Hopeless: Solo un poco rotos.

Decimo séptima parte: Que gire el tambor

1

 

2024.

 

Violet abrazaba por la espalda a Oliver, recargando su mejilla sobre el hombro de este que se encontraba sentado al borde de la cama que compartían desde aproximadamente dos meses, se veía algo triste pero no era culpa del chico extrañamente.

 

-Siento haberte mentido -Murmuró, ahí estaba la razón de su actual estado.

 

Él no la miraba, permanecía con aquella expresión de frialdad tan familiar y su mirada se concentraba en la pared azul Francia frente a ellos. Solo se limitaba a tomar una de sus manos, la que estaba sobre su pecho, allí donde residía el corazón del pelinegro latiendo contra su palma tan calmo e inmutable.

 

- ¿Enserio creíste que podías engañarme, Dorothea? -Cuestionó él con cierta calma, realmente no parecía enfadado.

 

Quizá porque había sabido desde el principio las dobles intenciones de la chica, pero quería hacerla sufrir un poco.

 

Ella sintió un leve escalofrío por escucharlo llamándola con aquel nombre que no oía hace demasiados años, más no aflojó su agarre de su pareja, en cambio parecía que le apretó más fuerte por un instante.

 

-Es extraño que me llames por ese nombre, ni siquiera mi propia madre me llama así hace años –Alegó rozando el cuello del contrario con la punta de su nariz, como un cachorrito que olisqueaba a su dueño.

 

-Pero es tu verdadero nombre.

 

-Pero me acostumbré a Violet...-Suspiró, él pudo sentir su aliento rozándole el cuello- Te amo, Oliver, eso no es mentira –

 

Él se giró entonces tomándola del cuello y poniéndola contra la cama, sin cambiar en absoluto de expresión. Ella sujetó las manos que oprimían su garganta, tratando de apartarlas o quizá solo mantenerlas a raya para que no le apretaran demasiado, no estuvo seguro en el momento puesto que su rostro no expresaba pánico ni miedo alguno. "Ella ya no me teme" pensó recordando cuando había intentado asesinarla cuando eran niños, Violet, o más bien Dorothea, había arañado sus manos con desesperación y había llorado temiendo su inminente muerte.

 

-Dime una sola razón para no romperte el cuello ahora mismo –Siseó el pelinegro, mirándola fijamente a los ojos, haciéndola sentir como si dagas de hielo estuvieran clavándose en su ser.

 

-Porque no quieres –Ella apenas logró decir, sin apartarle la vista en absoluto en un intento por demostrarse a su nivel, causando que Liver frunciera el ceño- Puedo verlo en tus ojos, Oliver, tú no quieres matarme

 

-Si crees que en verdad te amo como dije...

 

-Sé que no me amas –Ella lo interrumpió con un atisbo de una sonrisa decaída- Desde el principio lo he sabido, personas como tú son incapaces de amar, lo sé... Pero tuviste muchas oportunidades para matarme y no lo hiciste, no quieres hacerlo –

 

Pudo leer la confusión en la mirada del chico mientras este aflojaba su agarre, Violet entonces pudo dar una bocanada de aire y sintió su garganta escocer, provocando que comenzara a toser al tiempo que Oliver la soltaba. Él la miraba con superioridad, eso no había cambiado, pero parecía que sus intenciones de matarla seguían siendo tan nulas como en un principio.

 

- ¿Sabes porque me he aferrado tanto a ti en cuanto te conocí?

 

-Siendo sincero siempre me lo he preguntado. No eras más que una mocosa irritante pero ya decías que te gustaba –Acabó por sentarse en la cama a su lado, cruzando las piernas antes de volver a mirarla.

 

Dorothea comenzó a sentarse acariciándose la garganta mientras sonreía al recordar el momento en que le había visto por primera vez, hace casi ocho años, lo que había sentido. Aquella sensación de que algo en él la llamaba, algo pero no comprendía que era ese algo, no lo había comprendido hasta años después cuando se había enterado de la verdad.

 

-Es que... cuando te vi, supe que eras como yo. No puedo explicar exactamente lo que sentí pero despertabas mi interés, me atraías y no podía controlarlo –Lo miró antes de bajar la vista a sus dedos- Cuando volvimos a reencontrarnos sabía porque me sentía así, porque ambos éramos iguales y estaba tan ilusionada de creer que tú eras mi otra mitad, mi contraparte, por eso envidié tanto a Agatha. Ella estaba unida a ti pero se negó a su destino por ese chico tan tonto –Él miró de reojo como la pelinegra temblaba, y su voz parecía llenarse de resentimiento- No lo entendía, entonces quise, anhelé servirte como si yo fuera tu destino aunque sabía que solo me engañaba.

 

- ¿Mi destino? -La voz de Oliver sonó incrédula. Le parecía en cierto punto lógico que Dorothea creyera que dos malditos estaban destinados a estar juntos aunque él no pensaba lo mismo. Él consideraba que aunque era inevitable la atracción que entre ellos se producía, no era necesario que terminaran juntos pero supo que eso no era lo que ella quería oír- Querida, no podemos huir de nuestro destino. Tarde o temprano, este se cumple.

 

-Eso es mentira, porque ella lo está haciendo... Amando a otro que no eres tú, casi estuvo por tener un hijo que no era tuyo –Le sonó a reclamo pero continuó escuchando- Mientras que yo... Mi madre asesinó a mi contraparte hace mucho tiempo ¿Sabes lo que pasa con un maldito que no tiene a su contraparte? ¡Enloquece! ¡Pierde su maldito sentido común! Se desequilibra...-

 

"¿Por eso eres así? ¿Por qué tu contraparte ha muerto?" Pensaba extrañado, nunca se había planteado que ocurriría si uno de los dos moría. La tentación de matar a Agatha para comprobarlo surgió pero la reprimió enseguida, se había prometido a sí mismo no herirla, no a ella.

 

-Por eso me sigo aferrando a ti, aunque no seas él. Quiero que me ayudes a encontrarlo, sé que tu no pero seguro Salem si puede hacerlo –




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