"Ha sido un agradable sueño, pero aún no logro despertar. ¿Realmente he llegado? ¿Ha valido la pena tanto sacrificio?"
Al pasar una semana dormido, y con la bella y revitalizada joven cuidándolo, comienza a mover una de sus manos como buscando algo, o quizás buscándola a ella. Sus párpados son cada vez menos pesados, pero la luz del amanecer no lo deja ver nada aún.
"¿Dónde estoy?- pregunta con voz dormida y aún débil.
Comienza a sentarse lentamente a la cama tratando de razonar y entender dónde se encontraba. Mira alrededor y no reconoce ningún detalle, sólo unos harapos sucios y gastados.
"Allí está mi ropa"- pensó. "Mejor me levanto y me visto."
Al ver mejor, pudo ver sobre sus harapos una muda nueva y reluciente como si fuese confeccionada a mano y parecía invitarlo a probársela.
Con lentitud, producto de sus aún pocas fuerzas, se levanta y camina hacia la ropa y se la prueba.
"Es como si fuese hecha a medida"- pensó al ponérsela.
Camina hacia la puerta de la habitación llegando a in pequeño pasillo con tres puertas, de una salía el, otra estaba abierta y se podía ver un lavabo, sin pensarlo dos veces se dirigió allí. Tras lavar su rostro y despabilarse, se dirige hacia la tercera puerta que permanecía cerrada. La abrió lentamente y ésta daba hacia un pequeño pero acogedor comedor donde una joven de espaldas a él preparaba una mesita de desayuno para dos.
"¿Hola?" - Su profunda voz produjo un susto a la joven que la hizo dejar caer un par de tazas al suelo.
"¿Fuiste tú quien me trajo?" - La joven asustada voltea rápida y nerviosamente, sus ojos sollozaban un llanto de asombro y felicidad.
"Sí, fui yo, y he estado rezando por alcanzar este momento, por verte recuperado y de pie junto a mí."
Fue uno de esos momentos en los que el tiempo se detiene y solo una mirada puede cambiar la realidad sin alterar el mundo. Una mirada trascendida de una playa hacia un comedor venciendo al horizonte en toda su gloria.
En ese momento comprendieron que su destino había tocado sus corazones, que era la mirada del otro la que habían estado esperando tanto tiempo. Casi sin perder un solo segundo, corrieron el uno hacia el otro para darse aquel tan esperado último primer beso sellando así el amor que tanto temieron que no vendría.
Mientras eso sucedía, se podía oír a lo lejos resquebrajarse un vidrio, pero en sus pensamientos solo estaban ellos dos. Sin notarlo, o bien ignorando todo suceso ajeno a su conciliación amorosa, una sombra los acechaba e intentaba pensar sobre la joven. "Ella" parecía ser libre del encierro.
"Ahora soy libre, no puedo detenerme aún, no dejaré que me encierres en tu olvido. Ten por seguro que no me dejarás volver a la nada... no puedo desaparecer sin más... estaré velando por tu esencia y contaré cada segundo para volverte mía... te estaré vigilando y me marcharé... por ahora... aún tienes un regalo de mi parte que nunca podrás olvidar..."
El sonido de la puerta rechinando y un ligero portazo sacuden la tranquilidad del ambiente, y la joven ya no podía oír los pensamientos oscuros que guardaba en sí. Sólo existían dos personas en ese cuarto, o así querían creerlo...