fue ignorada por esta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.