Horror en linea

HORROR EN LINEA

El frío de aquella noche era apremiante y calaba muy pero muy hondo en los huesos de cualquiera, tal como puñales clavándose y desgarrando todo lo que se les interponía ante sí, una copiosa lluvia actuaba como un velo capaz de ocultar una realidad y sus verdaderas intenciones como si de una cortina ficticia se tratara, ocultando una macabra puesta en escena, asimismo el viento aullaba ferozmente como un hambriento lobo alfa que esperaba el momento preciso para atacar, llamando a sus hermanos para que se le unieran.

En esas circunstancias llegue a la casa de mis amigos; Pablo y Martín. Los hermanos Anchorena.

Había conocido a los hermanos Pablo y Martín Anchorena por una de esas extrañas situaciones de la vida hacia dos años aproximadamente.

Aquella noche habíamos acordado una reunión en su casa. Ambos vivían en un coqueto barrio de la capital federal, a pocas cuadras del cementerio más reconocido de la zona, el cual se llenaba de turistas durante toda la semana.

Según las malas lenguas, aquella casa, había sido un regalo de su padre a costa de una orquestada estafa que había afectado a varias familias de escasos recursos, otros en cambio optaban por creer la versión oficial. Un regalo a cargo de un padre pudiente a sus dos hijos varones luego de que ambos terminaran la carrera de derecho en la universidad de Buenos Aires.

Desconocía por completo cual era la verdad, o más bien eran otras cosas las que me interesaban o definitivamente no era de mi incumbencia en absoluto.

El tráfico abrumador, sumado a las complejas condiciones climáticas y peor aún, el día viernes víspera de un feriado que actuaba como puente para un fin de semana extra largo y la locura habitual que nos tiene acostumbrada la capital federal, hizo que me retrase lo suficiente, algo muy extraño en mí, ya que siempre fui previsor, pragmático y absolutamente metódico en todos los aspectos de mi vida, como si de un experimentado cirujano se tratara, con esa precisión quirúrgica que los destaca.

Avise, a través de un mensaje de WhatsApp, que me demoraría unos instantes a lo que inmediatamente recibí una respuesta denotando ansiedad por mi llegada. Y no era para menos, ya que esa noche habíamos planeado algo diferente, muy diferente. No íbamos a ir a beber algún trago a ningún bar de la zona o aledaños, mucho menos íbamos a ir a bailar a algún boliche al que ellos estaban acostumbrados a frecuentar, sino más bien todo lo contrario. Nos quedaríamos en su casa y pasaríamos allí toda la noche si es que todo salía según lo planeado. Aquello me recordaba a una frase de mi madre, la cual utiliza con muchísima frecuencia, “Las cosas nunca salen según lo planeado” o bien “Nada es como uno quiere que sea”, palabras más, palabras menos la esencia era exactamente la misma, no hagas planes ya que nunca, pero nunca resultaran según lo planeado.

Sin embargo, en esta oportunidad, tal vez por una cuestión de suerte, tal vez por obra del destino, de los dioses según la creencia de cada uno o meramente por resultar un plan extremadamente perfecto y ejecutado con excelencia, resultó.

Permítanme lectores, disentir con mi madre, pero la última opción fue la que prevaleció ante el resto, como lo hacía el proceso de selección natural en la prehistoria misma.

Ahora bien, se estarán preguntando ¿Cuál era el plan al que me refiero? O ¿Qué fue lo que hicimos aquella noche?. Bueno, todas esas preguntas tienen respuesta desde ya y todas las respuestas llegaran a su debido tiempo como la venganza propiamente dicha, la cual es un plato que se sirve frio, según tengo entendido.

A pesar de todas las dificultades que les mencione, llegue a destino. Bajé de mi auto, el cual pude estacionar justo al frente de su casa, si bien la copiosa lluvia seguía haciendo estragos, la distancia era corta. Con largas zancadas, rápidamente llegue a la puerta, toque el timbre, la puerta doble se abrió y me dispuse a entrar.

Habitualmente en todos los ambientes de su casa se oía música funcional, lo que resultaba muy ameno, relajante y hasta acorde. Sin embargo, apenas puse un pie dentro, se disparó una canción, Glory Days de Bruce Springsteen, lo cual me sobresalto por completo. Tal fue mi sorpresa y mi eventual rostro que rápidamente Martín, el hermano mayor, acompaño mi gesto con una sonrisa algo divertida, mientras me invitaba a pasar.

__No te preocupes, estuvo así desde la mañana. Todavía no pudimos descubrir por que pasa__Me dijo riendo llevándose una mano a la cabeza de forma pensativa. __En fin, en hora buena aquí te tenemos, el experto en tecnología para solucionarlo.

No dije palabra, simplemente asentí con la cabeza mientras la canción menguaba su volumen y un sonido funcional se apoderaba del ambiente de forma inmediata a partir de acordes dulces como la miel misma nuevamente.

“Well, there s a girl that lives up the block...” Glory days... Tararee la canción en mi interior, sin decir una palabra, me encantaba, vaya casualidad, era una canción que mi padre solía ponernos a mi hermana menor y a mi cuando éramos pequeños, no parábamos de escucharla, bailarla, era algo así como nuestro santo grial, nuestro código secreto, como solíamos decir, hermosos recuerdos de días de gloria.

Al instante y de forma teatral con movimientos algo absurdos, Pablo, el hermano menor se hizo a mi encuentro con un amistoso abrazo, haciendo ademan con su mano derecha, mostrándome el camino, el cual ya conocía de memoria, pero le seguí la corriente con pasos algo teatrales también.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.