1
Leah quiso reír al ver donde había terminado. Violet si lo hizo, ella no se contuvo de reír ampliamente y acercarse a darle un abrazo que la mayor correspondió sin vacilar demasiado. Le gustaría pensar que podrían verse de nuevo en su siguiente vida, pero no estaba muy segura en realidad.
–Es gracioso ¿no crees? –Dijo la pelinegra al apartarse, mirando con una sonrisa entretenida a la opuesta– Te esforzaste tanto por salir de aquí y ahora volviste, pero… Asumo que esta es la vez definitiva ¿no? Digo, recordaste lo que…–Dejó la oración sin terminar mientras Leah asentía.
–Recordé el incendio. Como morí yo, el fuego me consumió, recordé como murieron los otros también… Supongo que ahora si me toca regresar, conoceré a Salem –Los ojos de Violet brillaron con el nombre– Y tú… ¿Tú lo harás? –Se atrevió a preguntar. No era que no confiara en ella, claro que lo hacía después del tiempo conviviendo, pero no le agradaba su reacción ante la mención del pequeño y decidió distraerla para averiguar, de paso, algo que le interesaba saber.
Al separarse, la chica inclinó un poco la cabeza para luego encogerse de hombros, con duda en el rostro. Internamente dudaba bastante sobre ello, no había hecho ningún trato para regresar y Mr. P ya había obtenido de ella lo que quería, no sabía si aún podría tener alguna utilidad para él como para saber si estaría interesado en traerla de vuelta en el futuro.
–No lo sé, tal vez sí. Asumí que sí, así que no se lo había preguntado a Mr. P –Admitió la menor mientras se balanceaba ligeramente en su lugar, sin perder la sonrisa, aunque si había disminuido su tamaño con notoriedad. Luego se giró a un lado y le hizo un gesto con la cabeza– Como sea, creo que ya es hora, Caroline –La volteó a ver, se le acercó y la empujó con suavidad hacia adelante.
La pelirosa soltó una risa suave, luego echó una mirada frente a ellas, un espejo acababa de aparecer y ella sabía lo que era. Había pasado el suficiente tiempo aprendiendo a usar su habilidad como para comprender que las “puertas” que ella abría tenían esa forma. Solo tenía que atravesarlo y estaría viva de nuevo, habían pasado casi seis años ¿Cómo serían las cosas ahora?
Miró una vez más a su hermana menor, Dorothea, Violet, cualquiera fuera su nombre. Le sonrió a manera de despedida y no tardó en lanzarse contra el portal como si fuera un jugador de rugby a punto de taclear a alguien del equipo contrario, temiendo por un instante que el espejo se quebrara o que no funcionara, pero luego…
Caer por el espejo fue una sensación extraña, miles de imágenes de su día a día durante veintiséis años de existencia pasaban a gran velocidad a sus costados como si estuviera revelando el rollo de una cámara vieja. Sin embargo, lograba alcanzar a distinguir algunas imágenes como sus primeros pasos, la primera discusión que presenció de sus padres, atisbó la primera vez que tuvo una mascota y como acabó eso… Pobre conejo, no debió tratar de imitar las caricaturas, pero era tan pequeña ¿Cómo podría haber sabido que eso saldría mal?
Más momentos pasaron, parecía una caída relativamente larga. Recordó la última discusión telefónica de sus padres, luego del bendito divorcio, cumpleaños lluviosos y días de escuela abominables. El asesinato de su madre y como todo parecía inculparla a ella, debido a sus problemas de memoria no pudo defenderse y había acabado en Hopeless.
Incluso pudo ver imágenes de los cinco años que había pasado atrapada como alma en pena, reviviendo 2019 una y otra vez. Con sus respectivas variaciones, claro.
No podía ser ¿en uno de esos momentos Nikolai la había besado? No lo hubiera creído si no lo hubiera visto, sus intenciones con él nunca habían pasado más allá de amistad, aunque se sentía atraída hacia el chico.
Posteriormente todo fue oscuridad durante el último tramo que se sintió como si cayera a más velocidad, con más peso. Ella recuerda una luz inmensa e intensa que le molestaba los ojos, luego… Luego no recuerda más.
2
2024
–¡Puja con fuerza! ¡Vamos, linda, ya casi sale la cabeza! –La doctora alentaba a la mujer en la camilla, mientras esta soltaba alaridos y gruñidos mezclados con llanto por el esfuerzo.
Una enfermera presente parecía a punto de desmayarse mientras otras dos atendían a la madre primeriza, una limpiaba el sudor de su frente y la otra prestaba su mano para consolar su miedo. Tenían entendido que el esposo de la pobre se encontraba en el trabajo por lo que no podría estar presente, más no estaban seguras de que ella le hubiese informado sobre su ida al hospital. Había algo raro con respecto a esa mujer, solo que aún no descifraban qué.
Un desgarrador alarido, más potente y fuerte que cualquiera de los otros, dio paso finalmente a un suave llanto que pronto se tornó estruendoso.
Drew, la mujer que había llegado en labor de parto aquella mañana, finalmente sintió sus fuerzas terminar de abandonarla mientras permanecía recostada sobre la camilla intentando recuperar el aliento después de tanto esfuerzo. Las enfermeras también sintieron alivio y alegría, la que estaba mareada se escabulló fuera del lugar aun a riesgo de ser regañada después.
–Felicidades –La voz de la doctora también se oía entusiasmada mientras le enseñaba la pequeña bebé a la madre, quien esbozó una sonrisa vaga– Es una preciosa pequeña muy sana –
–Mi Caroline… –Susurró Drew, extendiendo sus brazos para que le pasaran a su primogénita, pero la doctora negó con suavidad.
–Hay que limpiarla primero, luego podrá tenerla en brazos, mamá –