Hopeless: Solo un poco rotos.

Vigésima parte: Últimos planes

1

 

2019.

 

Los pasos del hombre hacían un ligero eco en el pasillo blanco, el Padre Raphael sonrió saludando a una enfermera mientras caminaba con las manos juntas en dirección de la recepción. Hace ya un buen tiempo había surgido la curiosa petición de Kyle Collins, hermano de Irina Duncan, sobre si podía visitar a Adair e informarle sobre el estado del chico.

 

Él no preguntó por qué, no quería verse entrometido al respecto, pero sí que había despertado su curiosidad el que aquel hombre quisiera saber sobre un joven que llevaba casi siete años encerrado por su condición, y que por lo que tenía entendido nadie visitaba nunca. Ni siquiera su padre adoptivo, del que en realidad no sabía mucho más allá de que Adair le había dicho que no era conveniente buscarlo.

 

Adair estaba solo, por eso le alegraba que le hubieran permitido salir del cuarto. Al menos así podría relacionarse con otros pacientes más tranquilos, después de todo el chico no era malo… Solo estaba enfermo. O bueno, era claro que Raphael no tenía idea del empleo que tenía Adair antes de que lo secuestraran.

 

Agnes rebuscaba en sus bolsillos, intentando encontrar una fotografía que había conseguido traerse consigo, sin éxito alguno. Totalmente frustrada dejó caer las manos a los lados de su cuerpo sintiendo deseos de un cigarrillo en ese momento, entonces giró la vista al sentir a alguien pasar a su lado, encontrándose con el Padre Raphael por lo que se sintió extrañada al ser pasada por alto.

 

No es que fuera narcisista, quizá un poquito sí, pero siempre se había considerado una persona imposible de ignorar.

 

–¿Padre Raphael? –Preguntó al aire, con voz firme buscando atraer su atención por razones que ni ella sabía. Quizá por nostalgia de ver a alguien de su pasado, después de todo les había pedido a sus hermanos que dejaran de visitarla hace medio año, no le gustaba que la vieran allí, que sintieran lastima por su situación.

 

Los extrañaba pero el orgullo era más fuerte.

 

El hombre giró tras oír aquella voz familiar, esbozando una sonrisa al ver a la joven Duncan. Lo que la chica no esperó fue que el sacerdote la abrazara, por lo que se tensó involuntariamente por un instante y él terminó apartándose al notarla incomoda con el contacto.

 

–Agnes, niña –Aún así, ella terminó relajándose al ver que el hombre parecía contento de verla “No muchas personas lo estarían aparte de mi familia, no luego de que se supieran los cargos por los que estoy aquí” pensó distraídamente, no le importaba mucho que pensaran de ella, pero le pesaba pensar que eso pudiera afectar a sus hermanos– ¿Cómo has estado? –

 

–Meh, no diría que bien, no exactamente. Pero… Me siento más tranquila, realmente siento paz ahora que no tengo nada que ocultar, Padre. Creí que lo que decía de que confesar daba paz al alma era pura falacia pero si se sintió bien hasta cierto punto –Se alzó de hombros mientras metía las manos en los bolsillo de su característica chaqueta verde militar– Nunca creí que diría esto pero casi extraño ir a misa.

 

–Bueno, siempre te dije que podías ser sincera conmigo al confesarte pero nunca lo intentaste, aunque no te culpo. No me imagino lo que habrás pasado para hacer lo que has hecho… ¿Hasta cierto punto? –El cura pareció extrañado por esa parte de la oración, pero demasiado tarde logró entender porque es que la castaña lo decía.

 

–Luego de que hablé, una de mis hermanas y yo fuimos condenadas, ella se suicidó en prisión por lo que me dijo Murder en una visita… Papá también. Es como si… hubiera sido una casita de naipes sostenida con mentiras, que con un soplo mío voló a la mierda –La muchacha hizo una mueca mientras se recargaba en la pared del pasillo, alejándose del toque comprensivo del hombre– Escuché que el tío Kyle obtuvo la tenencia de Murdock y Agatha, Paulette está sola con su bebé. En resumen, creo que todo se fue a la mierda porqué ya no pude resistir el estar callada, no pude seguir manteniendo la fachada de Irina.

 

“Es la primera vez que la oigo ser realmente sincera, sin esa mascara de indiferencia y malicia que solía mostrarme cuando venía a la iglesia… Oh, niña, realmente te rompieron ¿verdad?” pensó el hombre, pasándose una mano por el cabello miel que poseía con ligeras pintitas blancas, como si las canas apenas comenzaran a brotar en el mismo.

 

–Nada de eso fue tu culpa, Agnes –Atrajo la mirada de la chica con esas palabras, ella lo observó en silencio con algo de intriga como si realmente creyera que era culpable y no comprendiera porqué él decía aquello– Cada mentira pesa, aunque uno no lo crea, y la carga empieza a volverse muy pesada cuando no dices nada. Te cansaste de llevar esa carga y eso está muy bien, lo que ocurrió después…–Suspiró antes de ponerle una mano en el hombro– Cada acción siempre conlleva una reacción, Agnes, buena o mala.

 

La castaña soltó una risa desganada mientras retiraba la mano ajena. “No quiero la lastima de nadie, no merezco compasión por nada de lo que he hecho, yo me busqué esto. Puedo ser libre aquí, no necesito mentir más… creo”.

 

–Si no es mi culpa ¿Porque... duele... tanto? –Habló entre dientes, golpeando su pecho con el puño para dar énfasis al sentimiento en sus palabras– Dígame, Padre, si no es mi culpa ¿Por qué me duele así?

 

Él suspiró, aceptando que ella no quisiera ningún contacto ni misericordia. Entonces simplemente le dijo su opinión personal al respecto:

 

–Porque eres humana, Agnes –Expresó con simpleza mientras juntaba las manos y ladeaba ligeramente la cabeza sin dejar de verla, con una expresión que casi parecía transmitirle una sensación de calma a la muchacha– Eres humana y miembros de tu familia fallecieron, niña, es normal que sientas dolor por tu perdida. Pero sentirte culpable… la culpa no es tuya, es de la mujer que te convenció de que te debías cargar con tu familia de esta manera y hacer cosas…–Negó con la cabeza sin completar la oración– No eres un monstruo.




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