Hopeless: Solo un poco rotos.

Decimo quinta parte: Fantasmas

1

 

No pudo evitar levantarse y seguirla corriendo en cuanto la vio pasar. ¿Cómo era posible? ¿Cómo es que su amada estaba allí en ese lugar? Una hermosa y a la vez blanquecina aparición que se parecía que se había esfumado por los pasillos del psiquiátrico que aparentaban estar desiertos de cualquier ser vivo, ni siquiera veía a las enfermeras o a los guardias dar sus rondas por el lugar por lo que se sentía extrañada.

 

-Agnes…

 

El susurro de esa delicada voz tan familiar le atrajo hacia un pasillo que por alguna razón parecía tornarse rojizo a medida que avanzaba, desvaneciéndose aquel tono níveo que casi la dejaba ciega normalmente, una roja alfombra se extendía bajo sus pies. El paisaje a su alrededor retornaba su mente a aquel sueño tan extraño en que habían despertado en un elegante hotel, se preguntó entonces si acaso volvería a encontrarse con aquel ser tan oscuro, con la bestia y los “amigos” de Belle.

 

- ¿Addie? ¿Dónde estás? –Se atrevió a llamarla, sin esperar realmente una respuesta por lo que se quedó absolutamente quieta al sentir una respiración helada en su nuca, su piel erizándose lentamente solo con sentir su presencia.

 

-Me ves -La castaña se volteó enseguida al oír su voz responderle, y no vaciló ni un segundo en apretarla entre sus brazos tras ver su sonrisa. La sentía helada, tan carente de vida como el último día en que la vio- Al fin me puedes ver...-Podía notar la felicidad que emanaba aquella suave voz, tan frágil como un cristal colgando de un hilo en un candelabro elegante, amenazando con caer al suelo y quebrarse en mil fragmentos en cada segundo.

 

Agnes sentía como si una boa estuviera enroscándose alrededor de su corazón y apretándolo cada vez más, deseando devorarlo o volverlo cenizas, mientras la aferraba, rogándole en susurros que no desapareciera otra vez, que no la volviera a dejar, pero Addie completamente en calma se limitó a sonreírle tiernamente mientras acariciaba su cabello con delicadeza.

 

-No tienes idea de cuánto te extraño, Adelaide -La chica Duncan soltó una pequeña risa con los ojos cristalizados, sentía un curioso burbujeo de felicidad invadirle al tenerla allí consigo una vez más- Ha pasado tanto...

 

-No te imaginas cuanto -Addie apoyó las manos sobre las mejillas de su novia y acarició suavemente estas para luego besar su frente con dulzura- He estado esperando por tanto tiempo, cariño, me duele esperarte tanto...

 

-Te necesito conmigo, Ad –Susurró la castaña cerrando, apretando, los ojos un segundo sintiendo esa dulzura y ese amor que siempre habían caracterizado a su novia, aquel trato tan afectuoso, lleno de ternura que tenía para con ella en cada ocasión sin importar que fuera lo que había pasado.

 

-Lo sé… No sabes cuán difícil es aparecerme aquí sabiendo que no me puedes seguir, desearía tanto que pudieras venir conmigo de una vez… Tal como me prometiste –

 

Agnes no reparó en el hecho de que la figura de su difunta novia parecía resaltar en el pasillo ligeramente oscurecido, alumbrándolas a ambas con una luz propia que parecía salir de lo más profundo de su alma. Addie era su luz en la oscuridad, siempre la había sentido así cuando estaban juntas en vida, y en ese momento aquella cursi descripción le quedaba más que perfecto.

 

- ¿Porque lo hiciste, Addie? ¿Tu madre...?

 

-Ella descubrió lo nuestro -Dio una palmadita a las manos de la castaña logrando que esta aflojara su abrazo, lo suficiente al menos para que pudieran sentarse en el suelo del pasillo- Trató de alejarme de ti y yo no...-Cerró los ojos un segundo, sintiendo que de estar en una situación normal probablemente la mayor la habría sacudido por lo que había hecho- No pude siquiera pensar en no poder estar contigo, actúe por impulso lo admito.

 

-Fuiste tan tonta -Agnes quiso que sonara a reclamo, pero no podía, aunque había estado tan furiosa por el suicidio de esta, en ese momento teniéndola delante de sí no podía hacer más que contemplarla con anhelo- Y yo... Yo rompí nuestra promesa, perdón.

 

La rubia alzó la vista hacia la contraria en cuanto sintió los brazos de Agnes aflojar su agarre y terminar por alejarse de ella, la observo en silencio un instante antes de esbozar una sonrisa triste que no llegaba a sus ojos, y negó suavemente.

 

-Sé que no la cumpliste, pero está bien. Porque quisiste hacer algo bueno por tus hermanos y eso estuvo bien, a ellos si pudiste salvarlos, Agnes. Demostraste que no eras tan mala como todos creían

 

La castaña sentía como si cada palabra de ella fuera un beso a las heridas invisibles en su ser, un bálsamo dulzón y cálido.

 

-Tal vez lo hice, pero sigo estando como una cabra. Cuando... Cuando la muerte te besó estando en mis brazos, sentí que tenía tantas cosas para decirte y ahora que estás aquí yo simplemente... Yo solo quiero oírte a ti, sentirte a ti ¿Podrías besarme?

 

Algo en el interior de la menor se apretujó, había pasado mucho tiempo desde la última vez que la había visto tan vulnerable, Agnes siempre se tragaba todo lo que sentía, lo acumulaba en un rincón de su ser hasta que terminara explotando. Por eso, y porque su amor por ella seguía tan intacto como el día que murió, cedió a aquella petición tomando el rostro de su amada entre sus manos y lo acercó hasta que sus labios se unieron en un suave beso, que parecía contener todas aquellas palabras que ninguna de las dos sentía que debían decirse en voz alta.

 

Se amaban.

Se extrañaban.

Y ese reencuentro solo quedaría como un momento mágico en el tiempo si Agnes no lograba ir con ella finalmente.

 

- ¿Porque me dejaste? -Una simple pregunta que sonó a sufrimiento salió de los labios de la castaña al momento se separarse.




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